Crisis de vivienda: ¿Cómo rediseñar las ciudades para abordar el verdadero costo de vida?

Debemos rediseñar las ciudades y pensar más allá de la vivienda asequible para abordar el costo de vida. Image: REUTERS/Jaimi Joy
- Centrarse exclusivamente en el precio de la vivienda pasa por alto una amplia gama de gastos de vivir en una ciudad, como el transporte, la energía, la alimentación y la atención médica, que determinan el verdadero costo de vida de los hogares.
- La forma en que diseñamos las ciudades influye en la asequibilidad: reducir la dependencia del automóvil, promover la construcción de edificios de uso mixto y financiar servicios compartidos puede reducir los costos y mejorar la calidad de vida.
- Replantearse los incentivos, invertir en transporte público e involucrar a los residentes en la planificación son enfoques integrados y adaptados a las necesidades locales que permiten lograr avances significativos.
Los gobiernos y organismo públicos de todo el mundo se enfrentan al reto de proporcionar viviendas asequibles a una población cada vez más estresada.
En Toronto, por ejemplo, el aumento de los precios de los inmuebles ha superado con creces el incremento de los ingresos, lo que ha elevado los costos medios de la propiedad y el alquiler muy por encima de lo que muchos residentes pueden pagar. Según una fuente, entre 1994 y 2024, el precio medio de la vivienda en la ciudad aumentó alrededor de un 205%, mientras que la renta media de los hogares, después de impuestos, solo aumentó aproximadamente un 32%.
Sin embargo, con demasiada frecuencia, este problema se trata como una crisis aislada, un tema habitacional que debe resolverse únicamente con herramientas del sector inmobiliario.
En realidad, la asequibilidad no solo depende del costo de la vivienda, sino también de los gastos interrelacionados de transporte, energía, alimentación y atención médica. Para abordar verdaderamente la crisis, debemos mirar más allá del precio de los inmuebles y abordar el costo de la vida en sí.
...si queremos abordar seriamente la crisis de asequibilidad de la vivienda, debemos ampliar nuestra perspectiva y abordar el conjunto de gastos que pesan sobre los hogares.
”Las familias, en cambio, simplemente luchan por llegar a fin de mes. Cada mes, se esfuerzan por hacer rendir sus ingresos para cubrir los gastos de vivienda, alimentación, transporte, salud, ocio y otros gastos.
Y aunque cada hogar es diferente, en promedio, Statistics Canada estima que las familias canadienses gastan el 29,3% de sus ingresos en vivienda. También destinan el 18,5% a sus automóviles, el 15% a la comida y el 11,5% a los gastos domésticos.
Mientras que los responsables políticos se centran en el costo de la vivienda, las familias se ven obligadas a tomar decisiones difíciles entre una gran variedad de gastos.
Rediseñar las ciudades
Consideremos lo siguiente: si permitimos a una familia vivir cómodamente sin automóvil, en una vivienda energéticamente eficiente y con acceso a alimentos asequibles, podríamos liberar más ingresos discrecionales de lo que gastan en vivienda.
Como sociedad, es una negligencia centrarnos de forma miope en la crisis de la vivienda asequible mientras descuidamos crisis paralelas relacionadas con la asequibilidad del transporte, el ocio, la alimentación y la atención médica.
Históricamente, las ciudades surgieron como un mecanismo de apoyo mutuo para que las personas lograran un sustento y una calidad de vida elevada. Esta promesa se ha erosionado, a medida que el diseño de las ciudades acabó requiriendo que una clase media afluente fuera propietaria de automóviles, electrodomésticos y un suministro ilimitado de tierra y energía.
El costo de seguir desarrollando la periferia de las ciudades supone una carga cada vez mayor para el sistema. Hoy en día, es evidente que este planteamiento es erróneo. Las familias ya no pueden permitirse vivir en una ciudad construida para la abundancia. Debemos dar un giro de 180 grados y reescribir el ADN de las ciudades para mejorar la calidad de vida y reducir su costo.
Un principio fundamental de este planteamiento es pasar de diseñar ciudades en torno a un estilo de vida ideal basado en la acumulación, sinónimo de costosas propiedades individuales, a un estilo de vida basado en el acceso a servicios y comodidades, lo que significa propiedades compartidas asequibles. Así, se sustituirían los patios privados y los garajes para dos autos por amplios parques y sistemas de metro.
Predicar con el ejemplo
La buena noticia es que tenemos muchos ejemplos positivos.
Ciudades de todo el mundo están replanteándose sus centros urbanos, dando prioridad a la densidad cerca del transporte público, invirtiendo en parques y vías fluviales saludables, incentivando desarrollos multigeneracionales y de ingresos mixtos, construyendo plantas energéticas de alta eficiencia, devolviendo las escuelas y las tiendas de barrio a las comunidades y convirtiendo el caminar en una experiencia maravillosa.
Por ejemplo, Toronto (Canadá) está orientando la densidad en torno a las estaciones de transporte público; Bilbao (España) está invirtiendo en los espacios públicos y en instituciones catalizadoras. Por su parte, la Ciudad de México (México) está dando prioridad al diseño y la seguridad desde una perspectiva de género.
Además, Nueva York (Estados Unidos) está transformando calles orientadas al automóvil en espacios peatonales, y Barcelona (España) y París (Francia) están replanteándose los barrios para que se puedan recorrer a pie.
Cada una de estas ciudades tiene una historia diferente que contar, pero todas comparten la hipótesis de que invertir en la habitabilidad de los centros urbanos fomenta un círculo virtuoso que mejora el bienestar social y ambiental y el desarrollo económico que sustenta la asequibilidad.
Sin embargo, necesitamos que más ciudades avancen por este camino. Según el experto David Gordon, profesor de la Escuela de Planificación Urbana y Regional del Departamento de Geografía y Planificación de Queen's University, aproximadamente "dos tercios de la población canadiense" vive en barrios que podrían considerarse suburbanos.
Esto significa una cantidad preocupante de un tipo de vivienda que supone una carga económica indebida para los hogares (que necesitan automóviles para llegar a casa), la sociedad (que debe pagar impuestos para construir carreteras) y el medio ambiente (por el consumo de suelo y la erosión de los servicios ecosistémicos).


Poner en práctica las políticas
Estos son algunos de los cambios clave que podemos realizar para convertir esta visión en realidad:
- Alinear los incentivos: Actualmente subvencionamos el desarrollo y mantenimiento de los suburbios, lo que erosiona la asequibilidad. Debemos empezar a incentivar los tipos de urbanización que dan lugar a ciudades más sostenibles, asequibles y resilientes.
- Invertir en el transporte público y los espacios públicos: No se puede esperar que los ciudadanos prescindan de sus automóviles si no hay alternativas viables. Las ciudades con parques y sistemas de transporte público de calidad ofrecen una calidad de vida que, de otro modo, sería inalcanzable para muchos.
- Aceptar la complejidad: Es fácil construir suburbios en zonas verdes. Sin embargo, es difícil reurbanizar las zonas existentes para alcanzar una masa crítica de población, diversificar los usos, mejorar el transporte público, lograr un consumo energético neto cero y restaurar los servicios ecosistémicos.
- Involucrar a la comunidad: Aunque los problemas son comunes, las soluciones deben ser personalizadas. Cada contexto será diferente y requerirá un enfoque diferente. Algunas de las mejores ciudades del mundo están en constante evolución, construyendo capital social y resiliencia a partir de la fuerza de sus grupos comunitarios y la sociedad civil.
La conclusión que podemos extraer de todo esto es que, si queremos abordar seriamente la crisis de asequibilidad de la vivienda, debemos ampliar nuestra perspectiva para abordar el conjunto de gastos que pesan sobre los hogares.
Los problemas no están aislados; las soluciones tampoco deberían estarlo. Si construimos ciudades para las personas y no para las propiedades, la asequibilidad será una consecuencia natural.
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