La inestabilidad alemana amenaza con retrasar proyectos clave para la UE
Image: REUTERS/Hannibal Hanschke
Si la política europea se paralizara cada vez que se celebran elecciones nacionales, la UE sería ingobernable. Con 28 países miembros, casi todos los años hay alguna cita electoral que se antoja crucial para el futuro de Europa. Pero si existe un caso fundado para creer que la inestabilidad en un Estado afecta en Bruselas, ese es el de Alemania. El impasse en Berlín amenaza con retrasar proyectos clave como la mejora de la unión bancaria o la política migratoria. Así lo admite el presidente del Partido Popular Europeo en la Eurocámara, el alemán Manfred Weber.
Alemania experimenta ahora las turbulencias políticas a las que están tan acostumbrados sus vecinos europeos. En unos años de enormes dificultades para constituir Gobiernos estables en cualquier rincón del continente —desde España hasta la República Checa—, el liderazgo de la canciller Angela Merkel se ha percibido como la única roca sólida que hacía frente a los desafíos de la UE. El resultado es que Europa es hoy más germana que nunca pero, paradójicamente, la inestabilidad ha acabado afectando a Berlín.
Una de las principales voces germanas en Bruselas, la de Manfred Weber, admite que esa incertidumbre impedirá avanzar en capítulos considerados prioritarios. “Alemania sigue siendo un socio fiable en Europa, incluso con un Gobierno en funciones. Eso está garantizado por la canciller. Pese a todo, la situación en Alemania retrasará los grandes avances de la UE en muchas cuestiones importantes, como el euro o las políticas migratorias”, aseguraba en unas declaraciones por escrito remitidas a EL PAÍS. Weber, dirigente de la CSU —el partido bávaro que concurre a las elecciones con la CDU de Merkel—, es considerado un buen termómetro de la posición de Merkel en asuntos comunitarios.
Aún así, la Comisión Europea dice confiar en la capacidad del Gobierno germano para gestionar la crisis. Un portavoz del Ejecutivo comunitario recordó este lunes que la Constitución alemana establece mecanismos para evitar la parálisis política. “Confiamos en que, al igual que ha ocurrido en el pasado, esta vez no sea diferente”, aseguró a la prensa. Este responsable rehusó especular sobre los posibles retrasos que esa situación pueda producir en la agenda europea.
Pero todas las instituciones comunitarias saben que casi nada se mueve en Bruselas sin la intervención de Alemania, el país más poblado y de mayor peso económico en la familia europea.
Siguiendo la argumentación del propio Manfred Weber, la primera víctima de este paréntesis político en Alemania puede ser un dosier que Berlín ya miraba con particular escepticismo: el desarrollo de la unión bancaria. La crisis del euro reveló que los instrumentos de los que dispone la UE para atajar ese tipo de escenarios son insuficientes y los Estados miembros se comprometieron a mejorarlos. La llamada agenda de líderes que el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, puso sobre la mesa el mes pasado establece que para junio de 2018 habrá “decisiones concretas sobre cómo reformar” este capítulo. Y aunque parece un horizonte lejano, alcanzar acuerdos sobre aspectos tan controvertidos como el fondo de garantía de depósitos bancarios o la dimensión que deberá tener el llamado fondo de resolución requiere muchos meses de negociaciones.
“Tenía que haber una propuesta francoalemana sobre esa reforma en poco tiempo, pero ahora se retrasará. Habrá que ver si entonces Emmanuel Macron toma la iniciativa, pero existe el riesgo de que sus propuestas sobre Europa puedan crear más división en Alemania”, reflexiona Charles Lichfield, de la casa de análisis Eurasia. Este experto, que investiga las políticas de ambos países, observa “un riesgo de que se pierda la oportunidad” abierta para mejorar la estructura del euro.
Otras fuentes sugieren que, aun con el Gobierno en funciones, Alemania puede hacer mucho y el perfil de su ministro de Finanzas favorece los avances. El titular provisional de esa cartera, Peter Altmaier, trabajó para la Comisión Europea en los años noventa, tiene visión europeísta y habla con fluidez inglés, francés y holandés. Aunque todo dependerá de los apoyos que sea capaz de cosechar Merkel, esas credenciales pueden facilitar las cosas en Bruselas durante el periodo transitorio.
Tampoco se atisban avances a corto plazo en una política clave para Alemania, tanto en el ámbito interior como en la esfera europea. Se trata de las normas sobre refugiados. Berlín ha impulsado con todas sus fuerzas una reforma para que todos los países europeos acojan a demandantes de asilo. Con menos convicción que respecto al euro, el presidente del Consejo Europeo también ha fijado para junio el posible acuerdo en esta materia. Pero es muy probable que el bloque del Este, muy reacio a este esquema, aproveche la debilidad de Merkel para enrocarse en su postura de rechazo.
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