«Machoexplicación»: los hombres me explican cosas que ya sé
Image: REUTERS/Bryan Woolston - RTSWR2W
Hubo un teólogo que un día empuñó su pluma y proclamó que las mujeres no querían votar. No hacía falta que ellas lo anunciaran. Ya asumía él la voz de esa «oposición silenciosa», que en realidad nunca se opuso, en un artículo que publicó The Atlantic, en 1903, con el título «Por qué las mujeres no desean el sufragio». Ahí, con un par y mucha tinta.
Los hombres llevan siglos apropiándose de las voces de las mujeres. Llevan siglos silenciando sus discursos y usurpando lo que dicen para plantarles después una autoría masculina. («¡¿Pero esto no lo acabo de decir yo?!», se preguntan muchas). Ocurre hoy en las reuniones de trabajo y en la barra del bar. Es algo conocido y, además, hay datos. La historiadora Mary Beard lo tiene bien documentado desde la Antigüedad hasta hoy.
Tampoco es raro que un maromo interrumpa a una mujer y pretenda explicarle algo que ella sabe incluso mejor que él. Lleva siglos ocurriendo y un día le tocó a la escritora Rebecca Solnit. Un hombre le preguntó sobre qué escribía. Ella le habló de su libro sobre Muybridge y él la interrumpió: «¿Y conoces ese libro tan importante que se ha publicado este año sobre Muybridge?». El tipo empezó a hablar del libro, que no había leído pero que conocía por una reseña, y una amiga de Solnit lo intentó parar.
—Es su libro. El libro de Rebecca.
El hombre siguió su perorata.
—Es su libro. El de ella —repitió la amiga.
Y dale Perico al torno. El hombre seguía con su explicación. (¿Un hombre que interrumpe y no se deja interrumpir? Naaah).
Rebecca Solnit decidió contar lo que en principio parecería una anécdota si no fuera porque, en realidad, es un clásico. Escribió un ensayo titulado Los hombres me explican cosas y a partir de ahí hizo visible y tocable la machoexplicación. Esta idea rodaba por las conversaciones sin un nombre hasta que el 21 de mayo de 2008, en un foro, alguien la llamó mansplaining. ¡Neologismo!
Los anglosajones, que son tan buenos en marketing y en poner nombres y etiquetas a todo, dieron voz al concepto. En español podría traducirse como machorragia, según propuso la periodista Soledad Gallego-Díaz en una reunión del consejo asesor de la Fundéu, y como machoexplicación porque resulta fácil para acompañarlo de una familia: machoexplicar (la acción) y machoexplicador (el que lo perpetra). El término inglés tampoco está solo. Desde que lo inventaron se está haciendo una panda con manterruption o manterrupción (en español, para designar la insolencia de interrumpir) y manologue o manólogo (este sí que suena bien en español, un manolo que suelta un monólogo).
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