Comercio e Inversión

La educación financiera, mejor si comienza en la infancia

Image: Unsplash

Elisabet Ruiz Dotras
Profesora en finanzas, UOC, Universitat Oberta de Catalunya

Había un niño en Madrid que a los tres años soñaba con tener una máquina de hacer dinero. Tiempo después su carta a los Reyes incluía siempre una petición especial, “tener un millón de dólares”.

A esas edades los niños creen que nada es imposible y que con solo ir al banco pueden tener todo el dinero que quieran. Luego, a medida que van creciendo, piensan en qué quieren ser de mayores: ¿Quién no pensó de pequeño que de mayor quería ser como el tío Gilito?

También hay adolescentes que sueñan con ganar mucho dinero, pero no saben muy bien qué hacer para conseguirlo. “¿Cómo puedo hacerme rico?, ¿debería pensar en estudiar una carrera que me de un gran salario o debería trabajar en algo que me apasione?”.

A pesar de que cada día usamos dinero, físico o electrónico, es difícil manejarlo y gestionarlo adecuadamente. Y cada vez es más incierto el camino para ganar el dinero suficiente y gozar de cierta libertad financiera.

Aprendiendo de finanzas, ¿el dinero, tiene precio?

El dinero es un medio de pago que nos permite obtener cualquier bien o servicio que deseemos adquirir. Aunque suene un poco raro, el dinero sí tiene un precio y su precio viene dado por el tipo de interés. El tipo de interés es una variable básica en la economía precisamente porque representa el coste del dinero.

Pero este precio no es único, sino que depende de si hablamos de un préstamo, de comprar moneda extranjera, de una inversión o cualquier otra transacción económica. Sin embargo, aunque sabemos identificar y comparar fácilmente el precio de una pizza, unos vaqueros o un teléfono móvil, la mayoría de las personas tienen problemas para comprender e interpretar el precio del dinero: el tipo de interés.

Esto es así porque el tipo de interés puede expresarse en diferentes unidades de medida y distintas frecuencias temporales. A menudo se mezclan términos como el tipo nominal con diferentes frecuencias, el tipo de interés real, el rendimiento o el tipo anual efectivo.

Aunque estos conceptos parecen iguales, en realidad miden cosas muy distintas. Por ejemplo, cuando se habla de tipos de interés nominal, normalmente se está valorando el precio del dinero dentro de un plazo temporal anual. A diferencia de cuando se habla de rendimiento, que no necesariamente hace referencia a la base anual.

La TAE

En cuanto a los préstamos, es decir, a cuánto una entidad financiera nos deja dinero, el coste de este dinero prestado viene dado por el tipo de interés del préstamo o crédito. Sin embargo, para comparar esta variable entre entidades, no basta con comparar el primer número expresado en porcentaje que aparezca, puesto que el tipo de interés a menudo viene dado en términos nominales y con una frecuencia temporal distinta en cada entidad.

Dado que el tipo de interés se puede expresar en distintas unidades y con diferentes frecuencias temporales, comparar el precio de un préstamo puede ser un quebradero de cabeza. Por eso las entidades están obligadas a informar de la tasa anual equivalente (TAE) en cualquier préstamo o crédito. La TAE no es más que el tipo de interés expresado en una única unidad (efectiva) y en una única frecuencia (anual), independientemente de si el préstamo es para 6 meses o 20 años o más. Así pues, si pedimos un préstamo, es importante comparar la TAE de cada entidad para comparar correctamente el precio de este dinero prestado.

¿Qué es la alfabetización financiera?

Para la OCDE la alfabetización financiera no es solo tener conocimientos financieros. Incluye también poseer las capacidades, aptitudes, habilidades, comportamientos y racionalidad que permitan tomar decisiones acertadas para el bienestar financiero individual.

Varias encuestas de alfabetización financiera llevadas a cabo a nivel mundial (Klapper, 2012; Lusardi, 2015) ponen de relieve la necesidad de mejorar los niveles de educación en materia financiera, tanto en la población joven como en la adulta. La OCDE lleva años alertando de la falta de cultura financiera, principalmente en países como España, donde los estudios demuestran que el nivel de conocimiento financiero se encuentra por debajo la media.

Hay dos bienes con los que los humanos nos relacionamos cada día: la comida y el dinero. Nos educan y nos enseñan para saber cómo debe ser una dieta sana y equilibrada, pero parece ser que hay carencias en la educación en finanzas. Cada vez se ahorra menos y un elevado porcentaje de la población solo se preocupa por lo que debe pagar hoy, sin tener en cuenta una planificación financiera a medio y largo plazo.

Generalmente, la manera de entender y de relacionarse con el dinero se aprende a lo largo de la vida fijándose en el ejemplo de figuras clave, que pueden ser padres, profesores u otras personas de referencia.

Por eso la educación financiera debe comenzar en la familia, continuar en la escuela e ir más allá, incluso en los estudios superiores, porque la relación con el dinero no acaba nunca. Así como se enseña a reciclar o a tener una buena alimentación, también se debería aprender a valorar el dinero, a cómo ahorrar y cómo invertir.

Consejos para los más jóvenes para alcanzar su libertad financiera

Aprende a valorar el dinero. Es frecuente dar poco valor a lo que nos regalan. Cuando te regalen algo, pregúntate cuántas horas deberías trabajar para conseguirlo tú mismo.

Sigue la regla del 20-10-10-50-10. Es decir, cuando obtengas algún dinero, destina 20% a tus ahorros, 10% a tu formación (un libro, algún hobby), 10% a darte algún capricho, 50% para cubrir tus gastos habituales y el 10% restante dónalo a alguna causa en la que creas.

Busca maneras divertidas de ahorrar. Si metes en una hucha las monedas sueltas que vas acumulando, al cabo del tiempo te puedes llevar una agradable sorpresa.

Administra bien tu dinero. Planifica tus gastos a partir del dinero que recibas cada mes (bien sea de tu paga o de algún pequeño trabajo que tus padres te autoricen a realizar).

Revisa y controla tus ahorros. Salvo la hucha para las monedas sueltas, ten un control estricto del dinero que tienes ahorrado (especialmente si de vez en cuando tiras de él para darte un capricho).

Ponte objetivos financieros y se perseverante. “Voy a ahorrar para comprarme una bicicleta”, o simplemente para ir haciendo un pequeño colchón para más adelante.

Piensa en aquello que realmente disfrutas hacer y plantéate crear tu propia empresa. Si siempre trabajas por cuenta ajena, tus ingresos siempre estarán limitados.

Fórmate en educación financiera. Aunque seas “de letras”, eso te ayudará a tomar mejores decisiones financieras.

Gasta e invierte con sabiduría. No pagues de más por un capricho pasajero y, si compras algo importante (un ordenador, la bici, una cámara…), asegúrate de que estás pagando el menor precio posible por la mejor calidad que te puedes permitir.

Vive el fracaso como un aprendizaje y no como un error. A veces te equivocarás al tomar decisiones, pero seguro que esa mala experiencia luego te será útil porque de todo se aprende.

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