Cómo hacer frente a la violencia de pandillas en América Latina

Padre José María"Pepe" Moratalla

El problema de la violencia originado por las pandillas ha crecido sobremanera y se ha expandido a toda la región, especialmente al Triángulo Norte: Guatemala, Honduras, El Salvador. Ha pasado de ser un fenómeno de perfil adolescente a una organización orgánica y fuertemente estructurada. Esta es la consecuencia de no haberlo atendido al principio. Ahora, 25 años después de su inserción procedente del Oeste de los Estados Unidos y como consecuencia de la fuerte emigración regional, por las desigualdades sociales tan notorias, por la carencia de trabajo digno, el problema está desbordando las posibilidades de respuestas precisas y adecuadas tanto  de la Sociedad Civil como de los Gobiernos de turno.

Para dar con la respuesta eficaz y precisa ésta debería de ser proporcional a la complejidad del fenómeno. No se debe de hacer sólo lo que se puede o sólo lo que se sabe, sino, ni más ni menos, lo que el problema exige. Debe ensayarse una respuesta múltiple conjugando los tres ejes principales: el preventivo, el correctivo y la reinserción. “Preventivo”: Proyectado a la concientización y sensibilización de la sociedad sobre la gravedad del problema, implicaciones y consecuencias del fenómeno… “Correctivo”: Implica la transgresión de la ley que protege el bienestar de los ciudadanos; entonces es cuando actúan las instancias jurídicas, fiscales, policiales y centros correccionales si ameritaren. Su finalidad es la reeducación de los individuos transgresores. “Reinserción”: Una vez concientizados los infractores de la gravedad del delito y corregidos y educados el tiempo señalado por la ley, regresan a la sociedad reinsertándose en ella progresiva o automáticamente a través de programas o acciones pertinentes con concomitantes o no por instituciones públicas o privadas.

Es todo un reto para el trabajo de equipo y de coordinación de la región. Implica, también, una propuesta propositiva y creativa, no solo de reacción o de defensa. No es la mera aplicación de la ley que castiga inexorablemente y con “Mano Dura” al infractor, ni la superficialidad que no da a priori importancia al transgresor, ni la utilización personalista, publicitaria o política de dicho fenómeno. Más bien, por el contrario, se desea consensuar la respuesta adecuada, eficaz y práctica  frente al problema bien objetivado y comprendido.

Si una de las raíces principales fue la emigración al norte, Estados Unidos, por la carencia de trabajo en la región centroamericana, la respuesta ha de llevar una oferta laboral digna y amplia para adolescentes, jóvenes y adultos de sectores urbanos y campesinos de alto riesgo. Esto implica una gran oferta capaz de incluir a la gran mayoría urbana y campesina  regional, especialmente para todos aquellos en alto riesgo de violencia.

El eje “correccional” supone un conocimiento adecuado de la naturaleza de la pandilla o mara como de la violencia de la pandilla juvenil. La ley, para que sea eficiente, ha de ser clara y precisa. Es decir, ha de definir adecuadamente el delito y aplicar el correctivo necesario que garanticen la defensa del bien común y la garantía de la praxis democrática justa. Si la ley es ambigua y no precisa objetivamente el delito, su aplicación adolecerá tanto de eficacia práctica como de defensa y protección de los ciudadanos y del bien común. La ley Salvadoreña define a las pandillas o maras como “asociaciones ilícitas”. La aplicación de esta ley puede suponer, simultáneamente, tanto la captura del pandillero o marero y su inclusión carcelaria, como por la misma ambigüedad y carencia de precisión del delito, la libertad inmediata de dicho transgresor. La acción correctiva por parte de la policía y de la sociedad misma en sus estructuras educativas acogedoras y correctivas difícilmente será eficiente así. A una enfermedad específica hay que darle una medicina idónea y adecuada. Una vez dictaminada la enfermedad no se aplica la misma medicina al resfriado que al sida.

No deberíamos hablar tan solo de “prevención” cuando el desarrollo y la complejidad del problema lo han convertido en una epidemia regional más allá de las fronteras nacionales.

Debemos encontrar un equilibrio entre el problema de la violencia y la alternativa a la misma. Las respuestas a medias serían como medicinas mal utilizadas que empeorarían y harían crecer la enfermedad. Hemos pecado en la región de alternativas políticas, cortoplacistas, corruptas, de sólo buena voluntad o de ejecutar sólo lo que se sabe. El resultado es obvio, la violencia juvenil ha crecido desmesuradamente, ha seguido mutando y hemos perdido su control. La coordinación interinstitucional de todos los sectores de la sociedad es otro reto ineludible. Ya que se ha convertido en un fenómeno que impregna y condiciona la vida de la sociedad, se hace ineludible la respuesta integral de la misma sociedad, y de la sociedad regional con sus distintos representantes, ellos han de ser los protagonistas idóneos e imprescindibles.

Autor: Padre José María “Pepe” Moratalla es el Director de la Fundación Salvadorena Educación y Trabajo, que tiene como objetivo promover la formación de empresas asociativas en El Salvador. http://www.fundacionedytra.org/

Imagen: REUTERS/Ulises Rodriguez

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