Así es Ripple, la criptodivisa con la que las transferencias de dinero serán inmediatas y (casi) gratuitas
Hemos hablado ya extensamente de criptodivisas y plataformas como bitcoin, Ethereum, IOTA o Bitcoin Cash, pero en ese elenco de criptodivisas de referencia habría que incluir a Ripple.
Ripple define tanto al protocolo de transferencias finacieras ideado por sus creadores en 2012 (RTXP) como a la criptodivisa generada en esta iniciativa, que tiene el símbolo XRP. ¿Su objetivo? Ofrecer a todas esas entidades financieras tradicionales (bancos, tarjetas de débito y crédito, o servicios como PayPal) una alternativa a sus ecosistemas cerrados y plagados de comisiones. Parece que la idea está cuajando, porque Ripple sube como la espuma en los últimos tiempos en el segmento de las criptodivisas.
Aunque muchos siguen viendo a bitcoin como potencial sustituta de los métodos de pago tradicionales, en los últimos tiempos ha quedado claro que al menos con su estructura actual esta criptodivisa no está ni mucho menos preparada para ofrecer una alternativa a los pagos electrónicos que realizamos a diario con nuestras tarjetas de crédito y débito, por ejemplo.
Los creadores de Ripple creen que su protocolo y su moneda sí está preparada para ese ámbito. El objetivo, como indican en su web oficial, es ofrecer un sistema de pagos Open Source y distribuido que permita a la gente librarse de esos "jardines amurallados" que plantean las instituciones financieras, cada una con requisitos, servicios, comisiones y ecosistemas propios.
Esa alternativa no tiene el propósito de alzarse sobre las demás, sino de ser el medio con el cual poder transferir divisas y criptodivisas de un lado a otro fácilmente y sin comisiones (o apenas sin ellas). A diferencia de bitcoin Ripple no está tratando de convencer a la gente de que cambie de divisa (o criptodivisa), sino que se dirige a la gente que quiere mover y transferir ese dinero fiat.
En uno de los artículos del blog oficial los creadores hacían un repaso por la historia del dinero y su forma de transferirse, y llegaban a una conclusión: los bancos y otras instituciones imponían restricciones a esas transferencias económicas por medio de comisiones y retrasos a la hora de completar las operaciones.
De hecho una analogía explica especialmente bien el objetivo de este proyecto, que quiere "hacer por el dinero lo que internet hizo por todo tipo de formas de información". El principal responsable del cifrado de la plataforma David Schwartz, explicaba en una entrevista su visión de Ripple:
Los sistemas de pago hoy en día están en el mismo punto en el que el correo electrónicos se encontraba a principios de los 1980. Todos los proveedores han desarrollado su propio sistema para sus clientes y si la gente usaba distintos sistemas era díficil interactuar entre ellos. Ripple está diseñado para conectar sistemas de pago distintos entre ellos.
En el propio sitio web oficial los responsables de Ripple explican como la rapidez de las transacciones es una de las grandes ventajas del protocolo y de esta criptodivisa. Mientras que las transferencias bancarias tradicionales rondan —según Ripple— los 3-5 días en completarse, una operación BTC tarda una hora o más en completarse, una operación ETH tarda 2 o más minutos, pero con XRP una operación se completa en 4 segundos.
No solo eso: el número de transacciones por segundo que se pueden realizar con Ripple es comparativamente muy superior a los dos referentes en este segmento: bitcoin ofrece entre 3 y 6 transacciones por segundo, mientras que ETH ofrece unas 15 transacciones por segundo. XRP ofrece 1.500 transacciones por segundo, y según sus creadores puede escalar para llegar a las 50.000 transacciones que por ejemplo se procesan con el protocolo Visa.
Ese soporte nativo de todo tipo de divisas y criptodivisas es uno de los grandes atractivos de Ripple, que por ejemplo dispone del llamado Bitcoin Bridge, un "puente" que enlaza las redes Ripple y Bitcoin y que hace que cualquier usuario de Ripple pague a otro de bitcoin sin tener cartera propia bitcoin. De hecho un comerciante que acepte bitcoin podría gracias a Ripple aceptar cualquier divisa del mundo, y el mismo principio se usa para .
Esas transacciones se reflejan en la propia cadena de bloques de Ripple, y aunque la información de la transacción es pública, la información del pago no lo es. Aquí las semejanzas con bitcoin son claras, y es difícil que alguien asocie la información de una transacción con un usuario o corporación específica.
Esa cadena de bloques vuelve a ser un "libro de cuentas" distribuido que es validado por los servidores miembros de la red, que se encargan de verificar que esa transacción es efectivamente válida y que por ejemplo no se usa por duplicado.
Una de las diferencias fundamentales con otras criptodivisas es la dependencia de Ripple de la entidad que desarrolló tanto el protocolo como la criptodivisa Ripple. Esa entidad no es otra que OpenCoin (no confundir con OpenCoin.org), creada por Chris larsen y Jeb McCaleb, CEO y CTO respectivamente de la empresa y ambos con experiencia en el segmento financiero y de las criptodivisas (McCaleb formó parte del equipo de Mt. Gox).
Aunque el funcionamiento de Ripple es similar al de bitcoin y permite transferir XRP de extremo a extremo sin intermediarios, su objetivo último es el de servir como protocolo alternativo para entidades bancarias y financieras y permitir así que el dinero se pueda enviar de un sitio a otro indistintamente de la entidad o la divisa (o criptodivisa) utilizada.
Eso hace que Ripple, que precisamente está tratando de ser adoptado por la banca tradicional, tenga que cumplir ciertos requisitos. Esos requisitos potencian sus posibilidades como alternativa de futuro en los sistemas y servicios que usamos hoy en día, pero también hace que la dependencia de esas instituciones (y de OpenCoin) sea mayor.
La "descentralización" de la que presumen otras criptodivisas es por tanto menos "pura" en Ripple —su desarrollo está muy basado en el trabajo de OpenCoin—, pero como explicaba el propio Swchartz en StackExchange, el código fuente está disponible para quien quiera modificarlo y usarlo (plataformas como Stellar se han derivado de ese protocolo), y cualquiera puede montar un servidor Ripple que sirva como nodo de esa infraestructura.
A diferencia de bitoin u otras criptodivisas como el ether, eso sí, Ripple no se puede minar. Ya está "pre-minada", lo que significa que cuando se desarrolló se crearon un número de monedas. En estos momentos 38.739.144.847 XRP están "en circulación".
Esa decisión fue criticada por algunos de los que apoyan alternativas como bitcoin, pero más suspicacias generó el hecho de que el 20% de esos XRP quedaran en manos de sus creadores, aunque los fundadores explicaron que habían donado 7.000 millones de XRP (a 1,8 dólares cada uno en estos momentos, eso es un dineral) a la Ripple Foundation for Financial Innovation.
De hecho esos fondos asignados en el inicio han ido reduciéndose, y los creadores de la plataforma indicaron que seguirían donando una cantidad fija de XRP durante años "para añadir estabilidad y restaurar la confianza en el mercado XRP", una confianza que se vio comprometida tras este descubrimiento. La mitad de esos fondos ya se ha donado a diversas organizaciones caritativas, por ejemplo.
Otra de las características definitorias de Ripple es la forma en la que se manejan las comisiones. Las transacciones no tienen una comisión "normal" como la tienen servicios financieros tradicionales o incluso algunas criptodivisas comienzan a tener.
Sin embargo, sí tiene unas comisiones muy particulares. Cada transacción cuenta con una comisión mínima que es de 0.00001 XRP (que equivale a 10 "drops", algo así como los "centavos" de cada Ripple), pero esa comisión no va a ningún lado: desaparece. Se destruye. Como indican en la información relativa a estas comisiones,
Para proteger el libro de cuentas de ser perturbado por el spam y ataques de denegación de servicio, cada transacción deberá destruir una pequeña cantidad de XRP. El coste de transacción está diseñado para crecer conforme a la carga en la red, haciendo que sea muy caro tratar de sobrecargar de forma deliberada o involuntaria la red. Además, cada transacción debe especificar cuántos XRP se destruyen para pagar ese coste de transacción.
Tenemos ante nosotros una singular alternativa a las criptodivisas tradicionales, y de hecho la idea que persigue Ripple ya ha calado hondo entre ciertas entidades financieras. Es el ejemplo del Banco Santander o American Express, que ya ha invertido en el proyecto y que podrían plantear su uso en el futuro.
Esa confianza de la banca tradicional sitúa a Ripple en una posición singular, ya que se está convirtiendo en una alternativa interesante hasta para aquellos que más se verían afectados por ella. Ese interés ha hecho que Ripple dispare su precio en los últimos días y actualmente esté muy cerca de robarle la segunda posición del mercado (en valoración) a Ethereum. Veremos cómo avanza este imprevisible segmento.
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