El día en que los cubanos descubrieron el wifi

Men use mobile phones to connect to the internet from inside a car at a hotspot in downtown Havana, Cuba, December 12, 2016. REUTERS/Alexandre Meneghini - RTX2UQOH

Image: REUTERS/Alexandre Meneghini

Valeria Saccone

Un país: Cuba. Un año clave: 2015. Un momento histórico: la apertura del régimen socialista tras décadas de embargo. Una nueva revolución: la llegada del wifi. El fotógrafo brasileño Luiz Frota estaba en La Habana en los albores de la nueva era tecnológica que cambiaría para siempre el régimen de Fidel Castro.

Hace dos años, Frota resolvió sumergirse durante un tiempo en el silencio virtual y permanecer desconectado del mundo. Escogió Cuba, un país en plena transformación, donde Barack Obama y Raúl Castro acababan de anunciar su compromiso para mejorar las relaciones bilaterales, en diciembre de 2014. Entonces fue avanzada tímidamente la propuesta de levantar un bloqueo, que había sido impuesto unilateralmente por los Estados Unidos en 1960. Embargo o bloqueo, como dicen los cubanos, que a día de hoy todavía persiste.

«Durante mi viaje, en julio de 2015, se dio la sorprendente confluencia con el inicio de una revolución nada silenciosa, que llegaría a ser más poderosa que el fin de la política del embargo o del cambio en el régimen político», cuenta Frota, que acaba de inaugurar en Río de Janeiro la exposición ‘Dicotomía del contacto – la revolución del wifi en Cuba’, en el ámbito del festival FotoRio.

Para este fotógrafo, julio de 2015 marca un antes y después para la sociedad contemporánea, en un país donde el acceso a internet estaba restringido a una elite. «El Gobierno cubano comenzó a abrir puntos públicos de wifi en las principales plazas de la isla, permitiendo que los cubanos pudiesen satisfacer su deseo de comunicarse con sus parientes distantes, viajar virtualmente a lugares lejanos, compartir cultura, consumir y contar historias de otras personas», recuerda Frota.

«En la plaza llamada Parque Fe del Valle, en el corazón de La Habana, que una semana antes estaba vacía, de repente se juntaron muchas personas. Todo el día y toda la noche hacían lo que es más común desde la pintura en las cavernas: comunicarse. Fue increíble. Para mí fue algo parecido a la caída del muro de Berlín», añade.

Este fotógrafo tuvo la oportunidad de vivir y documentar un pedacito de la historia reciente de Cuba. Recorrió a su móvil para fotografiar a las masas abducidas por el nuevo fenómeno tecnológico. Fue uno de los primerísimos testigos directos de este cambio radical en las costumbres diarias del pueblo cubano. «Recuerdo que a los 10 días empezaron a llegar otros periodistas para narrar este hecho. La primera fue Telesur. Otros fotógrafos han viajado a Cuba después. Que yo sepa, el más importante ha sido Martin Parr», señala este brasileño.

Durante tres semanas inolvidables, Frota prácticamente vivió en esta plaza. Pasaba horas conversando con los primeros iniciados a las nuevas tecnologías, comprobando en primera persona la urgencia que tenía este pueblo de acceder a nuevas formas de comunicación. Al principio, hizo fotos de día para evitar el ruido digital de las fotos nocturnas. «Pero cuando vi aquella escena del típico coche cubano y del tipo sentado en el capó, con la luz de la pantalla en su rostro, tuve claro que había encontrado el camino para mi ensayo. Ese día recuerdo que hice cuatro fotos seguidas que están en la edición final… ¡creo que tuve una epifanía!», explica este brasileño.

Para Frota, lo más emocionante fue ver a las familias hablando con sus parientes emigrados por vídeo, junto a la solidariedad de los jóvenes que compartían sus escasos conocimientos con los más viejos en sus primeros pasos por el mundo virtual. «También fue muy interesante el surgimiento de la economía informal. Improvisados técnicos de informática comenzaron a cobrar un dólar para abrir una pagina de Facebook. Otros más profesionales vendían aplicaciones para los móviles. Por vender, llegaron a venderse incluso pedazos de cartón para que la gente pudiese sentarse en el suelo, ya que los lugares en la plaza eran cada vez más disputados. El comercio en los alrededores empezó a tener más movimiento. Llegaron los ambulantes para vender comida e incluso una mujer evangélica apareció una tarde para mandar a todos aquellos pecadores para el infierno».

La deprimida economía de La Habana se vio de repente revitalizada. Había cambistas vendiendo chips para conectarse a Internet con un sobreprecio. Los nuevos internautas pasaban horas, incluso la noche entera, rellenando sus nuevos perfiles de Facebook con todo tipo de información y posts. «Llegué a pensar que Mark Zuckerberg estaba detrás del wifi», bromea Frota.

En la segunda semana comenzaron a acudir también familias en coche, que preferían quedarse dentro del vehiculo en busca de privacidad. Eso sí, con los rostros emocionados iluminados por las pantallas de sus dispositivos. «Pero esta revolución todavía no está al alcance de todos. La mayoría de los nuevos usuarios tienen familiares en el exterior o trabajan en la economía ligada al turismo. Dos dólares por una hora de Internet y los celulares que cuestan fortunas en el mercado negro son realidades muy distantes de los cubanos, que ganan cerca de 30 dólares por mes», destaca este fotógrafo documental.

El nuevo consumismo generó cambios en los valores y los deseos del pueblo cubano. «Lo bueno y lo malo afloraron de repente. Por ejemplo, en la última semana un móvil fue robado en la plaza, algo que no suele acontecer en Cuba», recuerda Frota.

Para este brasileño, el futuro de Cuba es róseo. «La Habana lo tiene todo para convertirse en el centro cultural de América Latina. Va a ser una especie de Berlín tropical. Posee una localización geográfica central entre Europa, EE UU y América Latina. Su pueblo es creativo, vivo, lleno de cultura e historia. Cuba en los próximos años seguirá siendo uno de los lugares más increíbles para observar y repensar nuestra sociedad. Quién sabe, incluso puede generar una oportunidad de reflexión sobre los caminos hacia un mundo más humano y mejor repartido. Pocos lugares experimentarán de forma tan intensa esta mezcla entre el capitalismo y el socialismo. Y encima con las expresiones artísticas que inspiran las utopías que nos hacen avanzar», asegura Frota.

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