Lo que ocurre después de 30 días de pensamiento positivo

Con la colaboración de Forbes España.
Snowboarding - Pyeongchang 2018 Winter Olympics - Women's Halfpipe Qualification - Phoenix Snow Park - Pyeongchang, South Korea - February 12, 2018 - Chloe Kim of the U.S. reacts after her run. REUTERS/Mike Blake TPX IMAGES OF THE DAY     SEARCH "OLYMPICS BEST" FOR ALL PICTURES. - RC1FCEDEC190

Image: REUTERS/Mike Blake

Elena Moreno

A los poderes oscuros, como si de los Sith o de Lord Voldemort estuviéramos hablando, no se les combate en un par de capítulos. Solo las mentes más fuertes y disciplinadas pueden entrenarse para destruirlos. Adoptar una rutina de tan solo treinta días podría ser una buena prueba para saber si perteneces al lado luminoso de la fuerza. ¿O no?

¿Puedes mejorar tu estado general solo concentrándote en pensamientos positivos? La idea de usar afirmaciones ha demostrado unos beneficios tangibles. David Sarwer, director del Centro de Investigación y Educación sobre Obesidad de la Universidad de Temple comienza habitualmente sus tratamientos haciendo que sus pacientes se hablen a sí mismos en un espejo, entrenándoles para que usen términos alentadores antes de arrancar con un régimen.

Sin embargo, hay que coger las teorías sobre las palabras positivas con precaución; hacerlo a toda costa puede suponer, en ocasiones, mentirnos a nosotros mismos. Por más que digas que naciste en la luna, lo sentimos: eres un terrícola más. Ni siquiera te hará feliz. Si tu objetivo es vivir constantemente con una sensación de optimismo, sin una mínima recaída, la cruda realidad es que no es posible hacerlo.

Nuestra cultura insiste en que es casi una obligación ser feliz a todas horas, pero ni siquiera estamos hechos para ello. Las emociones negativas también tienen un sentido: el truco es estar atentos y aprovecharlos para mejorar nuestros comportamientos.

Arrancar con la gratitud es un buen punto de partida. La gratitud engendra humildad, y esta a su vez inculca sensibilidad en los demás para aprender a responder a los estímulos negativos. Por ejemplo, si alguien no responde a un mensaje con la rapidez que nos gustaría, podemos pensar que está enfadado, irritado, o en el extremo del caso, ¡que no quiere saber nada de nosotros! En el otro lado de la balanza, podríamos simplemente deducir que está ocupado o se quedó sin batería, y que lo hará de buen grado cuando tenga la oportunidad. No hagas de cada situación algo personal.

La ciencia es la ciencia: prueba a empezar cada día con algo de gratitud hacia aquellas cosas que te rodean que, a fin de cuentas, no están tan mal. Es una forma de recalibrar aquello a lo que prestamos atención, de formar un inventario de pensamientos algo más agradables.

El pensamiento positivo está relacionado con el aumento de la esperanza de vida, un menor riesgo de enfermedades y un sistema inmunológico más fuerte. Pero tomarlo como rutina implica para ello un proceso interminable de archivar pensamientos negativos y reemplazarlos por otros de cara más amable.

Es preocupante que la constante autoimposición de ser feliz pueda sabotear tu objetivo. ¿Podría ser que ese estado de ánimo fuera artificial, y se desvaneciera a la mínima con un soplido? Quizás treinta días sean pocos para asegurarte emociones sólidas y estables, pero son suficientes para empezar a crear hábitos.

Eso sí, si te fuerzas a ti mismo a ser una máquina de sonrisas serás precisamente eso: un robot. Poco más que un impostor. Esa felicidad no funcionará. La idea, después de todo, no es alcanzar un paraíso donde quedarnos a vivir. Es mejor continuar con la idea de que un estado triste no será agradable, pero tiene cierto valor. Al fin y al cabo, la vida no es una escalera, sino más bien una montaña rusa. Y para valorar los buenos momentos, es necesario conocer los malos.

Una perspectiva positiva no significa graparte las comisuras de los labios o contar a todos lo excelente que es tu vida en las redes sociales; significa sacar un valor a cada situación. Y saber hacerlo, a la larga, realmente te hará feliz.

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