¿Por qué Brasil y México deberían mejorar su relación?

Mexico's President-elect Enrique Pena Nieto attends a media conference after a business meeting at the FIESP (Sao Paulo Industry Federation) in Sao Paulo September 19, 2012. REUTERS/Paulo Whitaker (BRAZIL - Tags: POLITICS BUSINESS INDUSTRIAL EMPLOYMENT HEADSHOT) - GM1E89J1RZQ01

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Javier Arreola-Rosales

Los líderes de Brasil y México dicen constantemente que sus gobiernos y sociedades mantienen relaciones cordiales. Sin embargo, las diferencias en intereses y prácticas han mantenido a los dos países más grandes de Latinoamérica distanciados e inclusive mirándose con recelo. A principios de 2002, Peter Hakim argumentó que la geografía de los “dos gigantes de América Latina” explica parcialmente los enfoques diferentes y algunas veces competitivos que tienen para buscar roles internacionales significativos. Mientras que Brasil usa el escenario internacional como plataforma para buscar grandeza nacional, México se preocupa más por la relación con Estados Unidos.

En un momento de incertidumbre internacional, aunado a la presencia de Donald Trump en la Oficina Oval, con cambio de administraciones federales en 2018 para ambos países y dadas las diferencias en sus estrategias, vale la pena preguntarse, ¿cuáles son las razones del distanciamiento entre Brasil y México? Y, más importante todavía, ¿hay alguna posibilidad de mejorar la relación entre los dos países?

Si bien es cierto que los paradigmas, las formas de ver el orden internacional, así como las preferencias económicas y de política exterior de los dos países no son complementarias, hay suficiente potencial para enfatizar una relación entre los dos gigantes de América Latina donde la cooperación predomine sobre la competencia. En esta primera entrega delineamos el estado actual de las relaciones entre Brasil y México.

¿Cómo llegamos aquí?

Históricamente, Brasil y México han tratado de mantener una relación cordial con Estados Unidos. Las tácticas que los dos han seguido para evitar tensiones con Washington difieren y muchas veces han causado nerviosismo entre Brasilia y Ciudad de México. Además, el reconocimiento de que ambos países cuentan con mayores recursos que sus vecinos y que dichos medios podrían traducirse en liderazgos regionales han propiciado distanciamiento e inclusive rivalidad.

En contraste con el recelo que domina la relación, Brasil y México han tenido tres grandes momentos de acercamiento.

1. Los lazos familiares acercaron a México y Brasil durante el imperio de Maximiliano de Habsburgo en México, quien era primo del emperador Dom Pedro II en Brasil.

2. La idea de que el Estado debía regular la vida pública para generar orden y progreso propició el acercamiento entre los gobiernos durante el Porfiriato.

3. Los presidentes compartieron políticas exteriores que buscaban mejorar los lazos con países en desarrollo durante la década de 1960s.

Lamentablemente, las coincidencias ideológicas –imperio, positivismo y tercermundismo- terminaron siendo esporádicas y no proveyeron bases sólidas para que Brasil y México cooperaran en términos internacionales, regionales, o inclusive internos, y no se tradujeron en legados prácticos.

Los proyectos políticos de cada país, los modelos de desarrollo, las estrategias de inserción en la economía internacional y la forma de lidiar con Estados Unidos terminaron creando divisiones más fuertes que las coincidencias ideológicas. Así pues, los momentos de cooperación entre Brasil y México desilusionaron a quienes esperaban una aproximación más duradera.

Esto se trató de superar en 2002 al negociar el Acuerdo de Complementación Económica número 53 (ACE53), con el cual México y Brasil trataron de establecer un marco para el intercambio de productos –principalmente agrícolas y comerciales- y acordar tarifas arancelarias competitivas. Hoy contempla alrededor de 800 productos y ha tenido siete rondas de negociaciones.

Contextos geoeconómicos y rivalidades implícitas

El acercamiento entre México y América Latina mejoró en los últimos años, especialmente con la creación de la Alianza del Pacífico con Chile, Colombia y Perú. Estos países tienen una agenda ambiciosa de movilidad de bienes, servicios, capital y personas que, en algunas ocasiones, se traduce en un bloque de negociación común para interactuar con otras regiones.

En contraste, Brasil ha apostado por el Mercosur, donde junto con Argentina, Paraguay y Uruguay ha re-enfatizado prioridades comerciales por encima de las metas políticas, principalmente después de la suspensión indefinida de Venezuela en el bloque. Además, los países intensificaron negociaciones con la Unión Europea para buscar un acuerdo que lleva dos décadas en el horno y donde la exportación de carne será un factor de decisión.

Estos dos bloques comerciales tienen una división que refleja los estilos mexicanos y brasileños de inserción en la economía internacional. La Alianza del Pacífico busca una mayor inclusión en la economía global mientras que el Mercosur busca un mayor control o centralización de las políticas económicas y, en el caso del comercio, procura que sea alrededor de sectores y empresas –muchas de ellas paraestatales- donde tiene sistemas de protección legal y burocrática para sus industrias.

Con la llegada de Trump a la presidencia estadounidense y su política de America First, los países latinoamericanos podrían ser de los primeros afectados, pues el presidente estadounidense busca reorientar los recursos que Estados Unidos invierte en el exterior hacia “un conjunto de intereses nacionales más estrechos”. A pesar de los potenciales problemas que generaría, la presidencia de Trump puede sentar los cambios geoeconómicos que propicien un acercamiento duradero entre Brasil y México, especialmente en comparación con las circunstanciales aproximaciones del pasado.

Oportunidades de acercamiento

México no modificará significativamente su forma de inserción en el escenario internacional en respuesta a Trump. La dependencia mexicana de Estados Unidos evitará un viraje de 180 grados: México ha intentado diversificar su comercio firmando acuerdos comerciales con varios países, no solamente en América Latina, pero hasta ocho de cada 10 dólares que México exporta cada año vienen de Estados Unidos.

El posible fin del TLCAN, sin embargo, genera una de “las fisuras geoestratégicas que han re-emergido en múltiples frentes”. Mientras México y Canadá buscan mantener un acuerdo de cooperación económica y comercial, Estados Unidos se ha vuelto más inflexible debido al déficit comercial con México, al que le ha dado una importancia desmedida, y que se ha disparado en 2017.

En respuesta, México buscará diversificar sus relaciones con otros países, no para contrarrestar los ataques de su vecino, pero al menos para tener más apoyo internacional. Así, la coyuntura abre oportunidades interesantes donde antes el terreno era más árido: un acercamiento entre México y Brasil catalizaría el diálogo y podría propiciar el espacio para innovaciones en términos de políticas comerciales y de acciones multilaterales.

Se tuvo un tímido paso en esta dirección en septiembre pasado, con la inclusión de México –así como Egipto, Tayikistán, Tailandia y Guinea- en el llamado grupo de los BRICS Plus y que alude al Diálogo de Países en Desarrollo y Economías Emergentes. Sin embargo, la expectativa real sería el acercamiento entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur, pues sería un marco promisorio para fomentar la firma de acuerdos en términos de infraestructura, la cooperación en estándares o inclusive la creación de cadenas de valor entre los dos gigantes latinoamericanos.

Señales Promisorias

La llegada de Trump propició mayor acercamiento entre Brasil y México. En enero pasado, la Cancillería brasileña condenó la posible construcción de un muro entre EE.UU. y México como “una expresión de solidaridad hacia un país hermano latinoamericano”. En materia comercial, hay que destacar las dos rondas de negociación para ampliar y profundizar el ACE-53, que se llevaron a cabo en los meses de junio y agosto, donde “se lograron avances en temas relacionados con servicios, la ampliación de las preferencias arancelarias, las reglas de origen y facilitación del comercio.”

En abril y agosto, el secretario mexicano y el ministro brasileño de defensa realizaron sendas reuniones a efecto de promover la cooperación entre los países en el ámbito de seguridad nacional. Con el antecedente del lenguaje y las acciones del presidente estadounidense, México sostuvo que “tiene que buscar nuevos socios para diversificar los lazos de cooperación en términos de defensa.” El tema se aterrizará vía la empresa brasileña Embraer y el Banco Nacional de Desenvolvimento Econômico e Social.

Conclusión

En periodos específicos, las coincidencias ideológicas acercaron a México y Brasil, pero solamente de forma efímera. El actual contexto geoeconómico puede ayudar a evitar que la geografía se convierta en destino y propiciar un acercamiento más productivo entre los dos gigantes latinoamericanos: los gobiernos en ambos países coinciden en proyectos, especialmente en materia de libre comercio, pero tendrían que trabajar contra reloj para fomentar un acercamiento que sobreviva sendas elecciones federales en 2018.

La retórica y las políticas de Donald Trump abren una coyuntura que podría justificar el acercamiento entre los gobiernos, las empresas y las sociedades mexicanas y brasileñas. México se verá forzado a repensar su estrategia de inserción internacional, mientras que Brasil tendrá que poner a prueba sus paradigmas históricos.

Y, si bien las preferencias y estrategias entre México y Brasil no se volverán complementarias de la noche a la mañana, hay suficiente potencial para promover los dos gigantes latinoamericanos. En este texto mapeamos cómo llegamos a esta potencial coyuntura e identificamos las razones que justificarían el acercamiento; en la siguiente entrega analizaremos los sectores en los cuales gobiernos, empresarios y sociedades civiles podrían cooperar estratégicamente.

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