¿La nueva "doctrina Macron"?

French President Emmanuel Macron walks in the courtyad of the Hotel des Invalides during a national tribute ceremony for late French politician Simone Veil, Holocaust survivor and pro-abortion campaigner, in Paris, France, July 5, 2017.  REUTERS/Philippe Wojazer - RTX3A3AB

Image: REUTERS/Philippe Wojazer

Zaki Laidi
Profesor de Relaciones Internacionales, Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Po)

El presidente francés Emmanuel Macron invitó a París a su par ruso, Vladimir Putin, como primer visitante oficial extranjero; luego, el presidente estadounidense Donald Trump asistirá a la conmemoración de la Toma de la Bastilla de este año. Con este gesto de acercamiento a dos líderes mundiales que no ocultaron sus esperanzas de que nunca llegara al Elíseo, Macron sienta las bases de una nueva y ambiciosa política exterior francesa.

El mensaje que Macron envía es que estará disponible para negociar con quienquiera que tenga voluntad de hacerlo, pero sin disfrazar los desacuerdos. Su política exterior busca recuperar para Francia un lugar central en el mundo, sin abandonar el firme compromiso con Europa.

La eficacia de la política exterior de Macron dependerá de su capacidad de revertir la situación económica de Francia. Esto es una enseñanza que deja la experiencia de su predecesor, François Hollande, quien más allá de una intervención militar contra las milicias islamistas en Mali, consiguió muy poco en el nivel internacional, precisamente porque la debilidad económica de Francia le restó credibilidad interna a su gobierno.

Es demasiado pronto para saber si Macron triunfará allí donde Hollande fracasó. Pero ya es evidente que Macron posee algunas habilidades y atributos valiosos de los que su antecesor carecía: carisma innegable, capacidad para conectar con los líderes extranjeros (en parte gracias a su fluido inglés), sólido entendimiento de las cuestiones globales y determinación de implementar una reforma económica.

Macron también contará con la ayuda de factores externos. Para empezar, el último tiempo ha habido una mejora sustancial de la situación económica, no sólo en Francia sino en toda Europa. Además, Francia y Alemania comienzan a hallar convergencias en una larga lista de asuntos internacionales. Si a esto se le suma el aislamiento autoimpuesto del Reino Unido y las erráticas políticas de “Estados Unidos primero” de Trump, Macron parece bien encaminado a convertirse en un defensor clave del multilateralismo.

Es verdad que aún si Macron logra conducir un cambio de la situación económica, Francia nunca tendrá los medios ni la ambición para sustituir a Estados Unidos en la escena mundial. Pero lo que sí quiere Macron es que Francia ejerza más influencia en el sistema internacional, ambición puesta de manifiesto por el modo en que se dirige a Putin y Trump.

Apenas un par de semanas después de su victoria electoral, Macron denunció a medios de prensa estatales rusos por emplear “propaganda mentirosa” para dañar su reputación durante la campaña (sin por ello distanciarse de Putin). Ningún líder francés desde Charles de Gaulle se hubiera atrevido a plantarle cara a Rusia tan abiertamente. Pero en la perspectiva de Macron, ningún diálogo es posible sin antes dejar asentados los desacuerdos que definirán la relación bilateral y una dinámica de poder clara.

La mayor prueba para la relación rusofrancesa será Siria, un tema que hasta ahora Macron manejó con destreza. Dejó de lado intencionalmente la cuestión de si el presidente sirio Bashar al-Assad seguirá en el poder (como pretende Putin) o será depuesto (como desean Estados Unidos y otros países), pero también dejó en claro que Francia intervendrá militarmente si Assad vuelve a usar armas químicas. Aunque todavía no está garantizado que la estrategia de Macron resulte, con ella Francia ha vuelto a tomar cartas en Siria (al menos por ahora).

En cuanto a Trump, el desacuerdo que con él mantiene Macron tiene que ver más que nada con cuestiones multilaterales. Francia y Europa valoran mucho el multilateralismo, base de la coparticipación de gastos. Por eso preocupa tanto la tendencia del gobierno de Trump al proteccionismo comercial (por no hablar de la desregulación financiera).

Pero lo que más preocupa a Macron es la decisión de Trump de retirarse del acuerdo climático de París, y planea trabajar con la canciller alemana Angela Merkel para conseguir que Estados Unidos revierta esa medida. Si lo logra, Macron habrá sentado a Francia como defensora y practicante eficaz del multilateralismo.

Además, Macron tiene otro objetivo en relación con Trump: evitar que los desacuerdos afecten la defensa de intereses compartidos, especialmente en la lucha contra el terrorismo. En Siria, por ejemplo, las posturas de Francia y Estados Unidos están muy alineadas, y Trump ya se mostró más dispuesto que su predecesor, Barack Obama, a hacer cumplir la prohibición de usar armas químicas. Pero la política de Trump hacia Siria todavía es ambigua: no se han dado muchos lineamientos claros, y hay importantes discrepancias entre los dichos de Trump y su propio gabinete.

Por supuesto que las amenazas de Trump en el sentido de desvincularse de la OTAN también preocupan a Francia. Pero París siempre trató de mantener una capacidad de autonomía estratégica, y Macron espera que el debilitamiento de las garantías estratégicas dadas por Estados Unidos convenza a los europeos de hacer lo mismo, tras postergar largamente la adopción de una postura de defensa común más fuerte.

Es indudable que para el surgimiento de dicha postura todavía hay que superar considerables obstáculos económicos, estratégicos y culturales (que incluyen la oposición en algunos círculos industriales franceses al llamado a licitaciones abiertas para contratos de defensa). Pero ya hay señales de progreso, entre las que destaca que por primera vez la Comisión Europea haya decidido ofrecer financiación europea para programas militares clave, especialmente en investigación y desarrollo.

Llevará algún tiempo reunir no sólo el dinero, sino también (y sobre todo) la voluntad política. Pero la creciente incertidumbre sobre la fiabilidad de Estados Unidos (sumada a la salida del Reino Unido, tradicionalmente contrario a la autodefensa europea) ya motivó que Alemania admita la necesidad de avances. Y, claro, todo avance para Europa supone avance para Francia, ya que Europa actúa como un multiplicador de su poder nacional.

Todavía no hay una “doctrina Macron”, pero ya comienzan a delinearse los objetivos del nuevo presidente francés en materia de política exterior: revertir la decadencia económica de Francia para aumentar su credibilidad; reforzar el eje francoalemán en Europa; fortalecer el papel de Europa en el mundo; y dialogar con todos. Es una estrategia realista, pero para nada cínica.

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