Una nueva perspectiva sobre el vínculo entre la desigualdad y el desarrollo económico
Image: REUTERS/Beawiharta
Mucho se ha escrito acerca de la relación entre la desigualdad y el desarrollo económico, pero la teoría no llega a una conclusión definitiva. Cuando el ingreso está más concentrado en unas pocas personas, puede generar una menor demanda de la población general y una menor inversión en educación y salud, lo que afecta el crecimiento a largo plazo. Al mismo tiempo, un nivel determinado de desigualdad confiere a los ricos los medios para crear empresas y crea incentivos para aumentar la productividad y el nivel de inversiones, lo que promueve la actividad económica. Sin embargo, los niveles de desigualdad iniciales también son importantes para explicar por qué el impacto del aumento de la desigualdad sobre el desarrollo económico varía entre países.
La investigación empírica supone que la relación entre la desigualdad y el desarrollo económico no varía, independientemente del lugar que ocupe el país en la escala de desigualdad, medido según el coeficiente de Gini (que va de cero, nivel en el que todos tienen el mismo nivel de ingreso, a 100, nivel en el que una persona recibe la totalidad del ingreso).
En dos trabajos recientes —Inequality Overhang e Inequality and Growth: A Heterogeneous Approach—, profundizamos el análisis de la dirección de esta relación utilizando una muestra de 77 países en distintas etapas de desarrollo y representativos de todas las regiones, con al menos 20 años de datos, y empleando técnicas que abordan algunas de las deficiencias en materia bibliográfica. A causa de las limitaciones de los datos, nos concentramos exclusivamente en la desigualdad en términos de ingreso y no analizamos el concepto de desigualdad en términos de riqueza, igualmente pertinente.
Llegamos a la conclusión de que el efecto de la desigualdad del ingreso sobre el crecimiento económico puede ser positivo o negativo, y que con un nivel determinado de desigualdad —un coeficiente de Gini de aproximadamente 27%, para ser exactos— la dirección de la relación cambia: es decir, el momento en el que la desigualdad empieza a afectar el desarrollo económico.
También evaluamos si algunas de las medidas habitualmente propuestas para combatir los efectos nocivos del aumento de la desigualdad —como impulsar la inclusión financiera y promover la participación de la mujer en el mercado laboral— mitigan efectivamente el impacto sobre el desarrollo económico.
Nuestros resultados indican que un cambio en el crecimiento de la desigualdad del ingreso no tiene el mismo efecto en todos los países.
Si bien la mediana del impacto del crecimiento de la desigualdad sobre el crecimiento del PIB per cápita es negativa y significativa, y dura aproximadamente dos años, esto no se cumple en todos los países. En Ecuador, Jordania, Nigeria y Panamá, por ejemplo, el impacto es importante y negativo. En otros países, como Finlandia, el impacto es positivo, como ilustran los resultados del percentil 25. Este nivel elevado de dispersión resalta la pertinencia reducida del efecto promedio que suele estimarse.
Los distintos efectos que se registran entre los países pueden vincularse con los diversos niveles de desigualdad iniciales. Si el ingreso no está altamente concentrado, un aumento de la desigualdad puede representar incentivos para que los países sean más productivos, pero si está muy concentrado, el mismo aumento puede generar comportamientos de búsqueda de renta: los más ricos toman para sí mismos porciones cada vez más grandes de la riqueza de la nación. Además, si la desigualdad es baja, es poco probable que un aumento genere descontento social. Por el contrario, si la desigualdad ya es elevada, todo incremento adicional probablemente reduzca el consenso social y la capacidad de aplicar reformas favorables al crecimiento.
El gráfico siguiente resalta la existencia de una relación con forma de U inversa entre la desigualdad y el desarrollo económico y revela lo que nosotros denominamos “exceso de desigualdad”. En otras palabras, el impacto de la desigualdad del ingreso sobre el desarrollo económico es positivo para los valores del coeficiente de Gini neto inferiores a 27% (neto se refiere a que se mide después del pago de impuestos y transferencias), pero se torna negativo para los valores superiores a 27%. Además, a medida que los países se vuelven más desiguales, la magnitud del impacto negativo sobre el desarrollo económico crece.
La mejora del acceso de los hogares y las empresas a los servicios bancarios, además de la promoción de la participación de la mujer en el mercado laboral, pueden ayudar a contrarrestar el impacto negativo de la desigualdad sobre el crecimiento económico. No obstante, también podrían empeorar las cosas, mediante un sobreapalancamiento de los hogares más pobres o a través de una sobreoferta de mano de obra.
Concluimos que, si bien el acceso financiero suele ser algo deseable, puede llevar a un mayor impacto negativo de la desigualdad del ingreso sobre el desarrollo económico, ya que es posible que los bancos restrinjan el crédito a los clientes en el extremo inferior de la distribución del ingreso, por su incapacidad de reembolso. A fin de evitar esa relación de compensación, deben contemplarse mecanismos que garanticen que los que pierden acceso al crédito cuando se concentra el ingreso puedan seguir consumiendo, incluso si su nivel de ingreso disminuye. Por otro lado, una mayor participación de la mujer en el mercado laboral es una situación doblemente beneficiosa, ya que amplía el agrupamiento de talento disponible para trabajar y reduce (e incluso revierte) el impacto negativo de la desigualdad sobre el crecimiento.
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