Las exportaciones latinoamericanas a China se disparan un 30% en 2017
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China sigue agigantando su posición como gran socio económico de América Latina y el Caribe. La llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, un presidente abiertamente contrario al libre comercio y la multilateralidad que ha dominado el tablero en las últimas décadas, ha sido el empujón definitivo para el avance de Pekín. Pero los lazos comerciales y de inversión llevaban más de una década tejiéndose. Las últimas cifras apuntan en esa dirección: en 2017, las exportaciones de la región al gigante asiático se dispararon un 30%, según los datos hechos públicos este lunes por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El crecimiento de los envíos a China triplicó en el último año al de las ventas a Estados Unidos (10%).
"Las compras de China a la región fueron las más dinámicas al estar concentradas en los productos básicos, que presentaron una fuerte tendencia alcista", reconoce Paolo Giordiano, economista principal de Comercio e Integración del BID y autor del informe Estimaciones de las Tendencias Comerciales de América Latina y el Caribe. Solo la tercera parte del incremento de las exportaciones latinoamericanas se explica por el mayor volumen: el resto tiene que ver con el encarecimiento de los productos comercializados.
Las exportaciones de Latinoamérica y el Caribe a todos los mercados mundiales crecieron un 13%, revirtiendo así el descenso del 3,3% registrado en 2016: un notable cambio de tendencia todavía pendiente de consolidación y guiado, sobre todo, por el encarecimiento de las materias primas, en las que la región sigue siendo intensiva. La Organización Mundial del Comercio (OMC) prevé que los intercambios entre todos los países del globo crezcan algo menos de un 4% a cierre de 2017, la tercera parte que el crecimiento de las exportaciones con origen en América Latina.
El petróleo, el producto básico por excelencia y del que muchos países latinoamericanos, como Venezuela, Brasil o México, son exportadores netos (venden más de lo que compran) vio incrementado su precio en más de un 23% en los 11 primeros meses del año. El hierro, por su parte, vale hoy casi un 27% que hace un año: un auténtico revulsivo para Brasil, el segundo mayor productor mundial de este mineral. Y el precio del cobre, del que tanto depende Chile, repuntó un 28%.
Las buenas noticias, sin embargo, no llegan a todos los rincones de la región. El auge exportador se concentra en América del Sur —donde el crecimiento medio fue del 16%, frente a la caída del 4,5% registrada en 2016— y, muy especialmente, en cinco países: Venezuela (+28%), Perú (+25%), Colombia (+19%), Brasil (+18%) y Ecuador (+16%). Todos ellos tienen dos denominadores comunes: la importancia de las materias primas sobre el total de sus exportaciones y su alta dependencia de China.
En el Caribe, el valor de las exportaciones creció un 11%. En México aumentó un 10%, gracias a los mejores fundamentales de la economía estadounidense, a la que tan interconectada está. Mientras, Centroamérica quedó rezagada con un crecimiento de las exportaciones de un 6%: un pobre desempeño en comparación con lo ocurrido en el resto de la región. Tres de los únicos cuatro países que vieron caer sus ventas exteriores en 2017 son caribeños: Barbados, Haití y República Dominicana.
Con la recuperación en una fase "aún relativamente frágil", para que las ventas exteriores latinoamericanas continúen la tendencia alcista registrada este año el BID ve clave que se "despeje la incertidumbre sobre el crecimiento de China". También que la propia economía latinoamericana "acelere" definitivamente. Y que lleguen a buen puerto dos negociaciones: las que mantienen desde verano EE UU, México y Canadá para la actualización del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), y las de Mercosur y México con la Unión Europea para, respectivamente, pergeñar y modernizar sus respectivos acuerdos comerciales.
El primero de estos asuntos —la salud económica de China— y el último —el futuro del TLC— se presumen esenciales para los sectores exteriores de América del Sur y México. Y ahí, la suerte también es dispar: mientras las dudas sobre el futuro del gigante asiático se han disipado a golpe de estímulos fiscales y monetarios —si bien la incertidumbre sobre la ingente deuda privada permanece—, la zozobra sobre el tratado norteamericano no ha dejado de crecer en los últimos meses, siempre bajo la amenaza de ruptura de Trump. De China dependen uno de cada cinco dólares exportados por Brasil y uno de cada cuatro exportados por Perú el año pasado. Y de sus dos socios en el TLC, EE UU y Canadá, penden el 80% de las ventas exteriores de México.
Los flujos intrarregionales —aquellos que se producen entre países latinoamericanos o caribeños— siguen siendo una de las grandes asignaturas pendientes de una zona que mira demasiado a China, a EE UU y, en menor medida, a Europa, y muy poco a sus vecinos más inmediatos. Sin embargo, en ese punto, los datos también permiten una lectura optimista. Al menos, en el corto plazo: las exportaciones intralatinoamericanas aumentaron un 12% frente al año anterior, con Sudamérica y el Caribe como principales beneficiados de esta reactivación. De la continuidad de esta tendencia depende buena parte del éxito de muchas economías de la región, especialmente las de los países más pequeños y menos intensivos en materias primas. El potencial es tan grande como escaso es su aprovechamiento.
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