¿Cómo estimular la demanda en la Eurozona?
Image: REUTERS/Kai Pfaffenbach - RTSW9NT
Hace unos días tuvimos la oportunidad de tener en Madrid a Georg Feigl, uno de los co-autores del Independent Annual Growth Survey (iAGS) de 2017. El iAGS, que ya ha llegado a su quinta edición, quiere ser un contrapunto al Annual Growth Survey, o sea, al Informe Anual sobre el Crecimiento de la Comisión Europea. El iAGS 2017, que se puede descargar aquí (y que es ciertamente recomendable), fue elaborado por cuatro centros de investigación de reconocido prestigio, vinculados a la socialdemocracia europea, y especializados en la coyuntura macroeconómica: el OFCE de Francia, el AK Wien de Austria, el ECLM de Dinamarca y el IMK de Alemania. El evento aquí en Madrid fue organizado por Agenda Pública, que invitó a unos cuantos expertos en la materia para debatir las principales conclusiones del informe, y contó con la colaboración de la Friedrich Ebert Stiftung.
El mensaje de los autores es claro y queda reflejado ya en el título del iAGS 2017: la recuperación económica que estamos viviendo es elusiva. Es decir, es un espejismo. Está sostenida por vientos de cola favorables, como los bajos precios del petróleo, los bajos tipos de interés provocados por el BCE y la depreciación del euro, pero en algún momento el tiempo macroeconómico cambiará y nos vamos a encontrar con el viento de cara. Cuando eso ocurra vamos a darnos cuenta que nuestro crecimiento no es sostenible porque en general hemos descuidado el lado de la inversión y la demanda. La austeridad, las devaluaciones internas y la bajada del euro han hecho que casi todos los países de la zona euro hayan reducido sus déficits, y como consecuencia la zona euro pueda presumir de un superávit por cuenta corriente de un 4% (¡mayor que el de China!), pero ¿hasta cuándo va a ser eso posible?, nos preguntamos muchos en la reunión.
Coincidentemente parece que esta misma preocupación también ha llegado a Bruselas. Por primera vez, nos aclaró Feigl, el AGS de la Comisión y el iAGS, coinciden. La zona euro, en su conjunto, debería tener una política fiscal expansiva y no neutra o negativa como es ahora mismo el caso (ver tabla).
Proyecciones de posición fiscal agregada de la Zona Euro en % de PIB
Para lograr eso, en el iAGS se proponen dos medidas estrella:
- En primer lugar, sería deseable que la inversión pública destinada a mejorar la productividad de los países no compute en el déficit público. Si eso no se puede hacer de manera formal, porque habría que cambiar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, por lo menos habría que usar al máximo la flexibilidad que ofrece el mismo para lograr la introducción de esta “regla de oro” en la política fiscal de la Unión.
- La segunda propuesta también tiene que ver con una nueva regla de oro, pero en este caso, estaría relacionada con los salarios. Estos deberían aumentar según la productividad, pero también un 2% anual (lo mismo que el objetivo de inflación del Banco Central Europeo), para mantener el poder adquisitivo de los asalariados, sostener la demanda y reducir la desigualdad.
Las dos propuestas suenan bien, el único problema, como ha reconocido Feigl, es que se enfrentan a un escollo formidable: Wolfgang Schäuble, el ministro de finanzas alemán. Eso si nos queremos centrar en una persona o agente concreto (lo que no deberíamos porque Schäuble simplemente representa un punto de vista conservador compartido por muchos en Alemania y otros países). Si, en cambio, analizamos el tema por el lado estructural – como ha apuntado uno de los asistentes en la reunión – también resulta difícil ver cómo los países más endeudados pueden ganar cierta competitividad siguiendo “la regla de oro de los salarios”. Lógicamente, todos estamos de acuerdo en que lo ideal sería recuperar la competitividad aumentando la productividad, pero como ésta se mejora a medio plazo, a corto, lamentablemente, no queda otra que actuar sobre los salarios.
Cómo mejorar esa productividad es justamente el aspecto menos desarrollado en el informe. Suele pasar en trabajos que se centran demasiado en la demanda (y pasa lo contrario en los que se focalizan en la oferta, superar esas barreras ideológicas debería ser una prioridad). Cada vez hay un mayor consenso a favor de aumentar la inversión pública (y la privada), pero hay que definir mejor dónde habría que invertir. Repetir de manera general que hay que hacerlo en educación, I+D+i, nuevas tecnologías, sanidad e infraestructuras (para aquellos países que las necesitan, que no es tanto el caso de España) ya no es suficiente. Los centros de investigación europeos deben concretar más sus propuestas (y eso vale también para el Instituto Elcano).
También sería conveniente que los centros de pensamiento de la socialdemocracia pensasen más sobre cómo mejorar las administraciones públicas, los sistemas judiciales, aumentar la competencia en muchos sectores de la economía y reducir barreras a la hora de crear empresas. Cuestionado sobre ello, Feigl respondió que ellos no son expertos sobre la oferta y por lo tanto dejaban a otros abordar ese lado. ¿Pero es conveniente separar los problemas de la demanda de los de la oferta? Quizás estén intrínsecamente unidos. Si se propone aumentar la inversión pública (y se quiere convencer a los votantes que es necesario, que lo es: ver gráfico abajo), habría que saber primero en qué se debe gastar ese dinero. Una propuesta sería empezar por crear empresas europeas potentes en lo digital. Así como se creó Airbus para competir con Boeing, ¿por qué no crear empresas paneuropeas que puedan competir con Google y Apple? Para eso se necesita inversión, pero también desregulación para crear un mercado digital común.
Donde sí que ha habido un mayor consenso en la reunión ha sido sobre dos temas concretos. Primeramente, que tenemos que superar el fetiche del Producto Interior Bruto (PIB) como vara de medir. El crecimiento y el desarrollo tienen que generar mayor bienestar y no solo mayor acumulación material. Por lo tanto, la propuesta de introducir el polígono mágico debe ser aplaudida (ver abajo).
La OECD y la Comisión ya han empezado a producir índices de desarrollo más holísticos y eso es positivo.
El segundo consenso fue el relativo a una mayor “coordinación positiva” entre los estados de la unión monetaria (hacia una mayor convergencia e integración) y entre los actores sociales, sobre todo las patronales y las organizaciones de la sociedad civil y los trabajadores. La creación de un consejo de convergencia paralelo al consejo fiscal europeo y una mayor interlocución entre los actores sociales y el Eurogrupo son seguramente propuestas que deberían servir para romper las cadenas ideológicas que nos tienen maniatados. Si eso se logra, ¿quién sabe? Incluso puede ser que Schäuble acepte que hay que invertir más.
Artículo escrito en colaboración con la Friedrich Ebert Stiftung – Oficina Madrid
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