Impuestos para enfrentar los contratiempos
Como una montaña rusa desbocada, el desempeño económico de los países latinoamericanos y del Caribe se ha caracterizado por subidas y bajadas pronunciadas. Los períodos de prosperidad económica suelen anteceder recesiones profundas y largas, a veces impulsadas por malas políticas nacionales, otras veces precipitadas por shocks exógenos negativos, y a menudo provocadas por ambas. A pesar del considerable progreso experimentado desde la nefasta década perdida de 1980, el manejo de los ciclos económicos volátiles sigue siendo un importante desafío de las políticas para la mayoría de los países de la región.
La volatilidad macroeconómica es mal negocio para el crecimiento y para el bienestar social. Eleva el riesgo de invertir en capital físico y humano y socaba por tanto el potencial económico. Más aún, expone a los hogares, especialmente los más pobres, a mucha inestabilidad, ya que éstos no suelen tener acceso a mecanismos de protección eficaces frente a cambios bruscos en sus ingresos. Por ejemplo, la pérdida de empleo durante una crisis económica puede ser devastadora para una familia con poca capacidad de ahorro y escaso acceso a crédito. Reducir la volatilidad macroeconómica es entonces primordial no solo para mejorar las perspectivas de crecimiento económico sino también para salvaguardar el bienestar de los hogares más vulnerables.
¿Qué tienen que ver los sistemas tributarios con la estabilización macroeconómica? En principio, los sistemas tributarios tienen un alto potencial porque pueden actuar como estabilizadores fiscales automáticos. Los estabilizadores automáticos son como un amortiguador de los shocks macroeconómicos. Tómese el caso del impuesto a la renta de las personas, por ejemplo. Durante las recesiones económicas, las obligaciones de pago de este impuesto suelen caer más que el ingreso bruto (el ingreso antes de impuestos). Esto contribuye a estabilizar el ingreso neto de impuestos y por tanto el consumo y bienestar de las familias.
En la práctica, los sistemas impositivos de la región son muy malos amortiguadores. Cuando aumenta el desempleo, los sistemas fiscales de países industrializados logran estabilizar entre 35 y 50 por ciento del shock a los ingresos de los hogares (Dolls, Fuest y Peichl, 2010). En los países de la región, los sistemas fiscales estabilizan menos del 15 por ciento frente a un shock de magnitud similar (Espino y González-Rozada, 2012).
El principal responsable de esta falencia es el impuesto a la renta personal; ese cascarón vacío que recauda un magro 1,4 por ciento del PIB en América Latina, frente a 8,4 por ciento en los países industrializados. En la mayoría de los países de la región, el 90 por ciento de la población está exenta del impuesto. Y aquellos no exentos pagan una tasa efectiva de apenas 4 por ciento, debido a generosas deducciones y la elevada evasión.
De reformarse el impuesto a la renta en línea con las tasas y tramos de países de renta media fuera de la región, el poder estabilizador del sistema tributario podría duplicarse, como se analiza en detalle en el reciente informe del BID, Recaudar no basta: los impuestos como instrumentos de desarrollo. Estas reformas no solo aumentarían los ingresos fiscales. Mejorarían los sistemas tributarios como instrumento de desarrollo para evitar esa montaña rusa desbocada de la volatilidad macroeconómica y enfrentar mejor los contratiempos.
Las opiniones expresadas aquí son las del autor y no necesariamente las del Foro Económico Mundial. Este artículo apareció originalmente en vox.lacea.org el 01 de julio 2013
Autor: Ana Corbacho es asesor económico de sector en Inter-American Development Bank
Imagen: REUTERS/Henry Romero
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