Ya hemos vivido más tiempo después de la caída del Muro de Berlín que mientras estuvo en pie
Pese al obstinado empeño de la industria cultural, el tiempo pasa. No hay remake multimillonario, disco revival o retorno inesperado de un complemento pasado que lo impida. Y lo hace a velocidad de vértigo: ayer se cumplieron 10.316 días desde que los berlineses derribaran el muro que les había separado durante casi tres décadas. Exactamente el mismo tiempo que estuvo en pie.
La efeméride puede parecer trivial, pero ha merecido diversos especiales y reportajes en buena parte de la prensa internacional, especialmente la alemana. DW habla de los muchos alemanes del este que trataron de esquivarlo, a menudo empleando el casi centenar de túneles subterráneos escavados durante los años del telón de acero; y el Berliner Zeitung, el diario local de Berlín, ha abierto hoy con tan fantástica fecha.
Lo cierto es que nuestra sensación temporal es menor. En gran medida por nuestro desigual sentido del paso del tiempo: del mismo modo que aún cuesta creer que el Nevermind de Nirvana esté mucho más cerca del Let It Be de los Beatles que de nuestro tiempo presente, la influencia del Muro de Berlín ha sido tan extensa que su cercanía ha quedado magnificada por la memoria popular. Más allá de hecho, los 10.316 días de muro revelan otra cosa: el siglo XX fue muy corto.
Todos los siglos duran lo mismo (cien años), pero no todos son igual de largos. La máxima fue propuesta por primera vez por el historiador Eric Hobsbawm, cuya lectura de la historia deparaba una cruda realidad cultural superior al mero paso de los años: si existió un siglo XIX largo que se extendió desde la Revolución Francesa hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, existió un siglo XX corto que fue desde la Gran Guerra hasta la caída del muro.
La idea de Hobsbawm encaja como anillo al dedo a un acontecimiento tan final, y al mismo tiempo tan transformador, como la caída del muro de Berlín. La noche del 9 de noviembre no sólo representó el fin de una división artificial en el corazón de la capital alemana, sino el cierre de un periodo de tiempo en el que el mundo erradicó los cimientos del mundo antiguo y se transformó, dos guerras mundiales mediante, en algo nuevo. Mejor o peor, pero nuevo.
De forma breve, Hobsbawm proponía que el fin de la Primera Guerra Mundial erradicó los imperios y aniquiló la raíz aún aristocrática de los estados modernos, abriendo un periodo de incertidumbre total, expuesto a nuevas ideologías y movimientos sociales, cuyos conflictos inherentes (de clase, nacionales) condujeron de forma inevitable a la Segunda Guerra Mundial. Tras esta, el mundo quedó polarizado entre dos bloques (capitalista y comunista) antagónicos y enfrentados.
No es casual que el 9 de noviembre de 1989 representara también el principio del fin de la Unión Soviética, surgida sólo en el contexto revolucionario y transformador de la Primera Guerra Mundial. Su vida representa el "siglo corto", un periodo breve, conectado por sus pulsiones y sus consecuencias históricas, en el que la historia se puso patas arriba. Cuando el muro cayó (y con él el bloque comunista), el mundo no tenía nada que ver con aquel previo a 1914.
Tan rápido e influyente cambio fue inédito en la historia de la humanidad. De ahí que la figura del "muro" sea tan omnipresente: pese a su corta vida (se levantó por primera vez en 1961, dieciséis años después del fin de la Segunda Guerra Mundial) dominó el corazón del siglo XX y simbolizó el futuro en un pañuelo de Europa. Fueron pocos años, pero claves para entender la historia de Europa y del resto del planeta en adelante.
Ahora, a esos 10.316 días (veintiocho años) les separan otros 10.316 días en los que el orden político surgido del siglo XX apenas se ha visto alterado (pese a sus recientes tambaleos y turbulencias, como el amplio debatesobre la decadencia de la democracia liberal pone de manifiesto).
Para hacernos una idea de la escasa brevedad (y explosividad) de los años del muro (y del verdadero significado del "siglo corto"), he aquí un listado de cosas que lograron o han logrado vivir más tiempo que el propio Muro de Berlín.
Inexplicablemente, Bono.
La carrera política de Mariano Rajoy.
Informe Semanal y Estudio Estadio.
La vida cinematográfica de Penélope Cruz.
El tiempo que un francés lleva sin ganar el Tour de Francia.
El F-16 y el Su-24. Sí, siguen ahí.
El Internet comercial.
Un whisky añejo de 30 años.
La vida pública de Donald Trump.
El tiempo que Argentina lleva sin ganar un Mundial de Fútbol.
El teléfono móvil.
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