Tras una década de caída, el hambre en el mundo ha comenzado a aumentar de nuevo

A mother feeds her son instant noodles as they wait for their train at Zhengzhou Railway Station in Zhengzhou, Henan province, February 19, 2014. REUTERS/Jason Lee (CHINA - Tags: SOCIETY TRANSPORT) - GM1EA2J1ARW01

Image: REUTERS/Jason Lee

Javier Jiménez

"En el mundo se producen alimentos más que suficientes para todos, sin embargo, 815 millones de personas padecen hambre". Los datos del último informe de la FAO son demoledores: hoy pasan hambre 38 millones de personas más que el año pasado, lo que rompe una racha histórica de más de una década.

"En el mundo se producen alimentos más que suficientes para todos, sin embargo, 815 millones de personas padecen hambre"

Ante el optimismo histórico de los últimos años, se impone una dosis de realismo: las tendencias son eso, tendencias. Los encargados llevarlos a cabo somos nosotros. Veamos qué ha ocurrido.

¿Qué está pasando? ¿Qué estamos haciendo mal?

Está ocurriendo una "tormenta perfecta". Para empezar, los conflictos se han incrementado mucho. Siempre según los datos de la FAO, el número de conflictos ha aumentado de forma muy pronunciada desde 2010.

Por solo dar un par de datos: pese a que los conflictos interestatales siguen disminuyendo, los conflictos no estatales han aumentado un 125% en lo que llevamos de década y las guerras civiles un 60%.

De hecho, más mitad de los 815 millones viven en países afectados por conflictos. Una relación más profunda en el caso de la desnutrición infantil donde los países en conflictos reúnen al 75% de los afectados.

Este parece ser un factor fundamental. Estos conflictos han crecido especialmente en Oriente próximo, el norte de África, América central, Europa Oriental y parte del África subsahariana. Ya sea porque han estallado nuevos o porque se han internacionalizado.

Además, según parece los conflictos han afectado a zonas rurales de países que ya tenían problemas de inseguridad alimentaria, con lo que las redes de producción y distribución se han desmoronado. Esto se observa muy bien en países como Sudán del Sur, donde los efectos destructivos de la guerra han creado una espiral de crisis agrícola y problemas de salud pública que socavan los medios de vida y acaban por intensificar las mismas guerras.

No es solo la guerra...

Aunque es cierto que este parece el factor fundamental, hay más. La crisis y la desaceleración económica ha sido uno de ellos que ha afectado, sobre todo, a los países más dependientes de las exportaciones. Pero, sobre todo (y esta es una de las cosas más difíciles de entender) la creación de un mundo en el que la seguridad alimentaria crece, pero la desnutrición infantil cae y la obesidad aumenta.

Porque, efectivamente, mientras que el hambre sube, la buena noticia es que tanto la desnutrición infantil crónica como la aguda siguen cayendo (aunque en muchas zonas de África sigue peligrosamente alta la crónica y en Asia meridional la aguda). La obesidad también sigue aumentando a ritmo acelerado en todas las regiones del mundo.

Mientras que el hambre sube, la buena noticia es que tanto la desnutrición infantil crónica como la aguda siguen cayendo

Es el mundo

El aumento de la inseguridad alimentaria en todo el mundo no cambia el esquema general: poco a poco, el mundo va a mejor. Hay una brumadora evidencia que sostiene que las cifras de pobreza, bienestar, alfabetización, salud o democratización han mejorado de forma sostenida.

Sin embargo, sí que nos enfrenta a la evidencia de que esta tendencia no es irreversible. El optimismo desaforado no está justificado. Cada victoria cuesta mucho trabajo y mucho sacrificio. Eso es uno de los retos fundamentales de nuestra época: entender que el destino del planeta sigue estando en nuestras manos.

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