¿Cooperar o competir? Las luces que nos da un grupo de homo sapiens primitivo
Image: REUTERS/Steven Saphore
Ismael Beltrán Prado
Director del Grupo de Abogacía de la Competencia, Autoridad Nacional de Competencia de ColombiaEs generalmente aceptado que, la competencia y, de manera particular, la libre competencia económica, son factores que promueven el progreso individual y colectivo. Es así como los efectos positivos de la libre competencia económica para una economía de mercado han sido ampliamente validados en la política económica. En efecto, existen incuestionables evidencias de diversa índole que confirman que, a través de la protección de la libre competencia económica, se promueve la competitividad de las empresas, se beneficia a los consumidores, se incentiva la innovación y se abona el terreno para el crecimiento y desarrollo económico de una sociedad.
Pero este escrito pretende ser más general, puesto que en momentos en los que se cuestionan varias de las ideas políticas, jurídicas y económicas que han forjado las sociedades modernas más exitosas, vale la pena volver a los orígenes para reforzar algunas de estas convicciones, bien profundizándolas o ajustándolas para que retomen el rumbo que pueden haber perdido en medio de las tormentas políticas populistas que amenazan a Europa y que son riesgo permanente en varios países de América Latina.
En este contexto, la siguiente cita tomada de las primeras páginas del deslumbrante libro del historiador Yuval Noah Harari, De Animales a Dioses, Breve Historia de la Humanidad, podría tambalear la convicción de la trascendencia y eficacia de la competencia: "Los sapiens pueden cooperar de maneras extremadamente flexibles con un número incontable de extraños. Esta es la razón por la que los sapiens dominan el mundo, mientras que las hormigas se comen nuestras sobras y los chimpancés están encerrados en zoológicos y laboratorios de investigación."
Imagine un grupo de unos doce homo sapiens hambrientos, que además deben llevar algo de alimento para los más jóvenes y pequeños del grupo que, aunque son pocos, no pueden acompañarlos y deben resguardarse para acampar. El grupo ha desarrollado asombrosas técnicas de cooperación para cazar de manera más eficiente y se ha convertido en el nuevo amo de algún lugar de África.
Así, dos de los más veloces del grupo han sido designados para perseguir a los animales que emprenden la huida cuando avistan a los humanos con sus rudimentarias herramientas de caza. Como consecuencia de la técnica de provocar incendios en la sabana para poder divisar mejor a sus presas, estos dos cazadores persiguen persistentemente a sus cuadrúpedos preferidos hasta dejarlos exhaustos. Los otros ocho cazadores se ubican de manera paralela y tratan de seguir el ritmo de los dos veloces corredores. Así, la estrategia consiste en evitar que los cuadrúpedos se desvíen de la línea de persecución y, para tal fin, los ocho homo sapiens acosan con piedras, ruidos y toda clase de artificios a las presas y, con ello, las obligan a correr en línea recta y en dirección de un bosque tupido que se observa a lo lejos. En ese bosque están los otros dos cazadores, que esperan con sus lanzas rudimentarias culminar la persecución. Los animales huyen con la esperanza de poder escapar por el bosque pero a su llegada, ya agotados, sedientos y con poca energía, son rematados por dos homo sapiens hembras del grupo. Un final feliz para los homo sapiens de este ejemplo; habrá carne abundante para estos cazadores y para el resto del grupo que los espera en el campamento con algunas frutas y raíces. La cooperación ha dado excelentes resultados puesto que ningún otro animal de la sabana es capaz de funcionar con tal destreza, coordinación y habilidad anticipatoria que le ha permitido construir toda una implacable estrategia de caza.
Ya en el campamento, y después de haber recargado energías, todos reposan bajo la sombra de frondosos árboles. El merecido descanso es resguardado por varias fogatas; todo ha cambiado mucho desde que los homo sapiens de la sabana africana controlan el fuego. El fuego los mantiene protegidos de los animales más peligrosos, menos de otro grupo de homo sapiens que no tuvo éxito ese día con la caza y pretende llevarse una de las presas. Ante la amenaza, el grupo que reposa, responde con vigor. De esta forma repelen a los invasores. Y no era para menos, pues tampoco había tanta carne para compartir. Los incómodos visitantes eran muchos y acogerlos los podría haber puesto en riesgo.
En este ejemplo se observa que quizás la pregunta sobre qué fue primero, si la cooperación o la competencia, no es lo verdaderamente importante. Ambas alternativas posiblemente han coexistido desde el inicio de los tiempos. Algunas veces, una estrategia de cooperación es favorecida en ciertas circunstancias y entornos, como la del pequeño grupo que decide cooperar y distribuir funciones como una empresa para cazar exitosamente. En otras ocasiones, la competencia es mejor alternativa, donde resultan solo mejor librados aquellos que puedan rivalizar exitosamente por recursos, alimentos y parejas para reproducirse y potencializar y perpetuar lo mejor de sí mismos. En consecuencia, lo que parece ser el orden natural de las cosas, por ponerle algún nombre, es que la especie humana ha cooperado y competido quizás desde hace varios miles de años. Esa cooperación y competencia coexisten dependiendo de las variadas circunstancias sociales, biológicas, económicas, etc.
Entonces si bien la frase de Yuval Noah Harari puede ser acertada, también lo son en buena medida las teorías asociadas con el "darwinismo social". Extrapolemos esto a lo social, político y económico. ¿Cómo coexisten la cooperación y la competencia en términos actuales?
Si preferimos únicamente la cooperación, guardadas proporciones, puede ocurrir lo que en términos modernos ha sucedido con los regímenes socialistas. ¿Si todo está dado, para que esforzarse y mejorar? O desde la dinámica de los dos grupos de homo sapiens cazadores-recolectores del ejemplo: si solo el grupo cazador exitoso va a cazar y después se distribuye todo, mejor dormir todo el día y llegar solo a la repartición del botín.
De ocurrir esta situación, se pone en riesgo el éxito de la verdadera cooperación. El resultado: menos manos cazando y muchas más bocas que alimentar. El efecto en el largo plazo de esta opción sería menor nutrición, menor resistencia y mayor riesgo de morir para ambos grupos.
El rechazo al grupo invasor generó una presión competitiva sobre este y, en ese sentido, se vio forzado a competir por fuera y con el grupo exitoso. De este modo, el grupo rechazado tendrá que buscar las formas de cooperar internamente para crear una empresa exitosa de caza que les permita sobrevivir, nutrirse y reproducirse con holgura.
Esto puede asemejarse a lo que sucede en una economía de mercado. Mejor aún, quizás el grupo inicialmente rechazado, inventará mejores maneras para cazar y superará a los demás grupos. Será el grupo innovador de la sabana, pero otros terminarán aprendiendo los nuevos inventos y a su vez, posiblemente los superarán (innovación, otra de las virtudes de las economías de mercado).
Lo que aquí se ha expuesto en términos sencillos es lo que han resuelto las sociedades modernas de muchas maneras y que hoy se cuestiona como si hubiera la necesidad de reemplazarlo todo y volver a descubrir lo que se observa en el relato.
La teoría de filosofía política del "contrato social" es una de las respuestas hipotéticas a la tensión entre cooperar y competir. Con fundamento en esta recreación teórica de los "contractualistas", se desprende que los individuos reconocemos las ventajas de acordar unas reglas fundamentales para cooperar, pero también para competir. Dicho en otras palabras, cooperamos para acordar unas reglas básicas y en ese marco, una de esas reglas es competir, puesto que la competencia, principalmente desde un punto de vista material, ayuda a que los grupos humanos tengamos más disponibilidad de recursos y nos veamos forzados a innovar.
En suma, el libre comercio, la democracia, la libre competencia y la libertad de expresión, entre otros, son logros modernos de la cooperación humana. La competencia ocurre con el libre comercio, en la democracia, en el marco de la libre competencia y desde la libertad de expresión. Cuestionar las bases de esta relación contribuye a la crisis de existencialismo social, económico y político que está llevando a muchos países a destruir la base de la cooperación que a su vez constituye el fundamento de la competencia, la cual, como en el ejemplo de los grupos de cazadores-recolectores, es la fuente de la innovación que así mismo sirve a los propósitos de catapultar el progreso humano. La clave está en entender que, desde una perspectiva material, en condiciones normales, lo que en realidad sucede es que cooperamos para competir y, en algún momento de la historia, también tuvimos que competir para poder establecer los principios de una cooperación legítima.
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