Un estudio indica que el cerebro femenino memoriza y aprende mejor
¿Hay diferencias físicas medibles que prueben que hombres y mujeres poseemos cerebros diferentes? El debate dura décadas. Hay argumentos científicos a ambos lados de la trinchera. Ahora, un estudio quiere acabar con las discrepancias mediante una avalancha de datos. Después de analizar más de 5.200 cabezas, los autores dicen que las subregiones asociadas a la memoria o el aprendizaje son más grandes en las mujeres.
Según este equipo de la Universidad de Edimburgo, sí existen diferencias anatómicas entre los cerebros masculinos y femeninos. El psicólogo Stuart Ritchie, encargado de la investigación, cuenta a Yorokobu que «los hombres tienen un cerebro de volumen más grande y con mayor superficie, pero las mujeres poseen una corteza más gruesa».
A pesar de que Ritchie no se atreve a categorizar y a afirmar que las desemejanzas engendran diversos comportamientos, sí detalla distinciones significativas: «Hubo diferencias en la manera en que las áreas del cerebro se conectaban entre sí: los hombres tienen conexiones más fuertes en áreas relacionadas con los sentidos y las mujeres, en las vinculadas a aspectos como la cognición social», afirma.
Anteriormente, otros científicos han abordado el asunto, algunos con conclusiones algo alejadas de las obtenidas aquí, aunque para el psicólogo de la Universidad de Edimburgo se basaron en «muestras bastante pequeñas» porque el escaneo cerebral resulta bastante caro. «Esa es la gran ventaja de nuestro estudio», defiende.
Lo cierto es que la muestra es gigantesca: 2750 mujeres y 2466 hombres con edades comprendidas entre los 44 y los 77 años. La obtención de la información se logró a través del UK Biobank, un proyecto financiado por el Gobierno al que miles de personas han aportado datos médicos, entre ellos escáneres cerebrales. «Los datos fueron publicados recientemente y pensamos que era una buena oportunidad».
Como cuenta Quartz, las resonancias magnéticas de las que se sirve el estudio analizan los tejidos cerebrales, las neuronas y las conexiones entre ellas. Esto facilita la obtención de información de las distintas regiones del cerebro.
El estudio Diferencias sexuales en el cerebro adulto (que todavía no se ha sometido a una revisión por pares) cree demostrar que el cerebro de la mujer es más activo en áreas relacionadas con la memoria, el aprendizaje y la toma de decisiones. Al mismo tiempo, los cerebros femeninos tienden a ser más similares entre sí mientras que los masculinos presentan mayores variaciones.
La investigación se plantea avanzar en el conocimiento de la distinta sensibilidad de hombres y mujeres a según qué enfermedades psiquiátricas y en cómo afecta la medicación a cada sexo. «Hombres y mujeres tienen tasas de prevalencia muy diferentes de algunos trastornos psiquiátricos como autismo, esquizofrenia, tourette (que son más comunes en los hombres) o el alzheimer y la depresión (que afectan a más mujeres)», explica Ritchie, que defiende la búsqueda de las peculiaridades de cada sexo desde una perspectiva de aplicación médica.
No obstante, tradicionalmente este tipo de investigaciones, además de interés científico, han generado lecturas en clave sociológica o ideológica. De hecho, algunas expertas critican que los estereotipos y prejuicios no han sido desechados antes de diseñar ciertos experimentos, como uno de la Universidad de Pensilvania que establecía que los hombres poseían unas conexiones neuronales diferentes y más óptimas para la caza.
De este modo se asumía la existencia de diferencias innatas. La psicóloga Alice Roberts, en una intervención en BBC, lo explicaba: «El cerebro humano es extremadamente maleable, particularmente durante la adolescencia, y cualquier diferencia que se observe puede simplemente ser producto de la presión social y la tendencia a estereotipar». Las pruebas de Pensilvania se habían realizado en individuos de 8 a 22 años.
Ahora, el estudio de Edimburgo encuentra diferencias, pero hace dos años la Universidad de Tel Aviv, tras el análisis de 1.400 cabezas, concluyó que no existen cerebros masculinos y cerebros femeninos. «Más bien, lo que hay son muchos tipos de cerebros”, contaba a El País la investigadora Daphna Joel. Lo raro, según ella, es que haya cerebros que encajen en las características que normalmente se asocian a cada género.
El factor congénito es caza mayor para los científicos. En la existencia o no de lo innato se politiza y se enciende el debate. Tiene sentido. La ciencia ha servido para justificar relaciones de poder en el pasado (racismo, patriarcado…). Las teorías sobre la distinción sexual del cerebro prosperaron a mitad del siglo XX con el objetivo de encontrar especificidades físicas que explicaran la homosexualidad.
Si es innato, es insalvable. Esta idea hace que, tradicionalmente, quienes se sitúan en la cúspide (y por tanto subsisten gracias una organización y una normas sociales que redundan en el reparto de roles y en la confección de caracteres) prefieran interpretar el mundo con base en lo ‘natural’. Quienes están por debajo, en consecuencia, sienten la definición de lo congénito como una condena.
Este choque de oleajes rodea siempre las incursiones científicas que penetran en este terreno. Y no es cosa de los científicos únicamente, sino también de los lectores: con la cantidad de estudios que se publican, cualquiera puede encontrar una porción de ciencia que sustente sus ideas. La acumulación de trabajos de diverso signo como el de Edimburgo, el de Tel Aviv o el de Pensilvania dejan clara una cosa: de momento es imposible saber si hombres y mujeres gastamos el mismo cerebro.
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