Del esfuerzo personal al cambio sistémico: Cómo los jóvenes del Sur Global pueden liderar la innovación social

El futuro del Sur Global está en manos de sus jóvenes. Más del 85% de los jóvenes del mundo viven en África, Asia, América Latina y Oriente Medio. Sin embargo, en estas regiones dinámicas y en rápida transformación, los jóvenes que viven fuera de los centros urbanos se enfrentan a menudo a una serie de obstáculos que se acumulan: desempleo, precariedad de las infraestructuras, un sistema educativo desfasado con respecto a las necesidades del mercado y riesgos climáticos cada vez mayores.

A menudo hablamos del "dividendo demográfico" como algo dado, una ventaja latente. Pero los dividendos no son automáticos, requieren una inversión deliberada. Y, lo que es más importante, requieren un cambio de mentalidad: los jóvenes deben dejar de ser beneficiarios pasivos de programas bienintencionados y convertirse en arquitectos de la innovación y la resiliencia - en particular, de la innovación social que aborda los desafíos sistémicos a los que se enfrentan.

En el mundo actual, existe una tendencia generalizada a equiparar el espíritu emprendedor con el empoderamiento. Pero ahora sabemos que, sin un ecosistema propicio, como políticas de apoyo, infraestructuras, tutorías y financiación, simplemente decir a los jóvenes que emprendan acaba a menudo en agotamiento y desilusión. Especialmente en las zonas rurales y semiurbanas, el espíritu emprendedor sin contexto, capital o comunidad rara vez es sostenible.

Tanto los estudios como la experiencia práctica lo dejan claro: la innovación no solo se nutre del impulso individual, sino también del andamiaje que la rodea. Desde los laboratorios comunitarios de Indonesia hasta las incubadoras rurales de Kenia y los hubs de innovación para jóvenes de Brasil, se observa cómo la infraestructura física y digital puede cambiar radicalmente lo que es posible. Cuando los jóvenes tienen acceso a la conectividad a lo largo de toda la cadena, a herramientas de fabricación y a contenidos de aprendizaje en su idioma local, las ideas pasan de ser aspiraciones a prototipos. A largo plazo, se convierten en modelos de negocio viables económicamente.

En India, la geografía ha demostrado tener una gran influencia. Las economías locales a menudo se enfrentan a desajustes de habilidades y a la falta de espacios seguros y accesibles para la experimentación; estas carencias no son abstractas, sino estructurales. A esto se suma la perspectiva de género, que limita enormemente el acceso a las comunidades afectadas por interseccionalidades. Para abordar estas cuestiones, es necesario replantearse la educación de modo que se integre el pensamiento emprendedor, el cuestionamiento crítico y la resolución de problemas concretos desde una etapa temprana. Estas reformas, especialmente en las regiones no urbanas, pueden ayudar a reducir las desigualdades sistémicas y crear ecosistemas de innovación más equitativos.

Una de las barreras más persistentes para que los jóvenes innoven es el acceso a la financiación. El capital, ya sea filantrópico, privado o público, tiende a concentrarse en los centros urbanos. Su objetivo es la escala, no los matices. Sin embargo, los modelos de ayuda a la innovación juvenil de África y los fondos de inversión social de América Latina cuentan una historia diferente: cuando se localiza la financiación y se empodera y se confía en los jóvenes, la innovación florece. La clave es financiar el contexto, no solo las ideas. Los responsables políticos, los organismos multilaterales y los actores del sector privado deben ir más allá de los filtros de riesgo tradicionales y diseñar una financiación para la innovación que garantice la equidad regional.

En muchas partes del Sur Global, el emprendimiento social todavía se considera como algo idealista, incluso marginal. Iniciativas como el NYSC de Nigeria o el Servicio de Empleo Juvenil de Sudáfrica son ejemplos tempranos de vías institucionales que normalizan la innovación como servicio y carrera profesional. Los gobiernos pueden ir más allá y ofrecer protección de los ingresos, infraestructuras sólidas, redes de contactos y legitimidad a los emprendedores sociales. La sociedad civil y los medios de comunicación también deben aportar su granito de arena, apoyando y difundiendo historias de jóvenes que transforman sus comunidades no solo a través de capital, sino también de atención y solidaridad.

En todo el Sur Global se repite un patrón: los altos niveles de educación conviven con el aumento del desempleo juvenil, especialmente en las zonas rurales. En la India, esta contradicción es especialmente pronunciada. Fenómenos similares se observan en Nigeria, Colombia e Indonesia, donde los desafíos estructurales conjuntos reflejan tendencias más amplias en todo el Sur Global.

Sin embargo, la respuesta es inspiradora: los jóvenes kenianos están dando forma a una agricultura climáticamente inteligente, diversos colectivos colombianos están construyendo economías de paz y en el sudeste asiático hay iniciativas que están desmitificando el emprendimiento a través de su enseñanza en lenguas locales. No se trata de focos aislados, sino de modelos que aguardan ser adaptados y ampliados.

Cuando se les apoya con la combinación adecuada de capital, atención y poder de colaboración, los jóvenes dejan de ser receptores pasivos de los cambios y la ayuda, para convertirse en arquitectos de nuevas posibilidades. Al equipar a la juventud para que dé forma a las instituciones, no solo a las empresas, nos acercamos a un futuro que es inclusivo, justo y profundamente resiliente.