Google te revela cómo viviremos con los robots en 2030
Image: REUTERS/Thomas Peter
A comienzo de 2012 predije que para 2030 desaparecerían 2,000 millones de puestos de trabajo. Esta predicción se vio reforzada por un estudio de Oxford que estimaba que 47% de los trabajos actuales quedarían automatizados o desaparecerían en 20 años (unos 2,000 millones). En un estudio de 2017, el Baylor College define a 37% de la fuerza laboral actual como “tecnófobos” —temen a la automatización, la inteligencia artificial y los robots como fuerza laboral.
No hace mucho, Bill Gates sugería que los robots deberían pagar impuestos para contrarrestar el costo de la pérdida de trabajos de los humanos: “En estos momentos, el humano que realiza un trabajo en una fábrica por el que se le pagan 50,000 dólares, ese pago está sujeto a impuestos, como el impuesto sobre la renta, la seguridad social, etc.; si un robot llega a hacer lo mismo, lo lógico sería gravar al robot de la misma manera”.
Si bien, a simple vista, pareciera ser la respuesta lógica a los casi diarios anuncios acerca de la desaparición de los trabajos y resulta un fácil eslogan de campaña para los políticos, esta manera de pensar es problemática a diferentes niveles.
Naturalmente, cuando se habla de imponer gravámenes a los robots, todo gira en torno a cómo definimos un robot. La definición de diccionario es demasiado vaga, pues lo define como “una máquina capaz de realizar una compleja serie de acciones automáticamente, en especial las programables con una computadora”. Si usamos esa definición, entonces el robot lo abarca todo: coches, impresoras, ascensores, relojes, tractores, montacargas, armas, segadoras de pasto, sierras de cadena, drones y muchas más cosas.
Si enfocamos a los robots como destructores de trabajos, debemos entender que el software es mucho mejor destructor que las máquinas. Vienen al caso las compañías de economía compartida, como Uber y AirBNB, las cuales emplean sofisticadas apps que han eliminado puestos, tanto de trabajadores como administrativos. Incluso el sencillo software de hojas de cálculo reduce en 90% el tiempo que un contable pasa con los libros de contabilidad de la empresa.
También hay una muy fina línea divisoria entre una máquina que ahorra trabajo y otra que mata trabajos. Casi cada solicitud de patentes incluye al menos una indicación de ahorro de trabajo en su detallada descripción y esto se remonta a centenares de años.
El primer concepto equivocado es que la automatización destruye trabajos, lo cual no es cierto. Elimina una parte de los empleos y acaba con la necesidad de ciertas habilidades, pero hay empleos integrales que son mucho más complejos que todo eso.
De acuerdo con un informe reciente del economista de Harvard, James Bessen, la automatización, en 67 años, solo ha causado la extinción total de un solo trabajo: los operadores de los ascensores. De las 270 ocupaciones anotadas en el Censo de EU de 1950, solo los operadores de ascensores ya no existen, debido a la automatización. Otros 32 trabajos se han perdido por falta de demanda y cinco se han vuelto obsoletos.
La segunda opinión equivocada es que los robots asumirán nuestros trabajos. Los robots no eliminan trabajos, la gente los elimina. El número de trabajadores que se necesita es siempre una decisión de la administración. Es fácil comenzar a culpar a los robots de las decisiones que toman sus dueños, además de que los robots necesitan dueños.
Sí, es cierto que estamos entrando a un mundo en el que los vehículos sin conductor eliminarán millones de puestos de chofer; los sistemas robotizados trabajarán incansablemente, noche y día, eliminando millones de puestos en la manufactura, soldadura, pintura y ensamble, y cosas que en el pasado se pensaban imposibles de automatizar tendrán máquinas que reducirán el número de puestos de trabajo.
A la par, la cantidad de tiempo que se tarda para construir barcos o rascacielos, para crear centros de almacenamiento masivo de datos por los crecientes volúmenes de información; para producir redes globales inalámbricas para todos nuestros dispositivos, se ha reducido significativamente. Pero, junto a estos descensos, existe un incremento de nuestras capacidades y nuestras expectativas.
Por estas razones, he planteado las “Tres leyes de las capacidades exponenciales”.
Ley 1: Con la automatización, cada descenso exponencial en el esfuerzo crea un incremento exponencial igual y opuesto en las capacidades.
Ley 2: A medida que los logros importantes de hoy se vuelven más comunes, serán sustituidos por los megalogros.
Ley 3: A medida que subimos la barra de nuestros logros, también buscamos reajustar la norma para nuestras expectativas.
Es decir, en la medida que nuestras capacidades aumentan, solo necesitamos poner la vista más alta y apuntar a las estrellas… literalmente.
¿Compraremos música generada por máquinas o música producida por humanos? ¿Compraremos arte hecho por máquinas, asistiremos a una carrera de coches sin conductor o nos sentaremos en un estadio para observar a roboatletas?
En todos estos casos los escogeríamos a ambos. Desde luego, en la mayoría de ellos escogeríamos uno más que otro, pero compraremos arte humano junto con arte robot. Iremos un día a comer en un restaurante manejado por humanos y al siguiente a uno manejado por robots. Animaremos a nuestro equipo humano favorito con un grupo de amigos y otro día vitorearemos a nuestro atleta robot favorito.
También nos gustarán unos robots y despreciaremos otros. No vivimos en un mundo de ‘esto o lo otro’; más bien, nuestra cultura humana ha madurado hacia una economía más inclusiva. Sí, estas nuevas opciones competirán entre ellas, llevando a que haya menos personal por restaurante y menos artistas o músicos para satisfacer las demandas actuales.
Sin embargo, a medida que nuestra demanda aumente, veremos más gente trabajando en esos campos. Los dueños de restaurantes, usarán robots para ser más eficientes; los artistas usarán robots para producir mucho más arte y los músicos y atletas competirán con robots.
Uno de mis amigos me pasó este caso:
Cuando yo vivía en el noroeste de Canadá, por los años 70, le pregunté a uno de los lugareños por qué seguían usando perros y trineos, en vez de los snowmobiles. Me contestó: “Cuando la condición atmosférica es mala, los perros tienen tanto interés en llegar a casa como yo. Al snowmobile le da igual”. Contrariamente a lo que la gente cree, la mayoría de los robots y los sistemas de inteligencia artificial actúan como un complemento para los humanos, en vez de un sustituto. De acuerdo con los expertos, estamos a muchos años de distancia de la inteligencia artificial generalizada y la automación plena.
Pero, a la postre, llegará el día en que los robots efectuarán la mayoría de las tareas y el papel de los humanos en los ciclos de producción será marginal. Los robots ya están aquí. Y llegan con o sin nuestra bendición, y en formas y estructuras que ni siquiera imaginamos. Pero también vienen con sus limitaciones; que, de paso, pronto descubriremos.
*El autor Thomas Frey es el conferencista sobre el futuro mejor calificado por Google y director ejecutivo y futurista senior del DaVinci Institute, laboratorio de estudios del futuro.
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