La crisis en Venezuela, ¿es negociable?

Opposition supporters and students take part in a tribute to Juan Pablo Pernalete, who died after being hit by a tear gas shot during a protest against Venezuelan President Nicolas Maduro, in Caracas, Venezuela April 27, 2017. REUTERS/Marco Bello - RTS148XL

Image: REUTERS/Marco Bello

Juan Gabriel Tokatlian
Director, Universidad Torcuato Di Tella

Sin lugar a dudas, Venezuela se enfrenta hoy a la crisis más dolorosa y de mayor alcance de las Américas. La degradación de la situación actual sería catastrófica para todos los venezolanos y podría tener efectos nefastos para América Latina (especialmente Colombia), el Caribe (Cuba en particular) e incluso Estados Unidos (por ejemplo, en términos de refugiados y de suministro de petróleo). En estos momentos, la comunidad internacional sabe cuánto se ha deteriorado la economía, cuán profunda e intensa es la polarización política y cuán ineficaces han sido las contribuciones puntuales desde el exterior.

Básicamente, el país se encuentra atrapado en una situación inestable y de signo negativo. La mayoría de los indicadores socioeconómicos son desfavorables y el estado de agitación social y la erosión institucional son generalizados; sin embargo, las fuerzas políticas parecen estar igualadas, con lo que la confrontación queda de momento en tablas, y no hay división en el seno de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Esta situación peculiar podría allanar el camino hacia una solución negociada. Es crucial evitar una implosión nacional y la consiguiente pesadilla regional. Es preferible la precariedad al desorden, porque la precariedad puede resolverse y el desorden puede acabar en caos.

Empecemos por el final y retrocedamos: a principios de 2018 deben celebrarse elecciones generales, un candidato de la oposición las ganará y el chavismo tendrá que aceptar el resultado. Tres acuerdos subyacentes son cruciales: la idea de que cualquier persona pueda perpetuarse en el poder es inaceptable, ahora y en el futuro; el gobierno entrante debe evitar las represalias políticas y la persecución de los integrantes del gobierno saliente de Nicolás Maduro; y el chavismo debe actuar dentro del sistema como un partido de izquierda normal y no como una fuerza política anti-sistémica y proclive a la violencia.

Es preferible la precariedad al desorden, porque la precariedad puede resolverse y el desorden puede acabar en caos.

¿Cómo puede conseguirse esto? Deben clarificarse ocho elementos principales.

1. La piedra angular de cualquier compromiso de buena fe entre el gobierno y la oposición debe ser la preservación de la democracia, la protección de los derechos humanos y la priorización de una transición pacífica. Se trata de un pacto que sólo pueden establecer los venezolanos y nadie desde fuera puede obligarles a ello.

2. Deben celebrarse elecciones regionales en 2017, bajo supervisión y monitoreo de actores internacionales legitimados. Es muy probable que las fuerzas de la oposición logren avances significativos en estas elecciones y que el gobierno logre mantener algunos bastiones.

3. Es fundamental mantener la unidad de las fuerzas armadas y que nadie, dentro o fuera del país, se dedique a pedir golpes de estado. Por otra parte, para los militares venezolanos representa un riesgo mayúsculo permitir que las milicias civiles, creadas en 2007, ahora fuertemente armadas, se conviertan en una especie de feroces tonton macoutes al estilo haitiano.

4. Es esencial la cohesión continental. MERCOSUR, el Mercado Común del Sur; UNASUR, la Unión de Naciones Suramericanas; CELAC, la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe; y la OEA, la Organización de Estados Americanos, deben acordar principios e iniciativas clave con respecto a la crisis venezolana, y los actores clave (Estados Unidos, Cuba, Colombia, Brasil y Argentina, entre otros) deben esforzarse por influir y conducir a los distintos actores políticos en Venezuela hacia una solución no violenta.

5. La reconstrucción económica del país tomará años pero, mientras, para aliviar la dramática situación económica de los sectores más pobres y vulnerables de la población, la contribución de algunos bancos multilaterales podría ser muy positiva. El gobierno de Maduro debería considerar acudir por ejemplo al Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), al Banco Interamericano de Desarrollo y al Banco Mundial a pedir créditos de emergencia para evitar que Venezuela se hunda en una devastadora recesión crónica.

6. El gobierno debe empezar inmediatamente a dar señales como la puesta en libertad de personajes políticos y el respeto a las protestas no violentas, entre otras.

7. Los diferentes grupos de la oposición, que en realidad están divididos y carecen de una estrategia coherente a largo plazo, deben actuar con responsabilidad y racionalidad en sus demandas y acciones.

8. Hay dos cuestiones que podrían generar un compromiso de mínimos entre un gobierno debilitado y unas fuerzas de oposición divididas: reconstruir la industria petrolera y luchar contra el crimen organizado. Porque el empeoramiento del negocio petrolero y el avance de la criminalidad tiene consecuencias negativas para todos en Venezuela, hoy y en el futuro.

La tormenta todavía puede evitarse. Hay todavía una pequeña ventana de oportunidad para resolver la crisis venezolana por medios políticos y negociados. El tiempo es el factor clave. Las alternativas realistas y no violentas precisan siempre de la voluntad de los actores principales. El realismo no implica falta de acción esperando a que ocurra lo peor.

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