La economía de América Latina despierta y recupera la senda del crecimiento
Image: REUTERS/Marcos Brindicci - RC1B35049CD0
El panorama económico global es muy diferente al de hace un año. Se explica por una mejora rendimiento de la actividad en los países desarrollados, pero también en los mercados emergentes. América Latina no se escapa de esta aceleración compartida a escala mundial aunque, como advierten desde el Fondo Monetario Internacional, la recuperación en la región sigue siendo incompleta.
El FMI eleva una décima la proyección de crecimiento global para 2017 y 2018, que se queda en un 3,6% y un 3,7%, respectivamente, frente al 3,2% en 2016. La revisión al alza refleja el firme incremento de la demanda en China, Rusia y Brasil. Las condiciones financieras también son generalmente favorables para las economías emergentes y en desarrollo, que se expandirán un 4,6% este año y un 5% a medio plazo.
América Latina crecerá a un ritmo del 1,2% en el ejercicio en curso, tras una contracción del 0,9% en 2016. Representa una mejora de dos décimas respecto a lo que se anticipó hace solo tres meses. De ahí repuntará al 1,9% en 2018, que en este caso se mantiene respecto a los proyectado en julio. Estas tasas, sin embargo, muestran la dificultad que tiene la región para rendir cerca de su potencial.
Brasil, la mayor economía del subcontinente, sufrió dificultades macroeconómicas severas en 2015 y 2016. La recesión el año pasado fue profunda, con una contracción del 3,6%. De ahí pasa a crecer al 0,7% y lo duplicará al 1,5% el año próximo. La aceleración se atribuye a un robusto rendimiento de las exportaciones, gracias a la depreciación del real, y a que se suaviza la contracción de la demanda interna.
La caída en el valor de su divisa se explica a una política monetaria laxa para estimular el crecimiento. Pero los economistas del Fondo apuntan también que hay preocupación sobre las reformas en curso y señalan en este sentido la debilidad de las inversiones. Confían, en todo caso, que ayuda una recuperación gradual de la confianza conforme se apliquen las medidas para sostener las cuentas públicas.
México, por su parte, sigue manteniendo el impulso pese a la negatividad que rodea a la revisión del acuerdo de librecambio con Estados Unidos y Canadá. La cuarta ronda de negociaciones se celebra esta semana en Washington. La proyección en su caso se revisa al alza dos décimas respecto julio, al 2,1%, pese a esto, supone cierta moderación con respecto a 2016 (creció el 2,3%). Para 2018 se recorta una décima la previsión y se sitúa en el 1,9%.
El FMI mira al vecino del norte para explicar el nuevo cálculo. Proyecta que la economía estadounidense avanzará a un ritmo del 2,2% este año y un 2,3% el próximo. A diferencia del real brasileño, el peso mexicano siguió la tendencia opuesta. Se apreció un 10% gracias a una política monetaria más restrictiva, a que la fricción política con EE UU se moderó y a una mayor confianza de los inversores.
En cuanto a Argentina, la proyección es de un rebote sólido del crecimiento al 2,5% tras una contracción del 2,2% el año pasado gracias a que el alza de los salarios impulsa el consumo. También repunta la inversión, apoyadas por las obras públicas, y su sector exportador se beneficia de un incremento de la demanda externa. La previsión del FMI es que la economía argentina rinda cerca de un 2,5% en 2018.
La estimación para Chile es de un crecimiento del 1,4% este año, por la debilidad del sector minero, aunque se recuperará al 2,5% en 2018 gracias a un repunte de la confianza y al recorte de tipos. Colombia, por su parte, crecerá un 1,7% aunque duplicará ese ritmo en un año por el gasto en infraestructuras, la reforma fiscal y el efecto de los acuerdos de paz. Perú crecerá un 2,7% y un 3,8% respectivamente.
El FMI vuelve a citar las dificultades para los países exportadores de energía y de materias primas, que pese a estabilizarse están teniendo más complicado adaptarse a la nueva realidad de bajos precios. También hace referencia a las tensiones políticas y en concreto cita cómo la “intensificación de la crisis política y humanitaria” que afecta a Venezuela, hundida en una profunda recesión del 12%.
Maurice Obstfeld, economista jefe del FMI, espera que esta bocanada una década después de desencadenarse la Gran Recesión sirva como “oportunidad” para adoptar políticas más ambiciosas que apoyen el crecimiento y hagan la economía más resistente a choques futuros. El organismo reitera la necesidad de avanzar en las reformas estructurales elevar la competitividad y la inversión en capital humano.
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