5 lecciones sobre cómo salvar nuestra relación con la naturaleza en 2020
Nutrir la naturaleza: la región de la Camarga nos ha enseñado cómo proteger la vida silvestre Image: REUTERS/Jean-Paul Pelissier
- Nuestra relación con el mundo natural está rota.
- Podemos solucionarlo cambiando nuestra obsesión con el crecimiento y el consumo.
- Un millón de especies están en peligro de extinción.
Cuando era joven, en 1948, mi padre, Luc Hoffmann, bajó de las montañas suizas para instalarse en las marismas de la Camarga y compró la finca de Tour du Valat, con la idea de construir un centro dedicado al estudio de los humedales. Tenía dos cosas claras: la magnitud de la amenaza que suponían el avenamiento y el desarrollo para la Camarga, y que salvarla no significaba únicamente proteger su fauna y flora, sino también demostrar que la naturaleza es beneficiosa para las personas.
Aunque las amenazas medioambientales a las que nos enfrentamos hoy en día son infinitamente más complejas y tienen un alcance mundial, estas dos ideas —aparentemente muy obvias ahora pero novedosas entonces— no han hecho sino adquirir importancia y urgencia con el paso del tiempo.
La naturaleza no solo es beneficiosa para nosotros, sino que dependemos claramente de ella para sobrevivir. Y al suministrarnos aire puro, agua, alimentos y otros recursos, presta servicios a la economía mundial por un valor estimado de 125 000 billones de dólares anuales.
Aun así, seguimos agotando y degradando el capital natural del planeta sin cesar.
Tal como se confirma sistemáticamente en la Iniciativa de Riesgos Mundiales del Foro Económico Mundial, la pérdida de naturaleza y el cambio climático se encuentran entre los mayores riesgos sistémicos para nuestra economía mundial, y ya están provocando catástrofes naturales que cuestan más de 300 000 millones de dólares al año.
¿Qué debemos hacer?
Cinco enseñanzas
Durante los últimos 25 años, la Fundación MAVA ha trabajado en favor de la conservación de la naturaleza que beneficia a las personas. Buena parte de este trabajo se ha centrado en cinco emplazamientos emblemáticos y tal vez sea instructivo hablar de lo que hemos aprendido junto con nuestros socios.
En los humedales de la Camarga, en el sur de Francia, nuestro socio Tour du Valat ha demostrado que es preciso aplicar la ciencia y la investigación para estudiar temas fundamentales como la salud y la agricultura, presentar soluciones y defender la utilidad de la naturaleza.
En el archipiélago de Bijagós, en Guinea-Bissau, mediante la capacitación del pueblo indígena Bijagó para administrar sus territorios y recursos en beneficio de la población y de la naturaleza, Tiniguena e IBAP han demostrado que la colaboración con las comunidades locales y la protección de sus derechos, valores y tradiciones en un concepto «biocultural» debe ser un aspecto cada vez más fundamental de las estrategias de conservación y las políticas públicas contemporáneas.
En Doñana, en el sur de España, nuestra colaboración desde hace años con WWF ha demostrado que la colaboración con todas las partes interesadas en el paisaje de la «huerta» de Europa y la integración de la conservación y el desarrollo en la cuenca del Guadalquivir es la única manera de conciliar demandas antagónicas y cumplir la Directiva marco sobre el agua de la Unión Europea.
En los lagos Prespa, situados en la encrucijada de Albania, Grecia y Macedonia del Norte, la conservación efectiva se ha basado en la gestión de las divisorias fronterizas y políticas, propiciada por la creación del Parque Transfronterizo de Prespa en el año 2000.
Y en Banc d’Arguin, en la costa de Mauritania, junto con el banco de desarrollo KfW, el Fondo Francés por el Medio Ambiente Mundial y la Agencia Francesa de Desarrollo, contribuimos a la creación del Fondo Fiduciario de Banc d’Arguin y la Biodiversidad Costera y Marina para apoyar la conservación de su litoral, subrayando la necesidad de financiación a largo plazo.
La naturaleza es negocio
La investigación científica práctica, el trabajo con las comunidades locales, la interacción entre espacios paisajísticos, la colaboración transfronteriza y la innovación en la financiación son factores esenciales para mantener la vida en el planeta y la salud de los sistemas naturales que sustentan la actividad empresarial.
El Informe sobre la disparidad en las emisiones publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en noviembre no deja lugar a dudas. A menos que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero se reduzcan a razón de un 7,6 % anual de aquí a 2030, incumpliremos el objetivo de 1,5°C del Acuerdo de París y sufriremos un colapso climático.
Y la evaluación global publicada por la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) en mayo revela que la naturaleza se está deteriorando a un ritmo sin precedentes en la historia de la humanidad. Un millón de especies están amenazadas de extinción y es probable que veamos consecuencias importantes para los sistemas naturales y las personas de todo el mundo.
Es necesario cambiar los planteamientos tradicionales.
Las empresas pueden comprometerse con la naturaleza estableciendo objetivos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero basados en la ciencia y preparándose para establecer objetivos para otros sistemas naturales, así como gestionando los riesgos relacionados con el agua y evaluando las repercusiones y dependencias que afectan al capital natural.
Las empresas pueden proteger y recuperar la naturaleza evitando la degradación y conversión del suelo, invirtiendo en paisajes productivos y promoviendo cadenas de suministro éticas en la agricultura y la silvicultura.
Y los inversores, las aseguradoras y los prestamistas pueden evaluar e integrar los riesgos para el capital natural, aplicar las recomendaciones del Task Force on Climate-related Financial Disclosures del Consejo de Estabilidad Financiera, y colaborar con el nuevo fondo neerlandés para el clima y el desarrollo en soluciones basadas en la naturaleza para economías resilientes al clima.
La economía sostenible y un nuevo pacto
Al margen de todas estas medidas, también tenemos que transformar nuestros sistemas económicos y de gobernanza, cambiando las reglas del juego que alimentan la búsqueda de crecimiento sin control y el constante aumento del consumo de materiales.
Debemos encontrar maneras de satisfacer nuestras necesidades y aspiraciones dentro de los límites de un solo planeta.
Esto significa integrar el valor de los sistemas naturales en nuestros procesos de toma de decisiones económicas, financieras y políticas —incluida la adopción de medidas de progreso que vayan más allá del producto interno bruto— y promover economías circulares y regenerativas que ofrezcan prosperidad a largo plazo y hagan realidad los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Por encima de todo, tenemos que forjar un nuevo pacto para la naturaleza y las personas que priorice el bienestar humano, la equidad y la inclusividad, y que cree una «economía natural» pujante.
Al igual que una voz empresarial unificada contribuyó a que se alcanzase el acuerdo climático de París en 2015, ahora puede impulsar un esfuerzo global para revertir la pérdida de naturaleza.
Solos, no podemos hacer frente a los complejos retos que tenemos por delante. Juntos, podemos encontrar un nuevo propósito, transformar el gobierno, la empresa y la sociedad civil.
No podemos elegir entre la naturaleza y nosotros. En 2020, fijemos un rumbo favorable hacia el futuro.
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