Los peligros de la negación demográfica

Hindu people who fled violence in their village pass time at a temporary internally displaced persons (IDP) camp in Maungdaw, Myanmar August 30, 2017. RETUERS/Soe Zeya Tun     TPX IMAGES OF THE DAY - RC1A3F0C9F00
Lord J. Adair Turner
Chairman, Energy Transitions Commission

En todas las economías emergentes, los beneficios de un "dividendo demográfico" se han convertido en un estribillo familiar. Políticos y líderes empresarios por igual -ya sea en la India, Nigeria, Pakistán o Tanzania- hablan elogiosamente de cómo una población de rápido crecimiento y joven creará enormes oportunidades de inversión y alimentará un rápido crecimiento económico. Pero la realidad es que, en muchas economías emergentes, el rápido crecimiento de la población plantea una amenaza importante para el desarrollo económico, y el progreso tecnológico hará que la amenaza sea un mayor.

Por empezar, el término "dividendo demográfico" está siendo utilizado de manera incorrecta. El término, en un principio, era usado para describir una transición en la que los países gozaban de un incremento puntual de la población en edad de trabajar y de una caída significativa de la fertilidad. Esa combinación produce un alto ratio entre trabajadores y dependientes -tanto jubilados como hijos- que facilita que un alto nivel de ahorro respalde una inversión suficiente destinada a impulsar un rápido crecimiento del capital social.

Mientras tanto, una fertilidad que cae estrepitosamente garantiza que la próxima generación herede un gran capital social per capita,y un tamaño familiar reducido hace que resulte más fácil pagar un costo elevado en educación privada o pública por niño, lo que deriva en rápidas mejoras de las capacidades de la fuerza laboral. Corea del Sur, China y algunos países del este de Asia se han beneficiado enormemente de este dividendo demográfico en los últimos 40 años.

Ahora bien, sin una rápida caída de las tasas de fertilidad, no hay ningún dividendo. Si la fertilidad se mantiene alta, un ratio bajo entre jubilados y trabajadores es compensado por un ratio alto de dependencia infantil, lo que dificulta poder afrontar un gasto elevado en educación por niño. Y si cada nuevo séquito de trabajadores es mucho mayor que el anterior, el crecimiento del capital social per capita -ya sea en infraestructura o plantas y equipamiento- se retrasa. El crecimiento acelerado de las poblaciones en edad de trabajar hace imposible crear empleos lo suficientemente rápido como para impedir un subempleo generalizado.

El crecimiento acelerado de las poblaciones en edad de trabajar hace imposible crear empleos lo suficientemente rápido como para impedir un subempleo generalizado.

Este es el embrollo en el que está atascada gran parte del África subsahariana. En una situación en la que las tasas de crecimiento moderadas del PIB (que promediaron el 4,6% en los últimos diez años) están compensadas por un crecimiento de la población anual del 2,7%, el ingreso per capita ha venido creciendo por debajo del 2% por año, comparado con la tasa del 7% que alcanza China. A esta tasa de progreso, África recién alcanzará los estándares de vida actuales de las economías avanzadas a mediados del 2100.

Pakistán enfrenta un reto ligeramente menos serio -pero de todos modos importante-. La demografía de la India varía por región: mientras que las tasas de fertilidad ahora están en dos o por debajo de dos en estados económicamente dinámicos como Maharashtra y Gujarat, los grandes estados del norte Bihar y Uttar Pradesh todavía enfrentan serios vientos de frente a nivel demográfico.

Durante décadas ha resultado evidente que una fertilidad elevada puede retrasar el crecimiento per capita. Y ahora los costos de negar esa posibilidad están por aumentar, especialmente en el caso de los países en desarrollo. Existen sólo unos pocos ejemplos históricos de un paso exitoso de la pobreza a la productividad y estándares de vida de las economías avanzadas, y en todos los casos -Japón en los años 1950-1980, Corea del Sur en los años 1960-1990, China durante las últimas cuatro décadas- el crecimiento rápido de la manufactura orientada a las exportaciones ha desempeñado un papel central. El progreso tecnológico ahora amenaza esa ruta hacia la prosperidad.

Los mayores desafíos no se presentarán en el sudeste asiático, sino en partes de la India, en Pakistán y, por sobre todo, en África.

La tecnología de la información finalmente nos permitirá automatizar la gran mayoría de los empleos actuales. A pesar de una gran incertidumbre respecto de cuánto demorará la transición, estudios recientes dejan en claro que los empleos que implican una actividad física predecible son los más vulnerables en el corto plazo. La manufactura que implica el manejo de materiales duros -pensemos en la producción de automóviles- ya está sumamente automatizada y lo estará aún más. Pero una vez que los innovadores logren crear "robots costureros" efectivos que sean capaces de manipular material blando, muchos empleos existentes en la industria de la vestimenta y textil también estarán amenazados.

En este proceso, la manufactura puede regresar a las economías avanzadas, pero con pocos empleos. La "Speedfactory" de Adidas en Ansbach, Alemania, pronto producirá 500.000 zapatos por año con sólo 160 trabajadores. Un informe reciente de la Organización Internacional del Trabajo estima que el 60-90% de los empleos de baja remuneración existentes en la industria textil y de vestimenta en varios países asiáticos podrían ser automatizados.

Sin embargo, los mayores desafíos no se presentarán en el sudeste asiático, sino en partes de la India, en Pakistán y, por sobre todo, en África. La India debe crear 10-12 millones de nuevos empleos por año sólo para seguir estando en consonancia con la población en edad de trabajar, y muchos más para absorber a las enormes cantidades de trabajadores que ya están subempleados. Pero algunos de los planes son poco realistas: un informe reciente cuestiona el mensaje oficial de diez millones de nuevos empleos en la fabricación de ropa, y sugiere que tres millones es un escenario más probable.

En cuanto a África, la proyección de punto medio de las Naciones Unidas coloca a la población de 20-65 años en 1.300 millones en 2050 y en 2.500 millones en 2100, por encima de los 540 millones de hoy. Estos jóvenes habitarán un mundo en el que sólo una pequeña fracción podrá encontrar trabajo en la industria orientada a las exportaciones. La población de China de 25 a 64 años, por el contrario, enfrenta una posible caída de 930 millones a 730 millones, lo que hará aumentar los salarios reales y creará fuertes incentivos para una alta inversión en automatización. En un mundo de posibilidades radicales de un desplazamiento de la mano de obra humana, el hecho de que haya demasiados trabajadores será un problema mayor que si hubiera demasiado pocos.

No existen respuestas fáciles para los problemas que hoy enfrentan las economías emergentes. La creación de empleos debe maximizarse en los sectores menos vulnerables a la automatización de corto plazo: los empleos en la construcción y el turismo pueden ser más sustentables que la manufactura. Las políticas para permitir una caída de la fertilidad voluntaria, a través de una educación femenina y de un fácil acceso a la contracepción, deberían ser altas prioridades; Irán, donde la tasa de fertilidad cayó de 6,5 en los años 1980 a menos de dos en 2005, muestra lo que es posible inclusive en sociedades religiosas supuestamente tradicionales.

Pero el primer paso para la resolución de cualquier problema es reconocerlo. Gran parte de lo que se dice actualmente sobre los dividendos demográficos es un ejercicio peligroso de negación. Es hora de enfrentar la realidad.

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