Desarrollo Sostenible

Desarrollo más allá de los números

A Cameroonian United Nations peacekeeper talks to women fleeing the village of Zike as they arrive to the village of Bambara, Central African Republic, April 25, 2017. picture taken April 25, 2017. REUTERS/Baz Ratner - RTS13XW6

Image: REUTERS/Baz Ratner

Selim Jahan
Director, Human Development Report Office

Se ha dicho que los estadísticos son personas a las que se les enjuagaron las lágrimas. Este es un mensaje que los asistentes a las reuniones de primavera del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional en Washington deberían tener en mente cuando evalúan el progreso del desarrollo global.

A pesar de los impresionantes logros que han alcanzado muchos países, cientos de millones de personas todavía están excluidas. Para destacar este problema, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ha hecho de la inclusión social y económica un tema relevante de su Informe sobre Desarrollo Humano 2016, "Desarrollo humano para todos". El informe ofrece un análisis en profundidad de cómo los países, con el apoyo de sus socios, pueden mejorar los resultados del desarrollo para todos sus ciudadanos, especialmente los más difíciles de alcanzar.

Desde que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo publicó su primer informe en 1990, hemos visto mejoras significativas que afectaron a miles de millones de personas en todo el mundo. En aquel entonces, alrededor del 35% de la humanidad vivía en extrema pobreza. Hoy, esa cifra está en menos del 11%. De la misma manera, la proporción de niños que mueren antes de cumplir cinco años se ha reducido a la mitad, en parte porque otros dos mil millones de personas hoy viven con mejores condiciones de higiene y tienen un mayor acceso a agua potable salubre.

Deberíamos enorgullecernos de estos logros; pero no debemos descansar en los laureles. Una cantidad importante de personas todavía no acceden a estas mejoras. Peor aún, hoy corren peligro de ser olvidadas -literalmente hablando-. A veces, directamente no aparecen registradas en las estadísticas oficiales. Y, aun cuando lo están, los promedios nacionales pueden pintar un panorama distorsionado: un incremento del ingreso promedio, por ejemplo, puede esconder la pobreza creciente de algunas personas, ya que está compensada por grandes mejoras para unas pocas que son ricas.

Uno de los giros demográficos más profundos en los últimos años ha sido la enorme expansión de una clase media en el sur global. La convergencia de ingresos globales ha desdibujado la línea entre países "ricos" y "pobres". Pero, al mismo tiempo, la desigualdad al interior de muchos países ha aumentado. En consecuencia, la pobreza -en todas las formas- es un problema creciente en muchos países, aun cuando la cantidad de personas que viven en la pobreza a nivel mundial ha declinado.

Enfrentar este desafío nos exigirá repensar de manera fundamental cómo debería verse el desarrollo, razón por la cual los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, a diferencia de los Objetivos de Desarrollo del Milenio antes, se aplican a todos los países - no sólo a los más pobres.

Después de décadas de alcanzar logros de desarrollo de modo estable, ¿qué podemos hacer diferente para ayudar a las personas más desfavorecidas del planeta? Como deja en claro el último Informe sobre Desarrollo Humano, no existe una respuesta simple. Una razón es que quienes están quedando excluidos suelen enfrentar desventajas en varios frentes. No sólo no tienen suficiente dinero; muchas veces, también están enfermos, son analfabetos y están marginados.

Los problemas que afectan a las personas más desamparadas del mundo empiezan al momento de nacer y empeoran durante la vida. En la medida en que se pierden las oportunidades de romper el ciclo, estas desventajas se transmiten a las generaciones siguientes, agravando su impacto.

Aun así, a pesar de que los desafíos para el desarrollo hoy son numerosos y complejos, también comparten características comunes. Muchos de los desamparados pertenecen a grupos demográficos específicos que tienden a tener peores condiciones de vida que otros en todos los países, sobre todo porque enfrentan barreras económicas, legales, políticas y culturales similares.

Por ejemplo, los pueblos indígenas constituyen apenas el 5% de la población global, pero representan el 15% de los pobres del mundo. Y, para participar en la vida laboral y comunitaria, la gente con discapacidades debe superar obstáculos que el resto de nosotros ni siquiera percibimos. Por último, pero no por eso menos importante, las mujeres y las niñas en casi todas partes siguen estando subrepresentadas en los círculos de liderazgo y toma de decisiones, y suelen trabajar más horas por menos dinero que sus pares varones.

Si bien las políticas para el desarrollo seguirán concentrándose en resultados tangibles -como más hospitales, más niños en la escuela y mejores condiciones de higiene-, el desarrollo humano no debe reducirse exclusivamente al desarrollo cuantificable. Es hora de prestarles más atención a las características menos palpables del progreso que, aunque son difíciles de medir, no son difíciles de ver.

Todos merecen opinar sobre las decisiones que afectan sus vidas; pero a los más marginados en la sociedad muchas veces se les niega cualquier derecho a opinar. Asegurar que los más necesitados no sean olvidados -y que tengan la libertad de tomar sus propias decisiones- es casi tan importante como ofrecer resultados concretos en materia de desarrollo.

La historia nos ha demostrado que muchos de los desafíos de hoy se pueden superar en los años por venir. El mundo tiene los recursos y el conocimiento para mejorar las vidas de toda la gente. Sólo necesitamos empoderar a la gente de manera que utilice su propio conocimiento para forjar su futuro. Si lo hacemos, un desarrollo más inclusivo estará a nuestro alcance.

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