Comer biológico no tiene por qué ser mejor

Con la colaboración de Yorokubu.
Valeria Saccone

Están en todas partes. Los productos ecológicos aumentan su cuota de mercado con crecimientos anuales del 25% en España, aunque no llega al 2% del consumo total. En las calles de las grandes ciudades es posible encontrar cada vez más supermercados dedicados exclusivamente a esta franja de mercado. En los establecimientos tradicionales, el sector de la comida biológica, sin pesticidas y respetuosa con el medioambiente, gana espacio a los enlatados de toda la vida.

Nos intentan convencer de que esto es lo mejor para la salud y para el planeta. Es lo último en el terreno farragoso de lo políticamente correcto, aunque es algo que está implantado desde hace mucho años en lugares como los Países Bajos y Alemania. ¿Pero es verdad que si no comemos ecológico nos extinguiremos como ratas? ¿O es otra dictadura del marketing de lo de «antes muerto que sin orgánicos»?

Esta es una de las preguntas implícitas que subyacen en el trabajo de Henk Wildschut. En Food, este fotógrafo holandés cuestiona los grandes dogmas de las sociedades occidentales contemporáneas sobre lo que comemos y lo que consumimos.

La producción biológica no siempre es lo mejor para el medioambiente

«Pocos temas generan tanto debate como la comida. Este debate está cada vez más marcado por la desconfianza y el pesimismo acerca de cómo se produce nuestra comida», escribe Wildschut en el preámbulo de su ensayo, que empezó en 2011 tras recibir un encargo del Rijksmuseum de Ámsterdam. «Yo estaba lleno de prejuicios sobre la industria alimentaria. La veía deshonesta, poco saludable y cero ética. Creía que estaba contribuyendo al declive de nuestro planeta, a diferencia de los viejos y buenos tiempos, y sentía que la palabra mágica orgánico podría resolverlo todo».

Wildschut empezó su proyecto con el objetivo de aclarar los malentendidos sobre la comida. «Después de dos años de investigación y fotografía, me di cuenta de que el discurso sobre la producción de comida es muy sutil. La reproducción en cadena puede mejorar el bienestar de los animales, por ejemplo, y la producción biológica no siempre es lo mejor para el medioambiente. A menudo un enfoque excesivamente polarizado puede ser una barrera para soluciones reales. La comida es un asunto demasiado amplio y complejo para ser tratado en términos de blanco y negro», escribe.

La comida es un asunto demasiado amplio y complejo para ser reducido a términos de blanco y negro.

Food muestra arquitecturas, personas y animales atrapados en un mundo aséptico y casi clínico. El fotógrafo holandés crea una serie de imágenes que buscan deliberadamente confundir al espectador. Nada es lo que parece. El lector tiende a proyectar sus ideas preconcebidas sobre lo que ve y llega a conclusiones que, en muchos casos, poco o nada tienen que ver con la realidad.

«Uno de los principales ejemplos en el libro es la foto de un ternero tumbado en un establo con una medalla en la espalda. Cuando expuse el trabajo en el Rijksmuseum, el granjero dueño del ternero se enfadó mucho. Dijo que la foto no era fiel a la realidad y que daba una imagen negativa de su granja. Pero esto era precisamente lo que yo quería», cuenta Wildschut desde Ámsterdam.

«Cuando ves la foto, crees que es una crítica a las condiciones de vida del ganado, recluido en establos en vez de pastar libremente al aire libre. Pero en realidad este ternero estaba descansando unos minutos. El ternero en cuestión tiene la posibilidad de salir del establo 24 horas al día durante seis meses al año», explica el autor. «Debe ser el ternero más feliz del mundo, porque, de hecho, este granjero tiene un punto activista y no maltrata su ganado. No pega etiquetas de plástico en las orejas ni les corta los cuernos. Es de estos granjeros que se esfuerzan para hacer las cosas bien y yo mostré exactamente lo contrario. Solo cuando lees el texto, te das cuenta de lo que realmente hay detrás de la imagen».

Tras realizar este proyecto, he dejado de juzgar a la gente que no come productos ecológicos.

El fotógrafo usa la duda como instrumento de investigación e intenta evitar a toda costa los tópicos en un país devoto de la comida ecológica. «Mediante la confusión que genero, intento mostrar que la realidad que hay detrás de las cosas no es romántica. Nuestros principales referentes son los argumentos de la industria y de las ONG. La primera intenta convencernos de que la comida que consumimos procede de granjas ideales. Las ONG tratan de mostrar un escenario mucho más negativo. Pero la realidad está en el medio», defiende Wildschut. «He evitado retratar las granjas bonitas y todos los clichés que pueden influenciar al espectador. Por esto casi todas las fotos tienen un aspecto clínico. Busqué ser lo más objetivo posible».

Food intenta colocar el tema de la comida en una perspectiva global. El autor pretende poner en entredicho el dogma, cada vez más asimilado en su país como un mantra, de que el mundo sería mejor si solo hubiese productos ecológicos. «Olvidamos que muchas personas en el mundo no tienen acceso a ningún tipo de comida. No tienen dinero ni para alimentar a sus hijos. En Holanda hay un movimiento que pretende prohibir toda la comida industrial, pero no todo el mundo tiene dinero para comprar un pollo caro y de calidad. Cuando colocas las cosas en una perspectiva más amplia, todo cambia», asegura Wildschut.

Tenemos una idea muy nostálgica de la comida. Pensamos que para salvar el mundo hay que volver al pasado en vez de mirar al futuro.

Todo su trabajo es una provocación con el fin de mostrar que la verdad, o lo que más se parece a ella, siempre está en el medio. Para él, tener esta consciencia es esencial a la hora de diseñar soluciones de cara al futuro. «La idea que tenemos de la comida es muy nostálgica. Pensamos que en el pasado todo era mejor y que para salvar el mundo hay que volver al pasado en vez de mirar al futuro. Mi conclusión es que hay que pensar en el futuro de una forma realista. En el planeta habrá cada vez más personas y una presión enorme sobre los recursos naturales. Tendremos que ser más inteligentes y eficientes. Podríamos resolver muchos de los actuales problemas relacionados con el medioambiente, si desarrollamos otro tipo de pensamiento», señala.

La conclusión a la que intenta hacernos llegar es que nunca deberíamos fiarnos de una imagen. «La fotografía siempre es mentirosa. No existe una única verdad, solo hay una percepción de la realidad. En mi trabajo intento mostrar la realidad con toda su dureza, pero muchas veces es más suave de lo que parece, como se deduce leyendo los textos. Lo que intento comunicar a los espectadores es que tienen que informarse antes de juzgar una imagen», destaca.

Si hay algo a lo que aspira este fotógrafo, es que las personas empiecen a pensar en la comida como un asunto complejo. «No soy un activista ni quiero serlo. No quiero convencer a nadie de lo que tienen que consumir. Tras realizar este proyecto he dejado de juzgar a la gente que no come productos ecológicos como hacía antes. Yo mismo hago la compra dependiendo del dinero que tengo mi bolsillo. Si no me sobra el dinero, compro comida barata como todo hijo de vecino», asegura el fotógrafo.

Food se propone desmontar los dogmas y la tendencia a pensar en la comida en términos maniqueístas de correcto y errado. Su autor intenta sugerir que la agricultura ecológica está bien, pero no es la única forma de salvar el mundo. «Lo más sabio sería parar de consumir carne, pero esto no va a suceder en un futuro próximo», afirma. «Por esto tenemos que pensar en nuevos caminos. En mi trabajo no levanto esta cuestión directamente. Solo digo que si seguimos comiendo carne, tenemos que hacerlo de la mejor manera posible».

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