Tecnologías emergentes

Andrés Ortega: "La 'robolución' es irreversible e indispensable"

Chalermpon Punnotok, CEO of CT Asia Robotics gives a hand to a robot during an interview with Reuters in Bangkok, Thailand July 5, 2016. Picture taken July 5, 2016. REUTERS/Athit Perawongmetha - RTX2L2XB

Image: REUTERS/Athit Perawongmetha

Francesc Miró

Es bueno dejar claro las intenciones de un ensayo antes de embarcarse con él hacia el mar de posibilidades que entraña. Por eso, La imparable marcha de los robots (Alianza Editorial) avisa a tiempo: no estamos ante un libro de ciencia ficción, sino de prospección. Escribir sobre la revolución de los robots, también conocida como la cuarta revolución industrial o robolución, no es hacerlo sobre un futuro especulativo, sino sobre un presente que afecta a la vida tal y como la entendemos. Y que lo hará mucho más en los lustros que vienen.

Aunque en algunos pasajes lo que narra Andrés Ortega parezcan sacados de una distopía propia de Philip K. Dick, lo cierto es que su estudio tiene los pies en el suelo. Tanto que asusta. Su nuevo libro es un texto en el que cada puerta abierta, por fantástica que sea la posibilidad planteada, se basa en opiniones fundamentadas y hechos comprobables. No hay ni rastro de especulación en su visión de una nueva geopolítica mundial marcada por el desarrollo robótico.

Decía Isaac Asimov que lo que que más le entristecía de escribir sobre el futuro del mundo que le rodeaba era comprobar una sospecha que le remordía la conciencia: que la ciencia gana en conocimiento más rápidamente que la sociedad en sabiduría. Es algo que Andrés Ortega apunta lúcidamente, y por eso la lectura de La imparable marcha de los robots plantea más de una duda razonable sobre si estamos caminando en la dirección correcta hacia esta sociedad, la que vivimos, inmersa en una revolución de la que no parece ser del todo consciente.

En su libro, habla de cómo la revolución de los robots afecta a día de hoy a todos los niveles de la sociedad. ¿En qué sentido? ¿Hacia dónde se dirige la robolución a corto plazo?

Los robots, entendidos en un sentido amplio (digitalización, Inteligencia Artificial, sensores, capacidad física, nanotecnología, etc.) ya están por todas partes, incluso en nuestra vida cotidiana. Pero en un periodo de 10 a 20 años vamos a vivir un progreso en este campo y su confluencia con otros como la biología. Ya empiezan a reemplazar a humanos en algunas labores, no sólo de "cuello azul" sino también de "cuello blanco", como en los servicios bancarios o los brokers. Es decir que las clases medias también se están viendo afectadas.

Según algunos estudios, como los de Bartolomé Mercadal en la segunda mitad de la crisis (2010-2013), una parte importante de la destrucción de puestos de trabajo en España se debió a la digitalización, frente a la anterior fase de pinchazo de la burbuja inmobiliaria y financiera.

Hace un tiempo escribía que era necesaria una sociedad que se dirija hacia la maximización de los beneficios sociales fusionándolos con los mundos digitales, haciendo alusión al último Plan Básico de Tecnología y Ciencia de Japón. ¿Cómo de necesario o urgente es un plan de este tipo en nuestro país?

En este país este es un tema en el que no hemos entrado, ni desde el Gobierno, ni desde la sociedad, mientras otros como Japón o Alemania, por ejemplo, llevan tiempo abordándolo. Los sindicatos empiezan a preocuparse. Hay que evitar que surja una nueva brecha... una brecha robótica entre los que tengan acceso a o trabajo con las nuevas tecnologías y los que se queden fuera.

Hay que avanzar hacia un nuevo pacto social por la robótica que haga que ésta beneficie al conjunto de la sociedad y genere un debate sobre qué tipo de sociedad superinteligente queremos ser, pues todo esto nos va a permitir hacer cosas insospechadas e insospechables hace unos años. Además, va a haber mucho menos trabajo así que se debería impulsar la educación en este sentido no sólo al principio, sino a lo largo de toda la vida.

El problema va a ser la transición, pues en el camino mucha gente no preparada se va a quedar sin empleo o trabajo. Estudios muy serios, desde Banco de Inglaterra al Foro Económico Mundial, manejan cifras en millones, se estima que afectará a entre el 40% y 60% de la fuerza laboral. Quizás en esta transición sea necesario instaurar una renta básica para los que se queden descolgados. Vamos a una sociedad 20/80, como dice Tyler Cowen: 20% de gente que vivirá muy bien y trabajará mucho o vivirá de su capital, y 80 que o no trabajarán, o desempeñarán tareas con largos horarios y multitareas. Una gran pregunta es: ¿qué vamos a hacer con la gente superflua? Y otra, ¿cómo se van a pagar los servicios públicos y el Estado de Bienestar necesarios?

¿Cómo ve la situación de avance y la investigación tecnológica en nuestro país en términos actuales? En España se invierten 317,02 euros por habitante en I+D+i al año, una cantidad muy inferior a países como Suecia, Dinamarca, Alemania o Austria.

Cuando uno hablaba con responsables de estos países no entendían que los recortes del gasto público hubieran afectado a la educación y a la I+D+i, que son inversiones en futuro. Pero si los gobiernos tienen responsabilidad, también los empresarios que invierten poco en estos campos prefiriendo a menudo comprar las patentes fuera. En España hay gente y empresas muy buenas en este terreno, pero insuficientes clusters para generar una masa crítica al estilo de Silicon Valley. Es también un problema europeo.

Andrés Ortega, autor de 'La imparable marcha de los robots'

Respecto al machine learning, muchas empresas están centrando sus esfuerzos en conseguir asistentes personalizados como Siri o chatbots como el chino Xiaoice que nos ayuden en todo. Hay 10 millones de usuarios chinos que han declarado su amor a Xiaoice. ¿Hasta qué punto cambiará nuestra psicología a medida que el machine learning evolucione? ¿Entenderemos las emociones de manera distinta?

Seguramente. Primero porque para ser útiles, por ejemplo en el cuidado de enfermos, las máquinas han de entender nuestras emociones. Y a largo plazo, aunque esto sea entrar en ciencia ficción, se refleja en que los humanos se pueden enamorar de máquinas o programas, o que las máquinas tienen emociones que pueden partir de un sentido de la muerte basado en su incapacidad para realizar el objetivo para el que han sido programada, por ejemplo.

Es algo que podemos ver en películas como Her, Ex Machina o incluso 2001: una odisea del espaciode Kubrick. En todo caso el futuro pasa por cooperar con las máquinas y no contra las máquinas, en lo que será un nuevo humanismo que incluya la relación con ellas.

En determinado momento del libro, describe que en el futuro los empleos que mejor se relacionen con la tecnología serán los mejor remunerados y valorados. ¿Dónde deja eso el futuro del trabajo intelectual? La escritura, la educación, el sector artístico...

La creatividad y el pensamiento crítico van a seguir siendo básicos, y hay que educarse para ello. De ahí el error de degradar la enseñanza de la Filosofía en el bachillerato. Son habilidades que a menudo se llaman "para el siglo XXI", y aunque vienen de antes, se dispararon con la Ilustración. Algunos hablan de que estamos a las puertas de un nuevo Renacimiento en este terreno. Puede haber máquinas que toquen a Beethoven, o jazz o pinten cuadros bellos. La cuestión es si las aplaudiremos.

Usted defiende que el futuro la geopolítica y la hegemonía de cada país estará relacionada con el desarrollo de industrias competitivas robóticas. ¿Cómo va a afectar esto a Europa en relación con Asia o EEUU? ¿Y a España?

Esto se puede ver de tres maneras. En primer lugar, podemos ver quién controla estas nuevas tecnologías. En este momento son grandes corporaciones de EEUU, Alemania, Japón y China, esencialmente. Segundo, China se está robotizando, automatizando, de forma acelerada y eso puede poner en peligro el crecimiento de sus clases medias y la evolución de su régimen. Tercero, una vez más, los países en vías de desarrollo, como en África o una parte de Asia o América Latina, se pueden quedar atrás y perder esa ventaja competitiva de unos salarios más bajos que importarán menos frente a las máquinas.

Un reciente informe de la UNCTAD, la agencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo, calcula que los robots van a reemplazar a dos terceras partes de los trabajadores en el mundo en desarrollo. Otra desigualdad.

En su libro se reflexiona sobre el peligro de las máquinas autónomas, desde la impersonalización de la muerte en drones manejados hasta a los llamados killer robots, independientes a la hora de ejecutar o no decisiones propias. Si una de las bases del Estado es la potestad de ejercer la fuerza, ¿hacia dónde nos lleva un futuro con máquinas que puedan decidir si ejercerla o no?

Pueden salvar vidas de soldados pero a la vez se puede perder el control de los militares y de los políticos sobre ellas. Es decir, se puede perder el control moral, que no es fácil de codificar y que, además, cambia con el tiempo y las culturas. Asimov diseñó sus famosas tres leyes robóticas, pero ni siquiera los seres humanos las cumplimos.

Hay un movimiento para frenar o prohibir estas armas autónomas, pero no creo que vaya a tener éxito. Y un peligro añadido será la respuesta asimétrica de los que no tienen acceso a esta tecnología, aunque ya el Estado Islámico ha empezado a usar drones comerciales baratos con bombas para atacar a sus enemigos, que son los atentados suicidas que desgraciadamente ya conocemos.

Usted mismo cita a Stanislaw Lem cuando decía que nada envejece más que el futuro. ¿Cree que su libro seguirá plenamente vigente en diez años o es una visión actual de un futuro difícilmente definible?

Supongo que no. Pero no es un libro de futurismo sino de prospectiva, que no consiste en adivinar el futuro sino en ver el que más nos conviene de los futuribles posibles. De todas formas, además de ser imparable, irreversible e indispensable, esta cuarta revolución industrial en la que estamos inmersos será radicalmente diferente de las anteriores y, además, imprevisible. Piensa que el primer smartphone tiene menos de 10 años y es ahora ubicuo.

En última instancia, usted aboga por educarnos en fabricar una nueva antropología, una nueva manera de entendernos. ¿Cuáles serían los primeros pasos que debemos dar en este sentido?

Primero deberíamos conocer como son los programas de estas máquinas, que aprendamos su lenguaje. En segundo lugar, tendríamos que fomentar el poder de la conversación y la cooperación entre nosotros y con las máquinas. Son valores esenciales en nuestra humanidad. Y tercero prepararnos para el transhumanismo, la incorporación de robots u otros inventos en nuestros cuerpos, aunque esto rebasa los límites de este libro que sólo pretendía escudriñar estos próximos lustros en este terreno.

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