La ciudad que le planta cara a la furia de la naturaleza
Image: REUTERS/Guillermo Granja
El Departamento de Gestión de Riesgos de Guayaquil, en Ecuador, prepara de manera peculiar a los habitantes del extrarradio para las emergencias. El resultado es una ciudadanía más activa.
"Nuestro barrio es como una sartén. Hemos sufrido muchísimas inundaciones, ya que el agua llega de todas partes. Estamos en peligro, pero ahora sabemos qué hacer, lo cual puede salvarnos incluso de la muerte". Así de segura se muestra Lorena Lozana Charcopa, vecina de una de las barriadas de la ciudad ecuatoriana de Guayaquil, de tres millones de habitantes. En 2013, un estudio dirigido por el Banco Mundial y la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) situaron esta urbe en el cuarto puesto entre las urbes costeras del mundo más amenazadas por la subida del nivel del mar, tan solo por detrás de Guangzhou en China, además de Bombay y Calcuta en India.
Desde 2008, no obstante, los guayaquileños cuentan con un organismo municipal cuya finalidad es protegerlos de toda clase de desastres, gracias a que el Gobierno de Ecuador incluyó un artículo en su nueva Constitución para proteger a las personas y el medioambiente de las catástrofes de origen natural o humano, y la responsabilidad de la gestión de riesgos se transfiriera a las regiones. En Nueva Proserpina, el suburbio donde reside Lorena Lozana, fueron los propios vecinos quienes solicitaron recibir un programa de capacitación para estar mejor preparados ante una catástrofe.
Guayaquil, la segunda ciudad más grande de Ecuador y situada en un delta, sufre la amenaza constante de terremotos debido a su cercanía al Anillo de Fuego del Pacífico, una zona en la que los altos niveles de actividad sísmica son el pan de cada día. Además, los cambios en las condiciones climáticas, como la intensificación de las estaciones de lluvias y la subida del nivel del mar, han incrementado el riesgo de inundaciones.
Desde 1960, la zona del delta del río Guayas ha experimentado una rápida urbanización, especialmente con la ocupación de tierras por asentamientos de auto construcción. Los especuladores a menudo ocupan terrenos, se los venden a unas cuantas familias, y luego presionan al propietario para que los venda porque los han invadido. A diario surgen nuevos suburbios o se expanden los ya existentes, como Nueva Proserpina. Se calcula que un 60% de la población de la ciudad vive en estos barrios, que siguen creciendo cada día sin control administrativo que, sin embargo, también necesitan protección. "Aunque todos los Ayuntamientos de Ecuador han emprendido iniciativas relacionadas con la respuesta a las situaciones catastróficas, solo en Guayaquil colaboramos con los habitantes desfavorecidos de los suburbios, indica Mónica Menéndez, vicepresidenta del Departamento de Gestión de Riesgos de Guayaquil. "Es importante que el sector institucional y el comunitario sumen esfuerzos para poder poner en práctica de manera transversal las políticas de reducción de riesgos en nuestro municipio".
Para ello, las autoridades desarrollaron un programa junto a la ONG CARE (Cooperativa de Asistencia y Socorro en Todo el Mundo) que dio herramientas para actuar no solo desde las instituciones, sino también a la población de los barrios pobres. "Somos una ciudad grande con un departamento pequeño, así que tenemos que procurar establecer colaboraciones para lograr el máximo efecto", reflexiona Allan Hacay-Chang, nuevo presidente del departamento de gestión de riesgos desde agosto de 2019.
Un ejemplo de los resultados de esta estrategia transversal es la creación de una "sala de incidencias" en la que se recoge y coordina la información de diferentes fuentes mediante un sistema de video vigilancia. Los datos que facilitan el sistema de transporte, la policía, los bomberos y las brigadas de vecinos se unifican para anticiparse con eficacia a los problemas de la ciudad y garantizar la seguridad de la población. La oficina urbana de transporte público también dispone de una de estas salas para controlar y anticipar las incidencias en las comunicaciones. Se han instalado más de 1.100 cámaras por toda el área urbana, y los agentes de policía van equipados con cámaras corporales para facilitar información sobre los problemas de tráfico. La información se comparte con la sala de incidencias, de manera que en caso de catástrofe se pueda redirigir el tráfico y enviar ambulancias y camiones de bomberos.
El Departamento de Gestión de Riesgos no solo forma a las instituciones, como la Policía, los bomberos y la organización del transporte para hacer frente a las emergencias y las catástrofes, sino también a los habitantes de los suburbios. Tras el éxito de un programa piloto que puso en marcha varias brigadas en dos de estos barrios, el Ayuntamiento siguió creando más equipos, y en la actualidad cuenta con 28 grupos activos. Los comités están formados por un equipo gestor, una brigada de evacuación y otra de primeros auxilios. Sus miembros aprenden a reaccionar con eficacia en caso de emergencia e intercambian información con instituciones como el departamento de bomberos, la policía y los hospitales.
La población es la que mejor conoce los peligros a los que está expuesta cada zona. "Muchos de nosotros no teníamos ni idea del riesgo que suponía construir nuestra casa aquí. Con la formación hemos aprendido lo que puede pasar", dice Patricia Martha Gribalda Ruiz, presidenta del comité de Nueva Proserpina. Además de esto, parte del programa de capacitación consiste en cartografiar los distritos para indicar las zonas de riesgo. La cartografía se elabora en colaboración con los vecinos del barrio. A partir de estos mapas se instalan las señales de evacuación. Además, gracias a los equipos ha aumentado el control de la población del distrito, "Las brigadas también comprobamos dónde quieren construir los recién llegados e impedimos que lo hagan en las zonas calificadas de alto riesgo", completa Cecibel Vivero Macías, también de las brigadas.
El Ayuntamiento ha entregado diferentes materiales que incluyen uniformes, gorras y una mochila con instrumental de primeros auxilios. Distintos miembros de los equipos declaran que así se sienten dignificados. "Cuando camino por mi barrio con la gorra y la mochila me siento orgulloso. Antes parecía que no era nadie; en cambio, ahora soy importante porque he ido a clase y he aprendido a salvar vidas", explica uno de ellos. Otra consecuencia indirecta es una mayor cohesión social. Los miembros de las brigadas no paran de repetir lo gratificante que es trabajar en colaboración y cuánto refuerza los lazos en el barrio. Jaime Criana Luna cuenta por qué se unió a la brigada: "Personalmente, es una oportunidad de aprender algo nuevo con lo que pueda ayudar a los demás. También me gusta porque he hecho nuevos amigos. Ahora formo parte de un grupo".
La sensación general es que, gracias a las brigadas, la ciudadanía se ha vuelto mucho más activa. Menéndez, la subdirectora del Departamento de Gestión de Riesgos, explica que los grupos pasan por diferentes fases y que, a menudo, se convierten en algo más: "Primero tienen que aprender a organizarse, para lo cual hacen falta meses de preparación. A continuación, empiezan el programa de capacitación en el que les enseñan cómo actuar en situaciones de emergencia. Intentamos darles apoyo y vemos cómo se convierten en organizaciones políticas que aprenden a luchar por sus derechos y tomar decisiones también en otros terrenos".
Lorena Lozana Charcopa confirma que la comunicación mejora y que los miembros de las brigadas se benefician de ello en ámbitos no relacionados directamente con los equipos de salvamento. "Estamos en contacto directo con el Ayuntamiento y le solicitamos también cosas como un campo de fútbol o el alcantarillado. Yo puedo llamar directamente, presentarme como miembro de una de las brigadas y nuestros problemas se resuelven mucho más deprisa".
La estrategia incluyente del Departamento de Gestión de Riesgos de Guayaquil aumenta la capacidad de recuperación de la ciudad y empodera a la población pobre no solo para que responda de manera adecuada a las catástrofes, sino también reforzando la comunicación y haciéndola participar en los procesos de toma de decisiones.
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Marcela Guerrero Casas
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