Equidad, Diversidad e Inclusión

Las mujeres en la economía verde

A woman walks to the market in Abu Shock IDPs camp in Al Fashir, capital of North Darfur, Sudan, September 6, 2016. REUTERS/Mohamed Nureldin Abdallah - RTX2OCHQ

Image: REUTERS/Mohamed Nureldin Abdallah

Isabella Lövin
Ngozi Okonjo-Iweala
Director-General, World Trade Organization (WTO)

En Ghana, un grupo de emprendedores formado por mujeres y jóvenes arma bicicletas con el material más improbable: bambú. Diez agricultores cultivan el bambú, y veinticinco armadores lo convierten en bicicletas ecológicas que pueden usarse en las desparejas calles de Ghana o exportarse al extranjero. Bernice Dapaah, fundadora y directora ejecutiva de Ghana Bamboo Bikes, planea construir en breve dos fábricas nuevas, con lo que creará cincuenta puestos de trabajo más en comunidades de alto desempleo.

Ghana Bamboo Bikes es sólo un ejemplo del importante papel que las mujeres pueden desempeñar en la transición a un modelo sostenible de crecimiento económico y desarrollo. Pero para asegurarnos un futuro próspero en un planeta sano, es necesario sumar más ejemplos como este. El mundo necesita más mujeres que, al mando de empresas o en la formulación de políticas públicas, lideren la lucha contra el cambio climático y guíen la transformación hacia la sostenibilidad.

Cuantas más mujeres trabajan, más crecimiento económico. Según el Foro Económico Mundial, el aumento de la igualdad de género (y el consiguiente aumento de uso del capital humano) se correlaciona positivamente con el PIB per cápita, la competitividad y el desarrollo humano. Desaprovechar ese capital tiene el efecto opuesto: el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo informa que el costo anual promedio de la desigualdad de género sólo en África subsahariana (por poner un ejemplo) asciende a 95 000 millones de dólares (el 6% del PIB).

Pero todavía existe en todo el mundo una enorme brecha de género laboral y salarial. La tasa de participación de las mujeres en la fuerza laboral mundial oscila alrededor de 50% desde 1990, mientras que la de los hombres es más de 75%. Y en la mayoría de los países, las mujeres que trabajan ganan en promedio entre 60 y 75 centavos por cada dólar que ganan los hombres.

Para impulsar el crecimiento económico y el desarrollo, debemos aprovechar el potencial de todos los trabajadores y dar a las mujeres oportunidades no sólo de ganar dinero, sino también de liderar. Es preciso empoderar a las mujeres y transformar su papel en la economía. ¿Qué mejor momento para hacerlo que ahora, cuando el mundo busca otra transformación económica, hacia una economía verde?

De hecho, el cambio climático agudiza la urgencia de transformar el papel de las mujeres en la economía. La división tradicional de responsabilidades implica que el cambio climático suele afectar en modo diferente a hombres y mujeres, particularmente en los países en desarrollo.

Es más común que el trabajo asalariado y el cultivo de alimentos para la venta estén a cargo de los hombres, y un fenómeno meteorológico (por ejemplo una sequía) puede dejarlos sin ingresos y obligarlos a mudarse a las ciudades en busca de empleo. Las mujeres, que a menudo son responsables de cultivar alimentos para la subsistencia local y cuidar a sus familias, no tienen esa opción. En vez de eso, tienen que hallar formas alternativas de garantizar la provisión local de alimentos y de generar ingresos para sostener a sus familias, por ejemplo mediante la venta de bienes menores o incluso sacando a sus hijos de la escuela para que ayuden. Y sus problemas se agravan en regiones donde también dedican varias horas al día a conseguir agua potable, en las que un cambio en los patrones de lluvia puede obligarlas a alejarse todavía más de sus casas para encontrarla.

En este contexto, es fundamental empoderar a las mujeres para que aprovechen la oportunidad que presenta la transición a una economía sostenible. Hay cuatro áreas clave donde introducir cambios puede resultar particularmente valioso.

En primer lugar, las mujeres necesitan más acceso al sistema financiero. En África subsahariana, tener una cuenta bancaria es un 30% más probable para los hombres que para las mujeres. Para eliminar esta divergencia, es necesario diseñar préstamos e instrumentos de ahorro con requisitos más flexibles y adaptados a las mujeres. Esto incluye, por ejemplo, la expansión del microcrédito (una modalidad que ya permitió a mujeres de muchos países convertirse en emprendedoras).

Para conseguirlo, es necesario convencer a los prestamistas escépticos que todavía dudan de la fiabilidad (y del valor) de tener mujeres como clientes; esto incluye mostrarles datos sobre microcrédito, que prueban que las mujeres devuelven los préstamos tanto o más que los hombres. Cuando las mujeres obtienen acceso al sistema financiero, pueden crear pequeñas empresas e invertir en ellas, y se sienten más seguras en caso de tener que recurrir a los ahorros en una emergencia.

En segundo lugar, las mujeres necesitan igualdad de derechos sobre la tierra. La propiedad de los terrenos (sea en forma conjunta, en el caso de mujeres casadas, o individual, para las mujeres solteras jefas de familia) no sólo mejora la seguridad económica y la productividad, sino que también refuerza el acceso a los mecanismos financieros tradicionales. Contar con derechos formales sobre las tierras que cultivan también facilita que las mujeres inviertan en mejorar la fertilidad del suelo y contribuyan así a un uso de la tierra más productivo y sostenible.

En tercer lugar, las mujeres necesitan políticas que apoyen su participación activa en la incipiente economía verde, lo que incluye mejor educación, formación en nuevas capacidades y protección contra la discriminación laboral. Al ser la industria de las energías limpias tan joven, puede ayudar a atraer a las mujeres hacia carreras no tradicionales mejor pagas, por ejemplo en ingeniería.

Finalmente, las mujeres necesitan empoderamiento en lo político. La formulación de políticas pierde legitimidad cuando la mitad de la población no tiene voz en la toma de decisiones. Las mujeres pueden tener un papel importante en la implementación pública de incentivos y regulaciones tendientes a apoyar la transición hacia una economía sostenible e inclusiva.

Aun sin ese apoyo, las mujeres ya están aprovechando la oportunidad que presenta esta transición. Por ejemplo, la empresa social Solar Sister creó puestos de trabajo para 2500 mujeres en la venta de soluciones de iluminación solar económicas en Nigeria, Tanzania y Uganda; Lumos, otra empresa dedicada a la energía solar, está empoderando a emprendedoras en Nigeria.

Pero las mujeres que trabajan en la industria de las tecnologías ecológicas todavía son demasiado pocas y suelen ocupar puestos inferiores de la jerarquía. Para cambiar esta situación (y permitir a todos los ciudadanos alcanzar su pleno potencial económico) se necesitan esfuerzos decididos que promuevan la inclusión social y política de las mujeres.

Eliminar la desigualdad de género es lo correcto, para las mujeres y para el planeta, y es la mejor elección para la economía. No hay que perder esta oportunidad.

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