En un mundo cada vez más dividido, ¿cómo podemos aprender a discrepar de forma constructiva?

El aumento de las divisiones significa que cada individuo debe aprender a "discrepar de forma constructiva" para así contribuir a resolver los problemas sociales. Image: Unsplash/Antenna
- A medida que aumenta la polarización y disminuye la confianza en las instituciones, debemos enseñar a los ciudadanos a "discrepar de forma constructiva" para resolver los problemas sociales.
- Para hacerlo, hay que abordar el diálogo con una mente abierta y una voluntad genuina de comprender las perspectivas de los demás.
- Instituciones como las universidades deben crear entornos que fomenten el disenso de forma estructurada y productiva.
En un mundo cada vez más dividido, ¿cómo podemos aprender a discrepar de forma constructiva?
La capacidad de evitar que los desacuerdos se conviertan en divisiones es una habilidad esencial y que se puede enseñar. Sin embargo, alcanzarla se está volviendo cada vez más difícil. En todos los ámbitos de la sociedad, la desinformación y la información errónea pueden agravar incluso los desacuerdos más insignificantes y generar una mayor polarización.
El Informe sobre Riesgos Globales 2025 del Foro Económico Mundial identifica la desinformación y la información errónea como el mayor riesgo mundial a corto plazo, por encima de los fenómenos meteorológicos extremos e incluso de los conflictos armados entre Estados.
Estas fuerzas alimentan la polarización, lo que reduce la confianza en las instituciones de todos los ámbitos. Sin embargo, para que se produzcan desacuerdos 'constructivos', debe existir un nivel mínimo de confianza por parte de cada participante en los foros e instituciones compartidos en los que se producen estos desacuerdos.
El desequilibrio en este punto puede afectar el entendimiento común de los principios, las experiencias e incluso los hechos que se debaten.
A nivel personal, la interpretación individualizada puede generar discusiones y fracturar relaciones; a nivel institucional, produce disrupción en la comunicación y fractura los propósitos; y a nivel social, aún no hemos aprendido totalmente la profundidad del abismo potencial que podría surgir si no se abordan las divisiones.
Esto plantea la pregunta urgente de cómo podemos animar a los miembros de la sociedad a discrepar de manera constructiva, enseñándoles las habilidades correspondientes y estableciendo la confianza mutua mediante la reconstrucción de la confianza pública en las instituciones cívicas.
¿Qué significa "discrepar de forma constructiva"?
La pregunta que se plantea con más frecuencia es qué se espera de los participantes en una discusión para "discrepar de forma constructiva". Lo primero es señalar lo que no significa. No se pueden excluir las emociones difíciles ni las convicciones apasionadas.
Como ha argumentado la filósofa Emily McTernan, de la University College London (UCL), en su libro On Taking Offence, emociones como ofenderse desempeñan importantes funciones sociales y psicológicas. Las conversaciones sobre las diferencias deben involucrar toda la experiencia humana y no convertirse en avatares construidos para el debate.
La responsabilidad de decidir las normas comunes de debate y confianza no puede recaer únicamente en los individuos estoicos.
”Sin embargo, el debate también debe partir de una cierta mentalidad propia. Se trata de una mentalidad de humildad epistémica, es decir, estar abierto a la posibilidad de equivocarse, incluso en lo que respecta a las creencias más profundas y cuando estas se derivan de la propia experiencia.
La dificultad de esta actitud radica en cómo se percibe el poder relativo de los demás participantes en un diálogo. Si tus convicciones apasionadas provienen de experiencias que consideras formativas para tu identidad, especialmente cuando implican opresión o impotencia, entonces considerar la posibilidad de estar equivocado puede parecer en sí mismo una forma de opresión.
Confianza en las instituciones
Aquí es donde las instituciones tienen trabajo por delante. Desde su fundación, UCL se enorgullece de su trayectoria en la producción de conocimiento "práctico", impartiendo habilidades con un impacto tangible e inmediato.
Casi la mitad de los estudiantes universitarios de UCL cursan programas acreditados o avalados por organismos profesionales, contribuyendo a formar a la próxima generación de médicos, profesores y abogados. Con ese espíritu surgió la campaña "Disagreeing Well" (Discrepar de manera constructiva).
La iniciativa comenzó en 2022, reuniendo las opiniones de estudiantes, investigadores y personal universitario para desarrollar un enfoque práctico de problemas a veces abstractos, como la polarización, la desinformación y la información errónea.
Estos son los primeros pasos de una campaña más larga; acercando a las personas y mostrando desacuerdos informados y constructivos sobre cuestiones sociales, podemos impulsar un cambio tangible.
La variedad de actividades ha sido inspiradora. Entre ellas se incluyen una serie de eventos públicos para destacar la discrepancia de buena fe en campos que van desde la geopolítica hasta la tecnología, así como recursos en línea que permiten un debate constructivo en el campus y más allá.
Esta iniciativa se basa en los estudios del UCL Policy Lab, dirigido por el profesor Marc Stears, junto con el trabajo de la profesora Tali Sharot, directora del Affective Brain Lab y profesora de neurociencia cognitiva, así como otros académicos de UCL.
Se demuestra que en una sociedad de individuos socialmente atomizados, debemos restablecer el entendimiento y el respeto comunes. La responsabilidad de decidir las normas comunes de debate y confianza no puede recaer únicamente en los individuos estoicos.
Sin embargo, algunas habilidades pueden ser enseñadas y aprendidas, y son muy importantes para practicar el desacuerdo constructivo.
Habilidades que se pueden aprender
Aunque el contexto es importante, esta iniciativa ha puesto de manifiesto principios que cualquiera puede aplicar para ayudar a convertir una disputa en un desacuerdo constructivo.
En primer lugar, debemos estar dispuestos a escuchar con atención y a aceptar las opiniones de los demás. Con demasiada frecuencia, el diálogo consiste en esperar su turno para hablar, sin estar dispuestos a dejar que la conversación se desarrolle de forma orgánica.
Escuchar con atención y clarificar continuamente lo que se ha dicho son aspectos importantes para respetar la autonomía de los participantes en la conversación, permitiéndoles controlar su narrativa.
En segundo lugar, es importante reconocer la experiencia, los conocimientos o la responsabilidad de la otra parte en un desacuerdo, ya que todos ellos tienen un peso que merece reconocimiento y respeto. Esto se aplica en dos sentidos distintos: en primer lugar, en relación con las cuestiones que se están debatiendo y, en segundo lugar, en relación con la "experiencia vivida" de cada uno y sus creencias personales.
Un médico sabe más sobre su especialidad que un paciente, pero solo un paciente puede describir adecuadamente su experiencia con la enfermedad; para realizar un diagnóstico eficaz se necesitan ambos.
La diversidad de la universidad genera diferencias; estas diferencias generan desacuerdos; y los desacuerdos, cuando enseñamos las habilidades para discrepar de forma constructiva, son algo positivo, incluso esencial.
”
En tercer lugar, es importante identificar con precisión dónde residen las diferencias, buscando puntos en común siempre que sea posible. No se trata de homogeneizar todas las diferencias, sino de centrarse en aquellas que realmente importan, minimizando la fricción de aquellas que pueden resolverse fácilmente.
En cuarto lugar, elegir el lenguaje adecuado es clave para aumentar la comprensión, evitando hipérboles inútiles y golpes bajos. "Ganar" un debate humillando o degradando a la otra persona es una victoria vacía, incluso cuando la crítica es merecida.
Tratar de dialogar con la otra persona para comprender su perspectiva requiere más confianza, pero, por lo general, conduce a una conversación más constructiva.
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Entendimiento común
Si se enseñan estas habilidades y se establece la confianza, la próxima generación se convertirá en copartícipe del trabajo, y no solo en objeto del mismo. Nuestra asociación de estudiantes está liderando el camino en UCL a través de su programa Impartial Chairs (Presidentes imparciales).
Sus presidentes se han beneficiado de formación y experiencia, adquiridas a partir de conversaciones con mediadores para la paz tras el conflicto en Irlanda. De este modo, aportan estas habilidades a los debates del campus.
Esta iniciativa y los estudiantes han demostrado que hay maneras de crear entornos estables para la educación y el debate.
Naturalmente, aún queda mucho por hacer. Como deja claro el informe Respect Agenda de nuestro Policy Lab, la ciudadanía cree que merece más respeto por parte de quienes ostentan el poder.
Como defensor de un mundo en el que se enseñe y se practique el desacuerdo eficaz, no imagino una armonía perfecta, sino todo lo contrario. Nadie puede construir un futuro mejor aisladamente. Mi perspectiva procede de la experiencia, especialmente en las universidades, espacios en los que se reúnen generaciones para abordar desafíos sociales, políticos, científicos y teóricos.
La diversidad conlleva desacuerdo — y eso es una fortaleza. Cuando aprendemos a discrepar de manera constructiva, facilitamos la innovación, fortalecemos las comunidades y apoyamos sociedades prósperas.
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