El microondas da cáncer y otros 18 mitos desmontados por la medicina
Image: REUTERS/Kim Kyung-Hoon
1. Muchas de las falsas creencias que campan sobre nutrición, salud y hábitos de vida beben de leyendas, malas interpretaciones, miedos o generalizaciones que pasan por alto los avances científicos.
No padezca si duerme en una habitación con plantas ni tema al microondas o al wifi por creer que sus emisiones son cancerígenas. Del mismo que modo, no confíe en aquellas personas que le digan que solo puede usar el 10% de su cerebro.
2. Utilizar microondas da cáncer
Rotundamente falso y lo mismo aplica a los teléfonos móviles o los ordenadores. "Los alimentos en un horno microondas se calientan gracias a la excitación que producen las ondas sobre las moléculas de agua presentes en mayor o menor medida en los alimentos. No se trata de radiación ionizante, por lo que no tiene efecto capaz de provocar mutaciones en el ADN celular", señala Manuel Castro.
"Otro mito frecuente es pensar que el microondas destruye los nutrientes de los alimentos. De hecho, puede ser mejor opción que otros métodos de cocción, por ejemplo para las verduras", añade Marian García.
3. El agua oxigenada es buena para las heridas
Recurrir al chorro de agua oxigenada parece inevitable cuando tenemos una herida abierta. Sin embargo, el picor que genera es signo de que daña las células de la piel. Por esto, el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos desaconseja rociar con agua oxigenada la piel y las membranas mucosas para todos los casos.
El agua oxigenada de uso doméstico no es un buen antiséptico, dado que no elimina todos los gérmenes. "El agua oxigenada, en realidad, es menos efectiva que otros antisépticos y puede ser agresiva para la piel. Aunque resulta interesante en algunos casos, actualmente el antiséptico de elección para tener en casa es la clorhexidina", indica Marian García.
4. El embarazo dura nueve meses
Es una de las generalizaciones más frecuentes en el terreno de la salud. Aunque la cifra de nueve meses haya dado nombre a títulos de películas, en lo que la gestación se refiere, lo correcto es hablar de semanas: Un embarazo considerado 'a término' tiene una duración entre 37 y 40 semanas. "Incluso considerando la cifra clásica de 40 semanas, esto no serían nueve meses, sino nueve meses más una semana, o nueve meses y un cuarto", explica el médico Manuel Castro, el médico Manuel Castro, especialista en medicina preventiva y salud pública del Complejo Hospitalario Universitario de La Coruña y miembro del colectivo escéptico Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico (ARP-SAPC).
Más allá de esto, lo realmente curioso es que "no todas las semanas son realmente de embarazo, se comienza a contar antes de que tenga lugar la fecundación. La fecha de inicio es el primer día de la última menstruación de la madre. Y —muy probablemente— la concepción habrá tenido lugar entre dos y tres semanas después tras esa fecha, y eso sin valorar lo regular de los ciclos de cada embarazada", añade.
5. Demasiada sal no es saludable
Cuando a alguien le dicen que tiene la presión arterial demasiado alta o que debe bajar kilos, más de una vez mira con recelo al salero, confiando en que eliminar la sal de la dieta se convertirá en la solución. Error. "Estudios recientes de la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston (Estados Unidos) indican que una dieta baja en sodio ni es tan beneficiosa para nuestra salud ni ayuda a disminuir la presión arterial. La clave está en la ingesta de sodio, potasio y magnesio. Entre las personas que participaron en el estudio, aquellas con mayor ingesta combinada de sodio (3,7 gramos al día) y potasio (3,2 gramos al día) tuvieron la presión arterial más baja", explica la dietista-nutricionista Elisa Escorihuela.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un consumo inferior a los 5 gramos de sal al día, que es aproximadamente la sal que cabría en una cucharilla de café. Pero la experta explica que no es la sal de nuestros saleros la que debemos dejar de usar: "Si pensamos que debemos recortar el consumo de sal de nuestros saleros nos equivocamos, el exceso que consumimos está en los alimentos precocinados, aperitivos industriales y salsas que compramos. Lo aconsejable es reducir a cero los alimentos envasados y preparados".
6. Si tiene sobrepeso, no hace vida sana
El sobrepeso se ve como el antónimo a llevar una vida saludable. Sin embargo, aunque no es la mayor parte de la población, hay personas que aún haciendo ejercicio regularmente y comiendo una dieta sana tienen sobrepeso. Los motivos para que esto ocurra pueden ser muchos, desde un desajuste hormonal hasta un tratamiento médico o incluso la genética.
Además, "una complexión robusta o atlética puede llevar implícita un peso por encima de la media (debido fundamentalmente a una gran proporción de masa muscular), sin necesidad de que eso suponga ningún problema", describe Àlex Pérez.
Pero, atención, no hay que bajar la guardia. "Por esto tampoco tenemos que dejar de pensar en que realmente existe una relación entre nuestro peso y estado de salud. Hay que mantenerse en un peso adecuado, comer de forma saludable y seguir un estilo de vida saludable", recuerda Elisa Escorihuela.
Hace ya tiempo que los cinco sentidos clásicos —vista, oído, tacto, olfato y gusto— se han quedado cortos a la hora de explicar lo que el ser humano es capaz de percibir sobre sí mismo y su entorno.
"Hoy se añaden unos cuantos más. Entre los más claramente establecidos están la termocepción o termorrecepción —que es la sensación de calor o su ausencia—, el sentido del equilibrio —que permite moverse, acelerar o frenar sin perder nuestra orgullosa bipedestación—, la propiocepción —por ejemplo, saber sonde está situada ahora mismo tu mano izquierda sin mirar—, la nocicepción o sentido del dolor", enumera el médico Manuel Castro.
Y la lista no termina ahí. "El mismo concepto de sentido es difuso. Si lo entendemos como un sistema para recibir información sobre nuestro propio cuerpo y el mundo, podríamos añadir el sentido del tiempo, una especie de cronorrecepción, por no hablar de sensaciones tan familiares como el hambre o la sed", describe Castro.
8. Hacer chequeos periódicos es bueno para la salud
Muchas personas sanas optan por hacerse chequeos médicos cada año creyendo que esos controles garantizan una buena salud. Lo mismo sucede entre quienes piensan que cuantas más pruebas clínicas haya pasado, mejor será para su organismo. Pero, indica el médico de familia Salvador Casado, que "no hay evidencia científica de que sea realmente bueno, porque es someter a personas sanas a pruebas que no tienen un impacto demostrado en la salud".
"En cuanto a la petición de pruebas, mucha gente desconoce que cada prueba diagnóstica, como pasa con los fármacos, tiene efectos secundarios o no deseados. Las pruebas clínicas son útiles cuando son solicitadas por un clínico que sospeche una enfermedad, pero cuando la prueba se pide sin este argumento, son muy frecuentes los falsos positivos o falsos negativos que luego pueden desembocar en conductas clínicas con perjuicios para la persona", añade.
9. La miel es un azúcar natural y, por tanto, es mejor que el azúcar procesado
Si en su desayuno nunca falta una buena dosis de miel porque cree que así quedará a salvo de los perjuicios del azúcar procesado, lo mejor es que vaya desechando esa creencia. "El azúcar siempre es azúcar y el cuerpo no distingue la procedencia de una molécula" advierte el diestita-nutricionista Àlex Pérez, del Centro de Atención Primaria de Vallcarca-Sant Gervasi en Barcelona. Por esto, añade, "el abuso de la miel puede ser igual de perjudicial para nuestra salud que el del azúcar refinado".
"El azúcar blanco que se le pone al café contiene un 100% sacarosa, mientras que la miel es una mezcla de fructosa, glucosa, sacarosa y un 18% de agua, junto con alguna pequeña cantidad de vitaminas y minerales", indica el experto. Pero esta combinación no hace quita que sus tres ingredientes principales sean azúcares que, sin importar su procedencia, "producen el mismo efecto en nuestro organismo".
Aunque a muchas personas se resisten a creerlo, recuerda la doctora en Farmacia y nutricionista Marian García, la Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que los azúcares presentes de forma natural en la miel, los jarabes, los jugos de fruta y los concentrados de jugo de fruta se consideran azúcares libres. Y estos, estén presentes de forma natural en el alimento o sean añadidos posteriormente, son "uno de principales factores que está dando lugar a un aumento de la obesidad y la diabetes en el mundo", indica la OMS.
"La miel contiene en torno a un 80% de azúcares que en el organismo se comportan como azúcares libres. Por tanto, su ingesta debería limitarse al igual que la del azúcar blanco", concluye García.
10. La conmoción cerebral solo se produce porque se ha dado un golpe
El encéfalo es un órgano con una textura gelatinosa que reposa dentro de una superficie dura, como es el cráneo, únicamente separado y protegido por las meninges y el líquido cefalorraquídeo. “Esto es importante porque normalmente impide que, con el movimiento, el encéfalo se golpee contra el cráneo, cuya superficie interna es muy irregular, con prominencias óseas", afirma Azuquahe Pérez.
Cuando recibimos un golpe en la cabeza, el órgano puede golpearse contra el cráneo y esto también puede ocurrir si hacemos un movimiento muy brusco. Esto es lo que se llama conmoción: "Es una alteración del estado mental secundario a un trauma, que se puede producir ante golpes directos o ante movimientos rápidos de la cabeza o de aceleración/desaceleración. En estos casos, la protección del líquido cefalorraquídeo no es suficiente y el cerebro se golpea contra el cráneo, dando lugar a la conmoción cerebral y a otras complicaciones sin necesidad de un golpe directo. Esto es de especial importancia en gente mayor, donde la relación continente-contenido (cráneo-encéfalo) es mayor dada la atrofia cerebral que aparece con la edad", explica Azuquahe Pérez.
11. No importa pasarse con el aceite de oliva porque es saludable
El aceite de oliva constituye todo un símbolo de la dieta mediterránea. Entre los beneficios que se le atribuyen a este preciado oro líquido está el de que ayuda a bajar de peso. "Es un alimento saludable, pero dada su composición, que es principalmente 99% grasa, ácidos oleicos monoinsaturados que son cardiosaludables, no se puede decir a las personas que consuman 200 mililitros al día sin problema porque le va a hacer un bien a su salud", explica la nutricionista Luisa Solano.
“No se puede decir que ayuda a bajar de peso, porque esa idea se graba a fuego en la mente del consumidor y se tiende a abusar. En realidad, pasa todo lo contrario. Se empieza a notar un incremento de peso al consumir de forma excesiva esa grasa, por muy saludable que sea”, señala esta experta, continúa la experta.
La cantidad recomendada al consumir aceite de oliva se sitúa en torno a las tres o cuatro cucharas soperas al día, que se pueden distribuir en las distintas comidas.
12. Beber una infusión hace bajar de peso
Sea rojo o verde, el té es una de las bebidas que más simpatías despierta por su asociación a una dieta saludable. Además, muchas personas creen que esta bebida humeante puede ser una aliada para combatir los kilos demás.
"Este tipo de infusiones tiene componentes antioxidantes, pero en ningún caso nos hace bajar de peso. No pasará nada por beber cuatro litros de té manteniendo el mismo estilo de vida sedentario con el mismo consumo de energía”, recalca la nutricionista Luisa Solano, doctoranda en nutrición en la Universidad Complutense de Madrid.
No todo es lo que parece, por lo que no debemos dejarnos engañar por los beneficios del té. Pasarnos con la cantidad puede repercutir en nuestra salud: "No debe sobrepasar las tres tazas al día. Las indicaciones de estas infusiones son importantes en el caso de las personas hipertensas o con sobrepeso, por su propensión a una tensión arterial elevada, ya que el contenido de estas infusiones puede elevar la tensión y generar taquicardia, al igual que como en otras puede tener efecto laxante", indica Solano.
13. Los ciegos no pueden ver nada
No. La afirmación no sirve para todos los tipos de ceguera. "Primero habría que especificarlo, dado que el término se puede confundir, pero incluso en el más grave, el de la ceguera total, hay estudios que han demostrado que los encéfalos de quienes la padecen son capaces de responder de forma significativa a la luz aunque no sea de forma consciente. Y no solo eso, además, la presencia de esta les permitía realizar de forma más eficaz distintas tareas", explica Azuquahe Pérez.
Esto se debe, según los expertos, a que tenemos distintos tipos de receptores en la retina y a que las vías que recogen información desde nuestros ojos no se encargan únicamente de la visión. "Una parte irá al área pretectal, la relativa a los reflejos que modulan el tamaño de la pupila y el cristalino; otra a los colículos superiores, la vía responsable de la regulación de los movimientos oculares que se producen en respuesta a la información visual —movimientos de orientación de la cabeza y los ojos—; y otra al hipotálamo para la regulación de los ritmos circadianos. Es probable que esta reacción a la luz en estos pacientes se deba a esta última vía", señala este especialista.
14. Comer de noche te hará engordar
Comer a una determinada hora no va a ser lo que nos hará haga engordar. "Lo que hace ganar kilos es comer más de lo que nuestro organismo es capaz de consumir, sea de noche o de día. Las variaciones hormonales reguladas por el ciclo circadiano (noche-día) pueden modificar la apetencia o sensación de saciedad, pero comer un donut con chocolate acompañado de un refresco de cola hará engordar igual sea la hora que sea", sentencia el nutricionista Àlex Pérez.
Lo que sí podría significar el hecho de que piquemos por la noche, como indica Pérez, es que tengamos un desajuste en los horarios y necesitemos reordenarlos.
15. La comida ecológica está libre de pesticidas y es más nutritiva
Muchos atribuyen a los productos con las etiquetas "bio" o "eco" mayores beneficios que los que no lo llevan. Creemos que estos alimentos han sido plantados de forma más natural y tendemos a pensar que no se han utilizado pesticidas como en la agricultura convencional y otros productos químicos. Pero, ¿quiere esto decir que realmente son mejores para nuestra salud?
"No existe evidencia científica de que los alimentos ecológicos sean más nutritivos y saludables. Aunque es cierto que en la agricultura ecológica no está permitido el uso de productos de síntesis, se puede utilizar algunos plaguicidas y productos fitosanitarios bajo condiciones como la gestión de plagas, enfermedades y malas hierbas", observa Marian García.
"En los cultivos 'bio' se autorizan algunos pesticidas naturales, como el sulfato de cobre o el caolín (con aluminio), entre otros. Estas sustancias no son inocuas, su acumulación puede ser igual o más tóxica que algunos de los pesticidas llamado 'sintéticos", añade Àlex Pérez.
No hay que confundir, como sugiere este experto, el hecho de asociar propiedades saludables a que nos seduzca la idea de apostar por la agricultura de proximidad. "Lo que más suele seducir de los alimentos ecológicos es la producción de proximidad y beneficiar a pequeño agricultores de nuestro entorno. Y mantener la diversidad de las variedades, por cultura gastronómica y porque rescatando algún gen de una variedad, quizá se puedan crear nuevas variedades con una mayor riqueza vitamínica o más resistente a ciertas enfermedades vegetales", subraya este nutricionista, que aboga por comprar tomates ecológicos de Almería y no aquellos que traen de Holanda y que tienen todos el mismo aspecto.
16. La lengua solo detecta cuatro tipos de gusto
Se remonta a 1901. Procede del famoso mapa de la lengua, según el cual cada zona de la lengua tiene unos receptores para cada uno de los cuatro sabores clásicos: dulce, salado, ácido y amargo.
"Hoy se reconocen cinco sabores. A los cuatro conocidos se les ha añadido el umami, sabor propio del glutamato monosódico y que se asocia con sabores intensos. Pero la razón fundamental de que este mapa sea erróneo es que se sabe con certeza que cualquier zona de la lengua es capaz de discernir todos estos sabores con la suficiente intensidad para ser percibidos", señala el médico Manuel Castro.
17. Si pongo una planta en el dormitorio, me robará el oxígeno
Al caer la noche, más de uno saca al balcón o terraza sus plantas de interior por miedo a que les robe el oxígeno que necesitan para respirar mientras duermen. Una idea que procede del descubrimiento de la fotosíntesis, el proceso por el que las plantas de hoja verde durante el día inhalan dióxido de carbono y liberan oxigeno, pero en horas nocturnas hacen lo contrario.
Téngalo claro, las plantas no son el enemigo. "Es uno de los errores conceptuales con las plantas que más se nos resisten. No pasa nada que las plantas estén por la noche en la habitación. Las plantas respiran menos que la persona con la que dormimos. Eso es tan cierto como cuando dormimos en plena naturaleza por una acampada y no nos pasa nada”, explica María José Carrau, responsable del Gabinete de Didáctica del Jardín Botánico de Valencia.
Más allá de la fotosíntesis, explica Carrau, que este miedo a las plantas podría partir de una historia casi mitológica; "Remite al miedo que proporciona un bosque, y luego lo trasladamos a una maceta de geranios. Nos quedamos con la idea de que la maceta no duerma en nuestro dormitorio por si acaso, se asocia a algo malo".
18. Solo utilizamos el 10% de nuestro cerebro
Es de los mitos más antiguos y extendidos, hasta el punto de contar con su propia entrada en Wikipedia. Parece dar igual la cantidad de veces que se desmienta, siempre consigue resurgir. Pero su poder para volver a la vida no lo convierte en veraz: es absolutamente falso.
El doctor castro lo explica claramente: "Si nos dicen que solo usamos el 10% de nuestro cerebro en una charla de motivación, nos están engañando. Y si nos lo dicen en un entorno laboral y se trata de un superior, probablemente quieran explotarnos", describe Manuel Castro.
Utilizamos casi todo nuestro cerebro la mayor parte del tiempo y, solo cuando estamos en completo reposo y se puede registrar un porcentaje tan bajo de actividad. Se ha demostrado una y otra vez en estudios de imagen que reflejan las zonas que están en actividad en nuestro sistema nervioso central.
Lo que sucede es que, no en todo momento usamos todas sus partes al mimo tiempo. "Cada región es relevante y no sólo por su función principal, sino también por lo que implica en el funcionamiento del resto (en las redes neuronales). De ahí el empeño en evitar y tratar enfermedades en las que una parte de nuestro encéfalo se daña, como ocurre en el ictus. Si solo usáramos el 10%, las consecuencias de estas enfermedades no serían tan graves", explica el neurólogo Azuquahe Pérez, del Hospital General de La Palma (Santa Cruz de Tenerife)
Es más, que todas las partes de nuestro cerebro funcionasen a la vez sería una catástrofe, dado que nuestro cerebro dispone de zonas cuya acción es contraria. "Por ejemplo, no podemos estirar y flexionar a la vez nuestro brazo o abrir y cerrar los ojos a la vez. Para que podamos estirar el brazo tendremos que relajar los músculos que lo flexionan porque si ambas cosas suceden a la vez el brazo se quedará rígido en la posición inicial. Si pasa en todo el encéfalo, lo más parecido sería una crisis epiléptica", apunta este neurólogo.
19. Hay que dormir ocho horas
Cualquier cifra es arbitraria y cada persona duerme horas diferentes durante la misma etapa de su vida sin suponer perjuicios.
"En medicina, los ritmos circadianos —los que se repiten cada día— han sido estudiados desde hace mucho tiempo y se sabe que los niveles detectados de la melatonina —la hormona responsable del ciclo sueño-vigilia— dependen de la cantidad de luz ambiente. No creo que estemos en condiciones de decirle a la gente cuanto debe dormir. Ni cuanto ni cuando", explica Manuel Castro.
Además, las características y necesidades de sueño se modifican con la edad. "Diversos estudios han demostrado que el tiempo total de sueño, su eficiencia y el sueño profundo disminuyen con el envejecimiento, mientras que el número de despertares nocturnos y el tiempo que se pasa despierto durante la noche aumentan. Estos cambios se asocian a cambios en los procesos circadianos y homeostáticos que regulan el sueño y también con cambios fisiológicos y psicosociales propios de la edad", indica Azuquahe Pérez.
La ciencia nos dice —eso sí— que por lo general dormimos menos de lo que deberíamos en los días laborables y algo más de lo debido en los no laborables. "Es lo que se ha dado en llamar el jet lag social, que se postula como un factor de riesgo para distintas enfermedades", explica Pérez.
"Debemos saber que el sueño es esencial para la salud y los trastornos del mismo acarrean múltiples problemas, también por el abordaje terapéutico errático que muchas veces se sigue. En este sentido, hay otro mito que derribar: muchos de los trastornos del sueño que vemos se deberían tratar inicialmente con medidas no farmacológicas de higiene del sueño”, describe Pérez.
20. La zanahoria da una excelente visión nocturna
Se trata de un mito con historia bélica de fondo. "Durante la Segunda Guerra Mundial, la Fuerza Aérea Británica (RAF) logró cumplir una operación estando a oscuras durante la noche. Para explicar la hazaña, el Ministerio de Alimentación afirmó que los soldados lo habían logrado gracias a la buena visión nocturna que tenían por comer muchas zanahorias durante el día”, recuerda la dietista, Elisa Escorihuela.
Esta hortaliza es muy rica en beta-caroteno (provitamina A), una sustancia que le otorga su típico color naranja, y que tras la digestión y absorción, se transforma en vitamina A. "Para formar una molécula de vitamina A se necesitan grandes cantidades de beta carotenos. Cuando el organismo detecta niveles suficientes de betacarontenos los autorregula para no acumular niveles altos de vitamina A, porque pueden llegar a ser tóxicos, por lo que darse un atracón de zanahorias no va a ser mejor para nuestra visión”, apunta esta nutricionista.
La vitamina A activa —o retinol— también se puede encontrar en los huevos, la leche, la mantequilla, la carne y el pescado. Por su parte, los beta-carotenos son abundantes en la calabaza, boniatos, papaya, mango, etc. Es decir, en todos los vegetales de color anaranjado. "Es cierto que un déficit de vitamina A puede provocar problemas de visión, como la llamada ceguera nocturna. Pero decir que cuanto más zanahoria se coma, mejor será la visión de noche, puede ser demasiado aventurado”, asegura el nutricionista Àlex Pérez.
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