Una economía sostenible para el mundo árabe

Iraqi girls play with water as they enjoy their Friday holiday with their family at Shallalat district (Arabic for "waterfalls") in eastern Mosul, Iraq, April 21, 2017. REUTERS/ Muhammad Hamed - RTS13CR3

Image: REUTERS/ Muhammad Hamed - RTS13CR3

Mahmoud Mohieldin
UN Climate Change High-Level Champion, COP27 Climate Champions

En las últimas décadas, millones de personas en el mundo árabe han sido sacadas de la extrema pobreza. Pero el progreso hoy corre el riesgo de desacelerarse, o inclusive de revertirse, debido a un círculo vicioso de fracaso económico y desorden violento. Para impedir este desenlace, los países árabes deben actuar con celeridad para construir una economía más sostenible, sustentada por una mayor creatividad y vitalidad del sector privado, mejores servicios públicos y la creación de bienes públicos regionales y globales.

El primer paso para lograr este objetivo es reconocer la escala y la naturaleza de las potenciales barreras para el éxito. Los países árabes hoy enfrentan un crecimiento general lento del PIB y restricciones fiscales cada vez más severas. Las disparidades en el acceso a la educación, la capacitación y la atención médica -en parte, un reflejo de esas limitaciones fiscales- exacerban la desigualdad ya en aumento.

Como hemos visto en la región, estas circunstancias pueden alimentar la polarización política y el conflicto violento, lo que trae aparejado desplazamiento, pérdida de vidas, destrucción de infraestructura y costos económicos espeluznantes. Si bien el desarrollo económico no es una garantía de paz, la falta de desarrollo sí contribuye, muchas veces, al extremismo y a la violencia, ya que la ira popular se combina con una pérdida de legitimidad institucional. La existencia de conflictos cercanos, que pueden tener efectos secundarios desestabilizadores, resalta el riesgo de una agitación.

La innovación tecnológica puede ser parte de la solución para las economías árabes, pero la alteración de los mercados y los estilos de vida que esa innovación conlleva plantea sus propios desafíos. Igualmente difícil de manejar son riesgos como el cambio climático y las pandemias, que trascienden las fronteras y, por ende, no pueden ser encarados por un solo país.

Superar esos desafíos no será una tarea sencilla. La clave para el éxito será una cooperación inteligente: entre la población y los sectores privados; entre el gobierno y la sociedad civil; entre países, y entre los países y las organizaciones internacionales.

Una de esas organizaciones internacionales es el Grupo del Banco Mundial, que trabaja junto con los países para ayudar a proteger a los pobres y a los vulnerables, mejorar la resiliencia a los shocks generados por los refugiados y la migración, y garantizar un suministro de servicios inclusivo y responsable. También trabajamos para fortalecer al sector privado, para que pueda crear empleos y oportunidades para los jóvenes en todo el mundo árabe. Y promovemos otros tipos de cooperación, particularmente la cooperación regional de bienes públicos compartidos y en sectores como la educación, el agua, la energía y el cambio climático.

Un objetivo importante de la cooperación también deber ser el de recaudar fondos. La ayuda oficial al desarrollo (ODA por su sigla en inglés), que el año pasado fue de 142.000 millones de dólares, nunca será suficiente para satisfacer las extraordinarias necesidades de financiamiento de la región, aunque se combinara con recursos del gobierno. Para ponerlo en contexto, la ODA en 2015 equivalió a apenas un tercio del gasto anual en atención médica de Alemania.

El brazo comercial de las Naciones Unidas, la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo), estima que, para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el mundo tendrá que cerrar una brecha de 2,5 billones de dólares -anualmente-. Para lograrlo, debemos utilizar mecanismos innovadores para apalancar y movilizar fondos globales, especialmente del sector privado.

Afortunadamente, el sector privado tiene billones de dólares que puede destinar al esfuerzo de construir una economía más sustentable y, específicamente, alcanzar los ODS. Pero necesita estímulo, que el Grupo del Banco Mundial ha intentado brindar, mediante financiamiento concesional, garantías de inversión e inversiones paralelas. También nos hemos esforzado en alentar a los países a mejorar el contexto de políticas y regulaciones para el desarrollo y el crecimiento, convirtiéndose así en destinos más atractivos para los recursos del sector privado.

Pero es necesario seguir trabajando para alentar al sector privado a invertir en desarrollo sustentable. Para empezar, las empresas necesitan un objetivo. Como señala un informe reciente de Deloitte, las empresas deberían poder articular un objetivo claro que esté conectado con una meta social, ambiental o hasta económica más amplia. Ese objetivo puede actuar como una brújula para la empresa, influyendo en su cultura y valores organizacionales y guiando el comportamiento individual y colectivo de los accionistas.

Por supuesto, una sensación de propósito por sí sola no llevará al sector privado a destinar inversión a la sustentabilidad. La Comisión de Comercio y Desarrollo Sostenible (BSDC por su sigla en inglés) ha informado que las inversiones en los ODS generan enormes retornos, entre ellos nuevas oportunidades, importantes mejoras de la eficiencia, ímpetu por la innovación y mejores reputaciones.

Una vez que las empresas reconocen estos beneficios y deciden adoptar una estrategia impulsada por un objetivo, necesitan ayudar a monitorear y reportar los resultados. Específicamente, necesitan un marco transparente que les permita compartir de manera más fácil información sobre el progreso en sus objetivos económicos, sociales y ambientales de largo plazo. Hay esfuerzos en marcha para crear este tipo de marco, pero todavía hay mucho más por hacer a fin de crear los incentivos apropiados para que las empresas participen.

Los rangos de empresas que respaldan la transición hacia una economía sustentable están creciendo. Pero, para completar esa transición, particularmente en los países árabes, será necesario que se sumen muchas más empresas y otras entidades del sector privado. Por supuesto, sus promesas deben estar acompañadas y reforzadas por el compromiso de gobiernos, instituciones multilaterales y la sociedad civil.

El camino por delante está plagado de dificultades, pero el mundo árabe ha superado desafíos igual de abrumadores en el pasado. Hoy tanto como siempre, la región cuenta con la gente, los recursos y la oportunidad para prosperar.

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