Gigantescas torres de 500 metros: el plan chino para engullir la contaminación
Mientras por estos lares se debate sobre la conveniencia ( y la eficiencia) de las restricciones de tráfico aplicadas en Madrid, en otros puntos del orbe se intentan combatir a marchas forzadas los efectos de la contaminación: a estas alturas, no basta con medidas para evitar que los niveles de polución se sigan incrementando, como prohibir la compraventa de vehículos diésel y de gasolina —cosa que en España, por el momento, ni se vislumbra —. Ya hay quienes trabajan en una solución más directa: absorber los contaminantes que amenazan la salud y el medioambiente.
Uno de esos lugares en los que el reto se ha convertido en una imperiosa necesidad es China. Sin ir más lejos, el gigante asiático afrontó hace ahora un año un periodo de alerta roja por contaminación que afectaba a un tercio de la población. En Pekín, la capital, la concentración de partículas perjudiciales para la salud llegó a superar en 15 veces el límite recomendado por la Organización Mundial de la Salud.
La ingeniosa solución de un grupo de investigadores de la Academia China de las Ciencias liderado por el profesor Cao Junji tiene forma de torre y el efecto contrario a las temibles chimeneas de las fábricas. Cerca de la ciudad de Xi’an, hogar de los famosos guerreros de terracota, se ha instalado el purificador de aire más grande del mundo: 100 metros de altura para reducir ese esmog que ya ha sido vinculado con enfermedades respiratorias, cardiovasculares e incluso con el alzheimer.
Y es tan solo el comienzo. De hecho, este gigantesco purificador que ha batido todos los récords no es más que un experimento para poner a prueba la eficacia del sistema. El objetivo real es levantar torres de 500 metros de altura y 200 metros de diámetro a lo largo y ancho del país asiático con las que reducir la contaminación en varias decenas de kilómetros a la redonda.
Esta primera torre experimental ya ha demostrado ser de utilidad. Según el propio Junji, el purificador habría permitido mejorar la calidad del aire en un área circundante de unos 10 kilómetros cuadrados, produciendo la nada desdeñable cifra de 10 millones de metros cúbicos de aire limpio en unos pocos meses. Además, “apenas requiere de energía durante el día”, detalla el responsable del proyecto, con lo que sus operaciones son si cabe más ecológicas.
La torre, que aún habrá de multiplicar por cinco su tamaño en su versión definitiva, tiene en su base una de las claves de su eficiencia. El purificador está rodeado de invernaderos que son los encargados de absorber el aire contaminado y calentarlo a golpe de energía solar. Es entonces cuando el dichoso esmog asciende por la torre propiamente dicha, atravesando una serie de filtros que son los encargados de volver el aire nuevamente respirable. “Los resultados son bastante alentadores”, explica Cao, y asegura que las partículas más nocivas para la salud presentes en el esmog han llegado a a verse reducidas en un esperanzador 15 %.
Además, el purificador sería igual de eficiente en invierno, una estación especialmente complicada en términos de contaminación (con las frías temperaturas, la calefacción basada en carbón, muy extendida en China, se vuelve imprescindible), pues el revestimiento de los invernaderos que rodean la torre permite absorber la energía solar con la misma eficiencia que en otras épocas del año.
Por otro lado, los grandes inconvenientes de estas colosales torres, que podrían engullir la nube tóxica que se cierne sobre muchas ciudades, son precisamente su tamaño (solo el diámetro de la torre y la zona de invernaderos circundantes ocuparía un área de unos 30 kilómetros cuadrados) y el presumiblemente elevado coste, que ni siquiera ha sido revelado.
Por ambicioso que sea el proyecto comandado por Cao, no es el único que ha hecho suya la titánica misión de limpiar el aire. De hecho, no se trata de la primera torre edificada con tal fin en territorio chino. Ya en octubre de 2016, se instaló en Pekín el que por entonces era el purificador de aire más alto del mundo: se elevaba del suelo 7 metros.
Diseñada por el artista holandés Daan Roosegaarde, la torre itinerante rendía homenaje a las pagodas chinas. Su funcionamiento es parecido al del coloso que ahora se yergue en Xi’an: el purificador aspira el aire (por su parte superior) para filtrarlo y liberarlo una vez limpio. No obstante, esa aspiración consume unos 1.170 vatios por hora que no provienen de ningún tipo de energía renovable. A cambio, eso sí, los restos contaminantes filtrados sirven para producir anillosy otro tipo de joyas.
El artista Daan Roosegaarde ha creado anillos con los contaminantes filtrados de su purificador
No todos los planes para eliminar los contaminantes del aire pasan por levantar enormes torres. Una calle en la zona comercial de Londres, por ejemplo, está siendo utilizada como campo experimental para instalar baldosas inteligentesque, al ser pisadas por los peatones, generan la energía necesaria para alimentar, entre otras cosas, los purificadores de aire encargados de limpiar la contaminación de la capital inglesa. Mientras tanto, la empresa alemana Green City Solutionspropone llenar las ciudades de grandes bloques de musgo de más de 4 metros de alto que se encarguen de filtrar el aire de forma natural.
Sin embargo, la alternativa que más probabilidades tiene de ser efectiva en la lucha contra la contaminación y el calentamiento global es la que se basa enconvertir el dióxido de carbono en una nueva fuente de energía. En este sentido, dos iniciativas parecen estar a la cabeza.
En Islandia, la compañía suiza Climeworks puso en marcha hace escasos meses la primera planta de emisiones negativas de todo el mundo. Su función no es otra que filtrar el aire para capturar el dióxido de carbono y almacenarlo en el subsuelo. Así, la planta no solo cumple el obligado objetivo de reducir emisiones, sino que va más allá y absorbe el excedente de este gas causante del efecto invernadero.
Por su parte, Carbon Engineering, invertida por el mismísimo Bill Gates, ha logrado desarrollar un proceso que permite extraer el CO2 del aire en sus instalaciones de Vancouver para luego aprovecharlo como fuente de energía. No obstante, el sistema no solventaría el problema que pretende combatir la torre levantada en Xi’ian: las perjudiciales partículas presentes en el esmog que respiran cada día los habitantes de las áreas urbanas.
En cualquier caso, ya sea con altura o con más ingenio que talla, lo cierto es que hay lugares donde se preparan para la inminente (y urgente) lucha contra la contaminación. Cuando reducir las emisiones no es suficiente, lograr que las que ya hay se esfumen es fundamental.
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