La innovación se concentra, y no es nada bueno
Desde hace algún tiempo, les venimos hablando sobre la progresiva concentración que se está alcanzando en el panorama tecnológico, y de cómo, según se evolucione en este sentido, pueden verse afectadas incluso la libre competencia y la innovación, tan necesarias en el mercado y para el progreso socioeconómico. De hecho, incluso dedicamos el siguiente artículo específico a tratar este tema: "¿iPhone o Android? Cómo los avances tecnológicos pueden acabar trayendo pseudo-monopolios perjudicando al consumidor".
Pues bien, este tema que ya les trajimos en El Blog Salmón hace meses, parece que ahora está ocupando cabeceras de importantes medio económicos internacionales, como por ejemplo este artículo del prestigioso Hardvard Business Review que lleva por título "¿Siguen tratando al menos de innovar la mayoría de las compañías?". El artículo en cuestión aborda el tema incluyendo un nuevo aspecto como es la brecha salarial y el incremento de la desigualdad como consecuencia de los riesgos que les expusimos en nuestro artículo enlazado antes. Hemos considerado que este nuevo aspecto merece un análisis específico por las importantes consecuencias socioeconómicas que puede acabar trayendo bajo el brazo.
Como pueden leer en el artículo anterior, ésta es ni más ni menos la tesis del Hardvard Business Review, y realmente razón no les falta: un servidor está totalmente de acuerdo con ellos; de hecho es una tendencia que vengo observando desde hace tiempo en el mercado laboral, lógicamente con especial indidencia en los perfiles técnicos. De hecho, incluso la propia OCDE ha advertido de la brecha en productividad entre las empresas líderes y las que les van que les siguen por detrás a la zaga, que se viene ampliando peligrosamente como pueden leer en esta otra noticia.
El perverso mecanismo laboral del mercado es que las compañías líderes tienen a su alcance las más avanzadas tecnologías, que no dudan en utilizar para reforzar su posición de dominio en el mercado. La tecnología supone el mayor factor diferenciador entre empresas hoy en día, pero las diferencias que llega a marcar están siguiendo un proceso tan exponencial como la propia evolución tecnológica. Al reforzar su posición de dominio, van arrebatando cuota de mercado a sus competidores menos productivos, lo cual revierte en seguir consiguiendo tener aún más capacidad de innovación, que vuelve a permitirles distanciarse todavía más de sus competidores.
Según expone este medio económico, ello supone un círculo vicioso que también ha acabado teniendo sus consecuencias en el mercado laboral, pues se está traduciendo en un importante factor al alza en la desigualdad socioeconómica. Al más puro estilo Google, los líderes del mercado no dudan en salir al mercado a acaparar el mejor talento a su alcance, y lo consiguien siendo extremadamente generosos en las condiciones y salarios que ofrecen a sus afortunados empleados. Mientras tanto, los salarios de sus contrapartes en las empresas de segundo nivel están estancados en muchos casos, lo cual revierte en acentuar la fuga de cerebros, en limitar su capacidad innovación, y a la postre en incrementar de nuevo la distancia con respecto a los líderes, poniendo en peligro la libre competencia y las reglas que deben regir en todo mercado que aspire a ser sano, equilibrado y competitivo en el largo plazo.
Resulta obvio que la capacidad masiva de escalado que soporta la IT de hoy en día es algo que ha permitido este evolución del mercado. Arquitecturas técnicas como las del hoy gigante del video en streaming Netflix no son sólo open source en una parte importante, sino que además han sido diseñadas con las premisas arquitectónicas de minimizar las caídas de servicio, y de maximizar la capacidad de escalado. Con esta amplitud de miras, un gigante como Netflix, que ofrecía un producto que era muy intensivo en el uso de recursos tanto de ancho de banda como computacionales en su Centro de Datos, ha conseguido crear un nuevo mercado y quedarse con una parte muy importante de él. En tan sólo unos pocos años ha pasado a convertirse en una de las empresas más conocidas de USA, tener una importante base de clientes allí, y además expandirse por todo el mundo a un ritmo frenético: hoy cuenta con 93 millones de clientes en 190 países.
Supongo que son más que conscientes del gran reto que este éxito supone a nivel empresarial y organizativo. Crecerá ese ritmo, y más concretamente hacerlo con éxito, no es nada (pero nada) sencillo. No obstante, me gustaría hacerles notar también la vertiente tecnológica de este hito: es una heroica gesta conseguir este ritmo de expansión con un producto tan exigente en recursos informáticos. Como ven es la decidida apuesta de Netflix por la tecología lo que le ha permitido erigirse en líder indiscutible de un mercado que ellos mismos han creado.
Y por el camino no sólo han dejado valiosas joyas de open source disponibles en Github para todo el mundo, como su disruptor servicio de localización de servicios Eureka o su innovador servicio de gateway Zuul, sino que además han conseguido ser la meca de las aspiraciones de los perfiles técnicos en Estados Unidos. Hoy en día, a todo buen técnico que se precie le encantaría trabajar en Netflix, especialmente a los mejores. Ingentes cantidades de currículums les llegan cada día a su departamento de recursos humanos. Este es un claro ejemplo que les expongo de las tesis del artículo del Harvard Business Review, ¿Ven ahora la demostración y la importancia de estos factores? Ahí tienen un ejemplo tan tangible como las series que ven cada noche en sus pantallas.
La consecuencia más directa de este escenario de mercado, tanto por capacidad tecnológica, como por disponibilidad de recursos tecnológicos y humanos para ello, es que muchas compañías de segundo orden están empezando a tirar la toalla de la innovación. Como el autor Paul Hünermund expone, la inversión en I+D está progresivamente concentrándose en tan sólo unas pocas empresas de primera fila. Esto sólo quiere decir que, mientras hay unas pocas empresas líderes invirtiendo fuertemente en I+D para mejorar sus capacidades tecnológicas, el resto no acomete este volumen porcentual relativo de inversión (y muchas veces se puede decir que ni este tipo de inversión), y quedan todavía en una posición cada vez más rezagada. Es la razón que el señor Hünermund cree ver detras de la evidente brecha de productividad que se observa en el mercado.
Las cifras aportadas hablan por si mismas. Resultan especialmente significativas por el hecho de que los datos disponibles son de los mercados estadounidense y alemán, dos grandes mecas de la inversión en I+D a nivel mundial. Entre 2003 y 2015, en Alemania, el gasto empresarial en I+D se incrementó en un 59% haya niveles de récord histórico. Pero el diablo se esconde en los detalles, y un análisis más detallado de los datos arrojaba que, en realidad, en ese mismo periodo, el número de empresas invirtiendo en I+D ha caído sensiblemente del 47% al 35%, con especial incidencia en la caída de las PYMES. En paralelo, los indicadores que miden la desigualdad socioeconómica han mostrado un firme ascenso. En USA, entre 2003 y 2014, la inversión empresarial en I+D se incrementó en un 67%, pero el mayor incremento tuvo lugar por parte de las compañías que más invierten en innovación, y la brecha de inversión entre las más innovadors y el resto ha sufrido un notable ascenso.
Según podemos observar, hoy en día estamos viendo ya cómo hay empresas que tienen voluntad y necesidad de innovar e investigar, pero se están quedando sin capacidad humana para hacerlo, lo cual les augura un incierto destino. La concentración de la innovación es ya un hecho progresivo. También es muy cierto que la democratización del acceso a la tecnología que ha traído el cloud computing, eliminando costosas barreras de entrada como ya les analicé hace años en el artículo "El advenimiento del Cloud Computing o El fin de la brecha digital entre PYMES y grandes empresas, ha contribuido a rebajar la altura de la brecha digital entre pymes y grandes empresas. Si lo piensan bien, la idea principal del análisis de hoy no entra en conflicto con esa afirmación. Sí, la tecnología es hoy mucho más accesible para todos, particulares y empresas. Pero lo que ya es cosa de unos pocos es el ser capaz de ofrecer esa tecnología, y especialmente el tener el poder de decidir qué, quién, y cómo va a poder usar esa tecnología. Hasta donde uno puede imaginar, esto es un factor geoestratégico clave en nuestra sociedad tan tecnificada de hoy en día.
Pero donde todo parece concentración en unos pocos jugadores que lo controlan todo, donde todo aboca a usar tecnología ajena, donde todo apunta a que los designios del futuro tecnológico vendrán dictados desde unos pocos consejos de administración... Donde todo parece perdido desde el punto de vista del I+D para todos... Va y llega la comunidad y su open-source, o incluso su software libre.
Vivimos unos tiempos en que ni los grandes emporios tecnológicos tienen el futuro asegurado. Asistimos a momentos tecnológicamente apasionantes, en los que, en poco tiempo, se puede ver caer a un gigante tecnológico y ceder ante nuevas iniciativas disruptoras, que pueden acabar convirtiéndose a su vez en los nuevos gigantes del sector. Vivimos una época cambiante en la que nada se puede dar por sentado, y menos que una posición de dominio tecnológico sea inquebrantable. ¿De qué les estoy hablando exactamente? Se lo explico en los últimos párrafos del artículo de hoy.
Empezaré poniéndoles un caso que se está dando a día de hoy, pues es bastante ilustrativo de lo que trato de exponerles. Twitter es sin duda alguna el líder en microblogging a día de hoy. Es cierto que, como canal principal de información, compite con otras empresas como Facebook y su news feed, pero lo que es estrictamente en microblogging, Twitter es el líder indiscutible. Hoy en día podemos ver que se habla de Twitter y se muestran tuits en telediarios, periódicos, y en todo medio que se precie. No obstante, Twitter no ha sabido aprovechar bien ese momentum, y no consigue acabar de lograr una base de usuarios y una ubicuidad similar a la de otros gigantes tecnológicos. Tampoco Twitter parece acabar de acertar con la fórmula mágica de su servicio, de hecho, usuarios descontentos han emprendido una nueva iniciativa de microblogging que está cosechando un fulgurante éxito tras otro, día tras día. Aunque los medios estén vendiendo esta nueva red social como el nuevo Twitter, yo diría que simplemente es una nueva red social, y el tiempo y el uso que sus usuarios hagan de ella nos dirá en qué se acaba pareciendo y diferenciando de Twitter.
Efectivamente, ha sido parte de la comunidad techie, desencantada con algunas políticas y limitaciones del actual Twitter, la que se ha puesto manos a la obra. Y del desencanto ha nacido un prometedor competidor, que aún no está tan desarrollado como Twitter, pero por el que la comunidad techie está apostando fuertemente. Hablamos de Mastodon. Además, Mastodon es open-source, y está basado en una arquitectura descentralizada y abierta, que hace las delicicias de aquellos a los que no les gusta que una compañía acapare todo el poder que le confiere la información que es la propia comunidad la que la genera.
La nueva red social Mastodon, realmente, a día de hoy, es una comunidad en plena ebullición. No les voy a decir que supera en todos los aspectos a Twitter; tengan en cuenta que acaba de nacer, y tiene aspectos todavía mejorables, pero es un peaje que los tecnófilos están dispuestos a pagar para conseguir entre todos que ésta sólo sea una desventaja temporal. Su diferencia más destacable a nivel funcional para el usuario final no-técnico es que permite toots de hasta 500 caracteres, frente a los 140 de un tuit de Twitter. Yo no era excesivamente optimista con este hecho, pero la verdad es que estoy muy contento con la experiencia: la gente en absoluto abusa de ese margen extra. En todo caso, uno a veces lee los 20 primeros carácteres de un toot largo, y, si no le interesa, perfectamente puede dejar de leer y pasar al siguiente toot. A cambio no hay que estrujarse las neuronas porque te faltan 10 caracteres para expresar bien una idea importante.
El explosivo y prometedor comienzo de Mastodon, que se ha abierto a los usuarios tan sólo el uno de Abril pasado, le ha llevado a alcanzar la sorprendente cifra de 490.000 usuarios (y muy activos) y 1.200 instancias en apenas tres semanas. Es impactante. De hecho, el propio estado francés ya se ha creado su propia instancia oficial de Mastodon, según pueden leer en el siguiente enlace de la web gubernamental francesa.
Pero... ¿Por qué les cuento todo esto de Mastodon? Simplemente para que puedan ver los condicionantes, y puedan valorar por sí mismos cuál puede ser el destino que amenaza a Twitter, y por qué puede acabar ocurriendo algo que puede estar empezando a ser inevitable. Resulta obvio que, a pesar de la concentración del gasto en I+D, a pesar de que los mejores técnicos estén fichados por los actores más importantes del mercado, a pesar de que las ideas más innovadoras sean acapararas por empresas que no duran en ejercer su posición dominante...A pesar de todo ello, no se puede evitar que esos mismos técnicos, en su tiempo libre, desarrollen el futuro tecnológico de forma altruista.
Esta comunidad lo hace porque creen en ello, porque la tecnología la ven como un medio y no como un fin que lo justifica todo, y además lo hacen traduciendo su filosofía de vida en líneas de código, como muestra el carácter descentralizado de Mastodon. Twitter ha pasado en menos de un mes de ser el rey sin competencia del universo del microblogging, a tener ante si un futuro incierto y verse seriamente amenazado por la prometedora evolución de Mastodon.
Por ello, me gustaría acabar este artículo comentándoles que, aunque la concentración del I+D es realmente preocupante, y algo definitivamente a evitar, nunca minusvaloren la capacidad de la comunidad techie de regenerar el escenario tecnológico. Son comunidades comprometidas, que huyen de tecnologías obsoletas, de comunidades anticuadas, y de corporaciones que se apartan del camino del usuario como razón de ser de la empresa. Los techies no dudan en abandonar su zona de confort, volver a empezar de cero con alguna alternativa que abrazan en masa, y que, muchas veces, acaba volviéndose mainstream. Y entonces, si la situación degenera, el ciclo techie vuelve a empezar. En mayor o menor medida, debemos a la comunidad techie todos los grandes emporios tecnológico-empresariales que tenemos hoy en día.
Es esta comunidad la que apostó en su momento por productos todavía poco pulidos, llegando incluso a sacrificar la comodidad y difusión de una tecnología ya estable como Twitter, a cambio de apostar por una alternativa en la que verdaderamente creen como Mastodon. No hace falta que les recuerde lo que eran aquellas versiones de beta-testers del buscador de Google, de Facebook, o de cualquier líder tecnológico que se precie, otrora con funcionalidades más que limitadas, e interfaces de usuario con mucho que afinar. Nada que ver con el evolucionado producto que ofrecen hoy en día. Estos gigantes se deben a la comunidad techie, que un día apostó por ellos cuando todavía tenían ante sí un futuro más que incierto. Y si demuestran en la práctica que no se deben a la comunidad y a sus usuarios, siempre nos quedará el software libre.
Que nadie se queje cuando, ignorando a sus usuarios, se da la vuelta hacia la mesa para descubrir que su trozo del pastel ya no está en su plato. Es el riesgo que se corre si no has sabido ofrecer lo que tus usuarios demandan. Y si no hay un competidor que te plante cara, el software libre no dudará en hacerlo desde un compromiso casi personal, y hasta filosófico. Como usuarios no-técnicos, duerman tranquilos, la comunidad vela por ustedes, y si acaban cautivos en masa dependientes de algún jugador que no responde a sus expectativas o necesidades, los techies acabarán viniendo raudos y veloces a rescatarle.
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