El potencial didáctico de los videojuegos
Image: REUTERS/Charles Platiau
Ya hay más de 2.200 millones de jugadores en todo el mundo y se puede decir que prácticamente una de cada tres personas juega de forma regular a algún tipo de videojuego a diario.
Hoy en día cada vez es más difícil de imaginar un videojuego que todavía no exista. De hecho, ya hay más de 2.200 millones de jugadores en todo el mundo y se puede decir que prácticamente una de cada tres personas juega de forma regular a algún tipo de videojuego a diario. La industria sigue en plena expansión, espoleada por las nuevas generaciones de videoconsolas, la mayor penetración de mercado de tabletas y smartphones y la innovación en el sector. Según los últimos informes, se espera que a nivel mundial la industria del videojuego facture más de 108.000 millones de dólares hasta finales del 2017. En España, siguiendo la tendencia de los últimos años y con una previsión de crecimiento anual de dos dígitos, se estima que se llegue a más de 790 millones de facturación.
Cada vez son más las empresas y desarrolladores de videojuegos que ponen su tecnología a disposición de otras industrias, creando nuevas formas de colaboración con otros sectores. Esta tendencia hace que las fronteras entre industrias sean cada vez más difusas. No es ninguna sorpresa ver que en el cine es prácticamente imposible encontrar una película en la que no haya efectos especiales vistos en algún videojuego (o al revés). Si siente curiosidad en cómo sería posible quitarse unos años de encima en su próximo vídeo de verano, basta con que busque en internet cómo rejuvenecieron decenas de años a Johnny Depp en algunas escenas de la última entrega de los Piratas del Caribe y se hará una idea.
Por otra parte, empresas que están detrás de juegos como Minecraft o algunas distribuidoras especializadas en videojuegos educativos, cada vez ponen más énfasis en el potencial didáctico de los juegos, porque aprender historia asumiendo el rol de cualquier líder político de la Edad Media para hacer frente a los desafíos históricos convierte el proceso de aprendizaje en algo mucho más ameno y divertido.
Si algún videojuego se le diera especialmente bien incluso podría plantearse dedicarse a los esports, competiciones de videojuegos donde miles de fans de todo el mundo siguen en vivo o desde sus casas cómo equipos de jugadores profesionales se enfrentan en torneos y campeonatos generando expectación y emoción a raudales. Empresas del sector y patrocinadores ofrecen premios de hasta varios millones de dólares al ganador del torneo, por lo que no es de extrañar que cada vez haya más jugadores profesionales que lleguen a dedicarse a los esports a jornada completa. Sean batallas de tanques por equipos o partidas uno contra uno en juegos de estrategia, el espectáculo tampoco acaba en los torneos, ya que muchos jugadores profesionales siguen retransmitiendo sus partidas y comentando sus hazañas por YouTube, convirtiéndose en auténticas eminencias para sus fans.
En referencia a los esports, cabe destacar que en cualquiera de estos torneos los jugadores han de desarrollar una serie de capacidades cognitivas que, entre otras habilidades, casi siempre requieren una buena dosis de pensamiento estratégico, agilidad numérica o incluso psicología. Cada partida puede llegar a generar gran cantidad de estadísticas y datos sobre cada jugador que después se analizan para seguir perfeccionando técnica y habilidades. De hecho, hoy en día, juegue a lo que juegue, es posible analizar los datos de cada una de sus partidas para adaptar constantemente el juego a su perfil de jugador. Si bien cada vez más empresas y desarrolladores de videojuegos utilizan los datos de las partidas para segmentar mejor a sus clientes-jugadores, todavía existe un gran potencial para aplicar este tipo de análisis en el ámbito educativo.
No hay duda de que, por ejemplo, para los alumnos resolver una ingente cantidad de ecuaciones en la escuela pueda ser una forma apasionante de adquirir conocimientos matemáticos. O que la perspectiva de corregir interminables montañas de exámenes sea algo que entusiasme de forma natural a cualquiera que se dedique a la docencia. Sin embargo, también es posible proveer a los centros educativos con los entornos de juego adecuados en los que los alumnos puedan adquirir y poner en práctica conocimientos multidisciplinares de una forma más divertida y eficiente.
Desde el punto de vista pedagógico, se podría obtener una posibilidad única de poder hacer un seguimiento personalizado del proceso de aprendizaje y evolución de cada alumno, o incluso adaptar el plan de estudio de forma individualizada con una ínfima dedicación de recursos. Vista la variedad, calidad y un grado de desarrollo de la inteligencia artificial de los videojuegos de hoy en día que permite adaptar el nivel de dificultad y experiencia de juego a cada jugador, quizás no sea tan descabellado plantearse toda una serie de sinergias que la industria del videojuego y el sector educativo todavía tienen por descubrir y aprovechar.
Publicado originalmente en El Periódico, el 26 de septiembre de 2017.
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