Merkel y Macron: la gran oportunidad para relanzar la UE
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Emmanuel Macron venció ampliamente el 7 de mayo a la populista Marine Le Pen que pretendía que Francia saliera de la UE y de la zona euro
Luego obtuvo otra fulgurante victoria en las elecciones legislativas de los días 8 y 15 de junio que le permite concretar y aplicar su ambicioso programa reformista. El presidente intentará revitalizar el sistema político y económico francés sumido en una profunda crisis debido a una pérdida de confianza de los ciudadanos en el buen funcionamiento de las instituciones del país. Una situación que se da en otros países europeos.
En Berlín y Bruselas respiran tranquilos una vez frenada en seco las embestidas anti europeístas del Frente Nacional y de otros movimientos populistas presentes en Holanda, Austria y también en la propia Alemania. El proyecto común europeo tendrá una última oportunidad histórica para ser relanzado una vez celebradas las elecciones legislativas alemanas del 24 de septiembre. Una gran responsabilidad histórica que pasa principal, pero no exclusivamente, por el reforzamiento del eje franco-alemán. La reforma de la UE es ahora más necesaria para afrontar el Brexit, la política aislacionista de Donald Trump y la presión expansionista de Vladimir Putin sobre sus vecinos europeos. El fortalecimiento de las relaciones franco-alemanas es una exigencia geoestratégica para la UE.
El presidente Macron hizo su primera visita exterior el 15 de mayo a Berlín. Y reafirmó ante Ángela Merkel su firme voluntad de reformar una UE frágil y dividida. Para hacerlo posible deben reequilibrarse unas relaciones bilaterales debilitadas en los últimos años a medida que la economía alemana se agigantaba mientras la francesa se rezagaba. Los países miembros de la UE no desean una Europa tan asimétrica y dependiente de Alemania que, tras el “Brexit”, pasará a representar más del 25% de la economía de la UE. Tampoco Alemania quiere ni puede ella sola liderar el viejo continente. Merkel deberá moderar unas políticas económicas de austeridad que agobian a los socios comunitarios y favorecer una mayor convergencia económica y social dentro de la UE. Pero para los alemanes la solidaridad debe ir acompañada de más responsabilidad y transparencia por parte de todos.
Macron y Merkel deberán haceser concesiones para corregir unas relaciones políticas, económicas y comerciales desequilibradas. Alemania es el primer socio comercial de Francia y esta es el segundo socio alemán, tras China. Pero París tiene un elevado déficit comercial con Berlín que alcanzó los 46.000 millones de euros en 2016, el mayor de la zona euro. En 2017, las exportaciones alemanas siguen batiendo records.
Berlín pide que Macron lleve a cabo las reformas estructurales postergadas por los presidentes Sarkozy y Hollande. El presidente francés deberá reformar un sector público sobredimensionado que afecta negativamente a las finanzas del país. La deuda pública francesa alcanzó, según datos de Eurostat de abril, el 96% del PIB. La alemana es el 68,3%. Macron se muestra dispuesto a revisar una legislación laboral excesivamente rígida. El nivel de paro francés en abril era el 10.1%, el alemán solo el 3,9%. En España, el 17,8%. Entre 2004 y 2014, el sector privado francés a duras penas creó empleo mientras los jóvenes ven frustrado su futuro. En cambio, Alemania sigue sacando provecho de las reformas del marco empresarial y laboral emprendidas entre 1998 y 2005, antes de explotar la crisis económica en 2008, por el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder.
El clima de recuperación económica europea y mundial es propicio. Se respira un renovado optimismo ante un cuadro macroeconómico positivo. Según Eurostat, el PIB de la zona euro creció un 0,6% en el primer trimestre del año, a un ritmo superior al de EEUU (0,3%) y Reino Unido (0,2%). Alemania lo hizo un 0.6%, Francia e Italia un 0,4%. España un 0,8% y Portugal un 1%. Letonia, Eslovenia y Lituania llegaron hasta el 1,4%. Y Finlandia (1,2%) dejó atrás la recesión. También la OCDE sitúa el crecimiento de la zona euro, Alemania y Francia en 2017 en un 1,8%, el 2% y el 1,3% respectivamente. Y el Banco Central Europeo (BCE) sitúa el crecimiento de la zona euro en el 1,9%. Y la tasa de paro en la zona euro cayó al 9,3% en abril, la más baja desde 2009. La demanda interior es uno de los motores económicos. Y el fantasma de la deflación se esfumó. En mayo la inflación se situó al 1,4%. Además, las tipos de interés siguen bajos gracias a la política monetaria acomodaticia adoptada por el Banco Central Europeo que, en principio, se mantendrá a lo largo de 2017 en tanto la inflación no se acerque al objetivo del 2%.
Y también el sector exterior europeo se beneficia de la recuperación global, en especial de las economías emergentes. Las instituciones financieras internacionales revisan al alza las previsiones económicas de crecimiento mundial para 2017. El informe del BM lo sitúa en un 2,7%, liderado por India (7,2%) y China (6,5%). Rusia (1,3%) y Brasil (0,3%) salen de la recesión. También Japón crecerá un 1,5%. Y a pesar de las amenazas proteccionistas, el volumen de los intercambios mundiales de bienes y servicios crecerá un 4% en 2017. Pero no cabe ignorar que persisten secuelas de la crisis en la zona euro. La mayoría de los empleos creados son aún de baja calidad, precarios o a tiempo parcial. Grecia no acaba de salir del túnel y sigue agobiada por un altísimo nivel de paro (23,2%) y una deuda desorbitada. Italia afronta un sistema financiero afectado por los créditos de nula o dudosa retorno.
Macron esperará a que Merkel logre un nuevo mandato en las elecciones al “Bundestag” de otoño. Luego, deberán relanzar sin más demoras el motor franco-alemán para repensar y reformar la UE. Bruselas ya se pone las pilas. La Comisión Europea presentó el 31 de mayo un documento de reflexión para avanzar hacia una mayor integración económica y monetaria de la zona euro. El actual “status quo” no sirve. Y la lista de propuestas es larga: completar la unión bancaria y financiera, ir hacia una convergencia fiscal, contar con un presupuesto común y constituir un Parlamento específico para los países de la zona euro para reforzar los controles democráticos, etc. Todo dependerá de la voluntad política de los países miembros. Parece dibujarse hacia una UE a distintas velocidades con un núcleo duro de países más integrado y comprometido.
Los retos son enormes. La UE debe abordar la construcción de una Europa socialmente más justa y equilibrada que corrija los efectos perniciosos de una incontrolada mundialización que incrementó las desigualdades territoriales y sociales, provocando la reacción de las identidades nacionales. La UE debe defender los valores democráticos hoy minusvalorados por las presiones populistas anti europeístas, principalmente en Europa central y oriental. La situación en los Balcanes empeora. Y si no se reacciona pronto, en vez de unos Balcanes europeístas se podría producir una cierta balcanización de Europa. También potenciar las relaciones con Ucrania, Georgia y otros países muy presionados por Rusia. Proteger coordinadamente las fronteras exteriores de la UE para lograr una justa y eficaz gestión de los flujos migratorios. Y avanzar decididamente hacia una política de seguridad y defensa común europea ante un Donald Trump que, al igual que Putin, tampoco desea una Europa fuerte y unida. Francia consagra el 1,8% del PIB al presupuesto de defensa, Alemania solo un 1,2%. Y erradicar la persistente amenaza del terrorismo islamista radical con creciente presencia en Europa.
La salida del Reino Unido ayudará mucho a clarificar las posibilidades reales de una UE que, en los últimos años, fue perdiendo capacidades de negociación internacionales frente a EEUU, China, Rusia y otros países avanzados y emergentes con creciente poder geoestratégico y económico mundial.
Las negociaciones entre Londres y la UE-27 arrancaron el 19 de junio en Bruselas. Pero el plazo de dos años para culminar el divorcio empezó a correr el 29 de marzo cuando Theresa May activó el art 50 del Tratado de Lisboa. El 29 de marzo de 2019, el Reino Unido debería estar fuera de la UE. Bruselas, ya lista para negociar, tiene prisa para poder cerrar sin demoras el pleito antes de la celebración de las elecciones al Parlamento Europeo en 2019. Pero en Londres reina el desconcierto tras el inesperado resultado de las elecciones legislativas del 8 de junio. Los europeos esperaban una victoria nítida de la primera ministra. Pero May perdió la mayoría absoluta que disfrutaba en el Parlamento británico y su posición negociadora queda debilitada en su país y ante la UE. Su liderazgo quedó en entredicho. Apostó por adelantar las elecciones para lograr un mandato claro y reforzado para negociar con la UE-27 pero fracasó. Se esperaba un “Brexit hard o soft” pero en todo caso ordenado y cumpliendo los plazos. Ahora, Bruselas teme que todo sea más incierto y descontrolado. Y lo peor: seria que no se llegase a un acuerdo. Londres puede salir malparado por una situación provocada por May. Ahora, los europeístas Merkel y Macron ven una ventana de oportunidad para impulsar la UE, sin los británicos. El “Brexit” difícilmente tendrá vuelta atrás porque se van deteriorando las relaciones políticas y de confianza entre las Islas y el continente.
Un año después del referéndum del 23 de junio de 2016, la economía británica empieza a notar los efectos del “Brexit”. El PIB siguió creciendo en 2016 (un 0´7% en último trimestre). Pero solo un 0,2% en el primer trimestre de 2017 La libra esterlina se resiente y se encarecen las importaciones. La inflación, que era un 0,5% en junio de 2016, subió al 2,9% en mayo de 2017 frenando el hasta ahora vigoroso consumo interior, el gran motor del crecimiento. Crecen las incertidumbres. Muchas inversiones fusiones y adquisiciones empresariales quedan a la espera de cómo transita el “Brexit”. El boom del sector inmobiliario de Londres se frenó. Y algunas instituciones financieras de la City de Londres preparan planes par deslocalizar parte de sus actividades ante una posible pérdida del pasaporte europeo para seguir operando en el continente. Pero, por ahora, solo cabe hablar de ralentización económica. Según “The Economist”, el PIB podría crecer un 1,6% en 2017 y un nivel de paro de solo un 4,7%.
Ángela Merkel era una tenaz defensora de la alianza transatlántica sobre la cual se asentaba la política exterior alemana y europea. Ya no piensa igual tras observar un impetuoso Donal Trump sermoneando a sus aliados tradicionales durante las recientes cumbres de la OTAN y del G4 celebradas el 25 de mayo en Bruselas y el 26 y 27 en Taormina (Sicilia). El brusco comportamiento de Trump contrastó con la benevolencia mostrada unos días antes en Riad con Arabia Saudita y las demás monarquías del Golfo.
Una contundente Merkel advirtió, el 28 de mayo en Múnich, que Europa ya no puede confiar plenamente con EEUU y el Reino Unido y que “nosotros los europeos debemos tomar en nuestras manos nuestro propio destino. EEUU ya no se comporta como un socio del cual puede fiarse ni política y económicamente. En el ámbito de la defensa, Trump rehusó reafirmar explícitamente la trascendencia del art. 5 del Tratado constitutivo de la OTAN que obliga a sus miembros a defender a otro que sea atacado. Y descalificó a los alemanes, “bad, very bad”, por disfrutar de un alto superávit comercial con EEUU. Y su frontal rechazo al Acuerdo de Paris sobre el Cambio Climático no es de recibo.
Alemania siempre contó con los anglosajones: EEUU le garantizaba la seguridad e incluso un paraguas nuclear frente a Rusia. Los británicos defensaban el Libre Comercio ante las posiciones menos liberales de los franceses. Pero Trump y el Brexit modifican el “status quo”. Merkel encontrará en el europeísta Macron el aliado para reaccionar frente al “América first”. Y también para recomponer las tensas relaciones con la vecina Rusia de Vladimir Putin.
Y mientras Washington toma distancias con el continente europeo, China se acerca para intenta sacar ventaja de las tensiones entre occidentales. Pekín busco reforzar puentes de entendimiento durante la cumbre UE-China celebrada los días 1 y 2 de junio en Bruselas. Y confirmó su compromiso con el Acuerdo de Paris sobre el Cambio climático.
El Imperio del Centro va constituyendo instituciones e instrumentos para redibujar a su favor el nuevo orden económico del siglo XXI. Y ambiciona tejer una vasta red de infraestructuras (puertos, ferrocarriles, carreteras y otros equipamientos logísticos) para conectar China con Europa, Asia y África e impulsar los flujos comerciales e inversores intercontinentales. Xi Jinping, lidera el “Belt and Road Initiative” (OBOR). Y cuenta con los apoyos del Banco Asiático de Inversiones en Infraestructuras (AIIB) con sede en Pekín y de la Nueva Banca de Desarrollo BRICS con sede en Shanghái. Pero la iniciativa es vista con recelos por la UE, Japón, India y de otras regiones y países vecinos que temen depender demasiado del coloso chino. Las nuevas “Rutas de la Seda” podrían canalizar unos flujos principalmente unidireccionales e incrementar el superávit comercial chino. En definitiva, una mundialización con características o estándares chinos.
China sigue incrementando su presencia en la UE. Según la Rhodium Group y el instituto Merics, las inversiones chinas en el viejo continente, cada vez más interesadas en los sectores estratégicos y de alto valor añadido, alcanzaron los 35.000 millones de euros en 2016, un 75% que en 2015. En cambio, las de UE sumaron unos 8.000 millones, un 23% menos. China ya desbancó a EEUU como gran socio comercial de Alemania y el grupo chino HNA es el primer accionista de Deutshe Bank. Pero la UE debería evitar caer en las redes chinas, aunque se vistan de seda. Xi Jinping se presenta como un defensor del libre comercio, pero China sigue siendo un país muy proteccionista. Los informes de la Cámara de Comercio de la UE en Pekín indican que el 54% de las empresas europeas en China se sienten discriminadas respecto a las empresas locales.
Publicado originalmente en Cataluña Económica, 6 de julio de 2017.
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