Diez temas que marcarán la agenda internacional en 2018
Image: REUTERS/Thomas Peter
Hace años que intuimos una crisis del orden global pero en 2018 los síntomas se manifestarán con mayor frecuencia e intensidad. A ello contribuirán algunas corrientes de fondo, como los vacíos de poder que deja un Estados Unidos en retirada, la cuarta revolución industrial o una creciente vulnerabilidad digital.
El calendario nos invitará a reflexionar sobre la vigencia, durabilidad y contenido del orden global. Hace 100 años del final de la Primera Guerra Mundial que marcó el principio del fin de un orden global eurocéntrico. En 2018, hará 70 años de la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Ese mismo año también fue creada la Organización Mundial de la Salud (OMS) y entró en vigor el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT). Piezas, todas ellas, de lo que se ha venido a llamar el orden liberal de matriz occidental. Un orden asociado con el poderío estadounidense que empieza a resquebrajarse en lo político con la guerra de Irak, hace ahora 15 años, y en lo económico, hace 10, con la quiebra de Lehman Brothers.
He aquí 10 temas susceptibles de determinar la agenda internacional. Son estos:
Controlar las vías de tránsito es tan o más importante que el control de los territorios y la propiedad de los medios de transporte va camino de ser tan vital como la de los medios de producción. En 2018, veremos cómo prosigue la ambiciosa Belt and Road Initiative (la nueva Ruta de seda) liderada por China. Es una de las muchas señales de que estamos asistiendo a una inversión del poder geopolítico y geoeconómico. Asia condiciona las políticas occidentales tanto o más que a la inversa. El ámbito militar todavía es una excepción ya que Estados Unidos sigue siendo una potencia hegemónica y, en 2018, la Península de Corea puede ser un escenario donde reivindicarse.
Fabricar noticias falsas es barato y rápido mientras que contrastar información sale caro y requiere tiempo. La manipulación de la información para erosionar o neutralizar a los adversarios no es nada nuevo. Sí lo es la toma de conciencia de que los sistemas democráticos son los más vulnerables. En 2018, el riesgo político en Europa tendrá aroma italiano y se seguirá percibiendo al Kremlin como una fuerza desestabilizadora. La intoxicación informativa sobrevolará otros contextos electorales y en muchos casos los intoxicadores serán actores domésticos. Veremos episodios en las elecciones mid-term de Estados Unidos (6 de noviembre) y también en los comicios en Colombia (27 de mayo)
La ingeniería fiscal de las grandes corporaciones está diezmando los Estados del bienestar. Algunos líderes, así como la propia Comisión Europea, harán de este tema una prioridad. Si a esto sumamos que es probable que se destapen nuevos escándalos, veremos cómo el entramado financiero y el crimen organizado sienten que sus refugios ya no son tan seguros. No se resignarán sino que explorarán vías alternativas como la vuelta al dinero en metálico o a valores refugio como el oro, las materias primas o lo inmobiliario, y seguirán alimentando burbujas especulativas como Bitcoin.
Cada vez son más los líderes políticos del ámbito local que reclaman ser algo más que gestores e implementadores de políticas adoptadas por los gobiernos centrales. Es más, las ciudades se movilizarán activamente contra aquellas políticas que consideren contraproducentes o incompatibles con los valores de ciudadanía. Cambio climático y acogida de refugiados y migrantes serán dos temas recurrentes. 2018 será un año marcado por la afirmación de las ciudades globales pero también por la frustración de otros territorios que se sienten abandonados. Se trata de zonas rurales, ciudades pequeñas y medianas, alejadas de los motores de crecimiento, o zonas industriales con procesos de reconversión fracasados. En algunos casos surgirán movilizaciones y nuevas formas de acción política con potencial transformador. Otros serán terreno abonado para fuerzas populistas.
Durante muchos años se ha hablado de la “Europa-fortaleza”. Una idea que, con variantes, también se asocia a las políticas migratorias de Estados Unidos o de Australia. Entre esta supuesta fortaleza y los países emisores se seguirá construyendo un amplio (y a menudo letal) foso que impedirá a migrantes y refugiados acceder a su destino. En 2018 se acumularán las emergencias humanitarias y continuarán desvirtuándose los compromisos internacionales para con los desplazados internacionales. Aunque Naciones Unidas apruebe en septiembre el Global Compact on Safe, Regular and Orderly Migration en la práctica habrá dos órdenes migratorios. El formal, basado en unos compromisos mínimos y vaciados de voluntad política. Y el cotidiano, cada vez más fragmentado y reactivo.
Todo el mundo se apresura a dar por derrotado al autoproclamado Estado Islámico (EI). La desaparición de su proto-Estado en Siria e Irak no implicará el fin de los atentados terroristas perpetrados en su nombre o que otras organizaciones como Al Qaeda quieran llenar su vacío. En su mayoría, los atentados de 2018 seguirán caracterizándose por su relativo bajo coste y por ser llevados a cabo de forma autónoma. Una de las grandes preocupaciones de los servicios de inteligencia y de los cuerpos policiales será qué hacer con los retornados y se intensificará la vigilancia sobre métodos presenciales de reclutamiento. En 2018 también veremos cómo algunos gobiernos o líderes de Oriente Medio utilizarán la lucha contra el terrorismo para reforzar su popularidad entre la población o su aceptabilidad por la comunidad internacional.
2018 será un año de transición. En primer lugar porque veremos si se consolidan los liderazgos de Angela Merkel y Emmanuel Macron en sus respectivos países y si, desde esa posición, pueden dar un nuevo impulso al motor franco-alemán. Si esto coincide con la preparación de una salida ordenada del Reino Unido y prosigue la recuperación económica, se estarán poniendo los cimientos de la Europa post-crisis. En 2008 estalló una crisis financiera global que golpeó con especial dureza a los países de la periferia europea y sembró dudas sobre la viabilidad de la unión monetaria. ¿Será recordada ésta como la crisis de los 10 años o no podremos darla por cerrada todavía?
Irán no tendrá incentivos para rebajar su perfil de potencia ascendente y Arabia Saudí ni se resignará ni será llamado al orden por Estados Unidos con suficiente contundencia. Riad puede apuntar hacia Hezbolá, debilitado tras el esfuerzo de guerra en Siria, y el gran interrogante es si está dispuesto a colaborar abiertamente con Israel. Alternativamente pueden aumentar la apuesta en Yemen y, en su empeño, buscar la complicidad de EE UU. Queda otro frente: intentar conseguir que Washington se retire del acuerdo nuclear con Teherán y reimponga unilateralmente las sanciones. Esto situaría a las empresas de todo el mundo, y especialmente las financieras, en una situación delicada pues, en caso de seguir llevando a cabo operaciones con Irán, podrían afrontar sanciones o ver cómo se les cierra el mercado estadounidense.
Hace años que la región del Sahel es paradigma de inestabilidad, terrorismo, criminalidad organizada e intervención exterior. Durante 2018 veremos cómo se concreta la puesta en marcha de una fuerza militar de 5.000 efectivos formada por los países del G-5 (Burkina Faso, Chad, Malí, Mauritania y Níger) que se sumará a los 13.000 efectivos de la fuerza multinacional de la MINUSMA, a los 3.000 militares de la operación Barkhane, liderada por Francia, y a un número indeterminado de militares estadounidenses desplegados en esta región. El esfuerzo en lo militar no se verá acompañado de una inversión suficiente en el desarrollo económico y el refuerzo institucional. Para el Sahel, la principal esperanza seguirá siendo el despegue de África Occidental y que se extiendan las experiencias de alternancia democrática como las que, en los últimos años, han protagonizado Gambia, Ghana o Nigeria.
Ocho de cada 10 ciudadanos con derecho a voto de las Américas tendrá una cita con las urnas en 2018. Serán elecciones precedidas por campañas agrias, incluso con juego sucio. No habrá pugna por el centro sino por ver qué modelo prevalece sobre el del rival. Son tantos los comicios que sólo podemos destacar algunas de ellas. México vota el 1 de julio y Estados Unidos el 6 de noviembre (mid-term). Las tensiones entre ambos podrían irrumpir en sus campañas respectivas. Brasil vota en octubre y decidirá si da una segunda oportunidad al Partido de los Trabajadores (PT). Los colombianos lo harán en mayo y tan o más importante que el eje izquierda-derecha será la división sobre el Acuerdo de paz. No todas las elecciones se presentarán como una elección real entre dos modelos. Los miembros de la Asamblea Nacional de Cuba, por ejemplo, deberán elegir al sucesor de Raúl Castro, y Nicolás Maduro aprendió la lección de las parlamentarias y no se arriesgará a perder las presidenciales de octubre.
Cuando 2018 toque a su fin seguiremos sin intuir todavía un orden global alternativo. En el ejercicio prospectivo para 2017 ya dijimos que aunque el orden no mutase sí que estaba cambiando de manos. Dijimos que aquellos actores que fundaron el orden liberal serían menos firmes en su defensa y que aquellos que inicialmente lo percibieron como una imposición estarían deseosos de hacérselo suyo. Es una afirmación que sigue siendo válida pero que necesita ser complementada por la constatación de que proliferan los síntomas de crisis y agotamiento.
No es sólo el orden global el que está cuestionado, también lo están los órdenes regionales, e incluso, los contratos sociales en muchas partes del planeta. Aquellos que reflexionan y teorizan las relaciones internacionales pero también los que desde los think tanks aspiramos a combinar análisis y propuestas, deberemos unir esfuerzos para identificar cuáles son los puntos de fricción y ruptura y articular soluciones que reduzcan los costes de transición y aumenten la resiliencia de nuestras sociedades. No asistiremos a un cambio de orden en 2018 pero no podemos postergar el debate sobre la posible obsolescencia del actual.
Este artículo es una versión reducida de la Nota Internacional publicada por CIDOB el 18 de diciembre de 2017. Esta Nota Internacional es el resultado de una reflexión colectiva por parte del equipo de investigación del CIDOB. Coordinada y editada por Eduard Soler i Lecha, se ha beneficiado de las contribuciones de Anna Ayuso, Jordi Bacaria, Moussa Bourekba, Paula de Castro, Carmen Claudín, Carme Colomina, Nicolás de Pedro, Anna Estrada, Francesc Fàbregues, Oriol Farrés, Agustí Fernández de Losada, Blanca Garcés, Eva García, Francis Ghilès, Sean Golden, Ariz Kader, Irene Martínez, Óscar Mateos, Sergio Maydeu, Pol Morillas, Diego Muro, Francesco Pasetti, Jordi Quero, Elena Sánchez, Héctor Sánchez, Melike Janine Sökmen, y Eckart Woertz.
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