Geografías en profundidad

Perspectivas económicas de África para 2017: diez países a tener en cuenta

Con la colaboración de Atlayar.
A farmer works with rice sprouts on a farm in Dabua, Bauchi, Nigeria March 2, 2017. Picture taken March 2, 2017. REUTERS/Afolabi Sotunde - RTS124Y3

Image: REUTERS/Afolabi Sotunde

J. Peter Pham

La ausencia de una recuperación significativa de los precios de las materias primas y la desaceleración a escala mundial del crecimiento económico, sobre todo de China y otros mercados emergentes, han hecho de 2016 un año tumultuoso para muchas economías africanas. De hecho, ha sido «el peor año para el crecimiento económico medio» de la región en los últimos veinte años, de acuerdo con un informe de Ernst & Young. Además, Nigeria entró en recesión a causa de las dinámicas cambiantes de las economías más importantes del continente, mientras que Sudáfrica experimentó un crecimiento anémico del 0,2% durante el tercer trimestre del año. De cara al futuro, los países que hayan diversificado sus economías, se hayan centrado en la infraestructura energética y hayan potenciado la industrialización serán los mejor preparados para superar los desafíos actuales y salir airosos de 2017.

Los países altamente dependientes de la exportación de uno o dos recursos para impulsar su crecimiento económico se han visto perjudicados por la desaceleración de los mercados emergentes y sus efectos colaterales, tanto en términos de demanda de sus materias primas como de disponibilidad de financiación para su infraestructura principal y otros proyectos de desarrollo.

Nigeria, a pesar de ser el país más poblado de África, solamente se ha posicionado como la mayor economía del continente una vez (hace tres años) y atraviesa complicaciones, no solo por los bajos precios del petróleo, sino también por su menor producción a causa de los ataques por parte de las milicias del Delta del Níger, región donde se extrae mucho petróleo. De hecho, durante el año pasado se registró la menor cifra de crudo extraído en las últimas tres décadas. En gran medida, el resto de la economía del gigante de África occidental se estancó debido a la desacertada gestión gubernamental de la flotación de su moneda y a que el gobierno de Muhammadu Buhari no puso en marcha los avances necesarios para mejorar el clima empresarial del país. Esto se refleja en el informe Doing Business 2017, elaborado por el Banco Mundial, en el que Nigeria ocupa el puesto 169 de los 190 países incluidos en el estudio.

Angola se convirtió en el mayor productor de petróleo de África a principios del año pasado, adelantando a Nigeria, debido, en parte, a los problemas de este país con las milicias armadas en su territorio. Sin embargo, el descenso a nivel global del precio de los hidrocarburos resta valor a este logro. A las desalentadoras previsiones de Angola de cara al nuevo año, por la inflación, que se calcula que rondó el 45% en 2016, y la pérdida de casi el 20% del valor de la moneda nacional, el kwanza, durante ese mismo periodo, habría que añadir la incertidumbre causada por los planes del presidente, José Eduardo dos Santos, de dejar el cargo en 2017 tras varias décadas al mando del gobierno (hay elecciones programadas para agosto).

Pie de foto: Angola se convirtió en el mayor productor de petróleo de África a principios del año pasado (Imagen: jbdodane/Flickr).

De modo similar, el crecimiento de Argelia se redujo hasta el 3,6% a causa de su enorme dependencia de las exportaciones de recursos energéticos. Además, el Banco Mundial prevé que la desaceleración continúe en 2017. Los bajos precios del petróleo seguirán afectando negativamente a las arcas públicas, mientras que la inflación y el desempleo seguirán creciendo. Además, el dinar ha sufrido una depreciación nominal del 20% a lo largo de los últimos veinte años. Los presupuestos para 2017, aprobados por el presidente Abdelaziz Buteflika a finales de diciembre, contemplan subidas de impuestos para compensar los menores beneficios obtenidos por la exportación de hidrocarburos, haciendo referencia también al enorme gasto de dinero público que permitió al régimen resistir ante la denominada «Primavera Árabe».

A pesar de que Sudáfrica consiguió que Standard & Poor’s no degradara la calificación de su crédito soberano a finales del año pasado (su calificación sigue siendo BBB, solo un nivel por encima de considerarse bono «basura»), Moody’s comenzó 2017 revisando el país a la baja, lo que sirve de alerta para los inversores, pues algunos tienen obligaciones fiduciarias que les impiden hacer negocios en lugares con una calificación de bono «basura». Además, los numerosos escándalos de corrupción en torno al presidente Jacob Zuma han dividido al partido gobernante, el Congreso Nacional Africano, que experimentó un rechazo sin precedentes durante las pasadas elecciones de agosto. Todo esto, sumado a la volatilidad política, debilita la confianza de los inversores justo en el momento en que Sudáfrica había vuelto a situarse como la mayor potencia económica de África.

A pesar de sus abundantes recursos naturales, tanto en términos de recursos para industrias extractivas como de potencial para el desarrollo de energías renovables, por no hablar de su capital humano, la República Democrática del Congo experimentará dificultades económicas durante el nuevo año. A pesar del acuerdo político de última hora alcanzado gracias a la influencia de la conferencia de los obispos católicos del país, que teóricamente garantizaba la celebración de elecciones democráticas antes de finales de 2017, la decisión del presidente Joseph Kabila de violar la constitución y aferrarse al poder a pesar de la expiración de su mandato el pasado 19 de diciembre sigue siendo el hueso de la discordia para la abrumadora mayoría de los congoleños. Esto supone una preocupante mácula que deslustra al cuarto país más poblado de África y el mayor de África Subsahariana. Como señaló recientemente Sasha Leznev, del Proyecto Enough, los problemas económicos, pasados y actuales han alimentado la crisis política. «La corrupción se ha incrementado y el precio de las materias primas que el país produce se ha desplomado durante los últimos años. Por ejemplo, el precio del cobre se ha reducido casi a la mitad durante los últimos cinco años. El ciudadano congoleño de a pie está sufriendo las consecuencias de esto. El coste de algunos alimentos ha aumentado hasta un 80%, el franco congoleño perdió el 27% de su valor en 2016, la inflación ha llegado casi al 6% y las reservas de cambio del Banco Central se han reducido casi a la mitad (un 45%) a lo largo de los dos últimos años. Además, el gobierno congoleño ha aplicado recortes a los servicios públicos, con dos ajustes presupuestarios consecutivos del 22% y el 14%, incluyendo un recorte del 90% en el gasto en equipamiento y material sanitario».

Aunque algunas de las economías africanas más grandes y dependientes de la exportación de recursos estén en horas bajas, sí que hay algunos países, de tamaño medio y con economías más diversificadas, a los que conviene estar atentos durante este año.

Con una economía diversificada y un crecimiento que, según se prevé, podría alcanzar un ritmo del 8,5% (el segundo más elevado del mundo), Costa de Marfil es candidata a convertirse en la nueva potencia económica de África. A pesar de los contratiempos ocasionales, como el amotinamiento de algunos soldados desmovilizados tras la guerra civil que sacudió al país hace una década, en general, el presidente Alassane Ouattara, economista y antiguo director del Fondo Monetario Internacional (FMI), ha demostrado ser un gestor macroeconómico bastante fiable. En 2015 fue reelegido con una amplia mayoría para gobernar durante un segundo (y último) mandato, y ha diseñado un ambicioso Plan Nacional para el Desarrollo con importantes reformas estructurales para consolidar el sector privado y alcanzar un crecimiento inclusivo. Los pronósticos económicos internacionales más recientes del FMI sugieren que el producto interior bruto (PIB) real de Costa de Marfil seguirá creciendo aproximadamente a una media del 8% anual durante los próximos años, mientras que la media de África Subsahariana no superará el 4,5%. Según datos del Centro de Promoción de la Inversión en Costa de Marfil (CEPICI), institución gestionada por el gobierno, se registraron 5.720 nuevas empresas durante los nueve primeros meses de 2016, gracias, en parte, al marco regulatorio del país, que facilita la creación de negocios y empresas.

Pie de foto: Se estima que Senegal, al igual que Costa de Marfil, Etiopía, Kenia y Tanzania, sigan creciendo a buen ritmo durante 2017 (Imagen: Jeff Attaway).

Tras acoger la 22ª Conferencia de las Partes (COP22) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático el pasado mes de noviembre, Marruecos sigue forjando su posición de líder africano y global en materia de energías renovables. El reino marroquí va camino de lograr suplir en 2020 el 40% de sus necesidades energéticas mediante fuentes renovables, sobre todo solar y eólica. Esto es un cambio sorprendente, pues, según el Banco Mundial, hace unos años Marruecos era el mayor importador de recursos energéticos de Oriente Medio. De hecho, el 97% de la energía del país procedía de combustibles fósiles. Además, con el objetivo de convertir a Marruecos en la gran puerta de acceso al comercio con África, que también servirá como puente entre África y Europa, el rey Mohamed VI ha implementado una estrategia para hacer de África la principal prioridad de su política exterior, incluyendo un gran número de visitas oficiales por países de todo el continente, como Ruanda, Etiopía y Nigeria, que han dado como resultado multitud de acuerdos millonarios para realizar inversiones en los sectores agrícola, energético y económico. También habría que destacar el histórico anuncio referente al acuerdo entre Marruecos y Nigeria para construir un gaseoducto que conectará ambos países y que, con el tiempo, podría conectarlos también con Europa.

Durante mucho tiempo, Senegal ha sido un baluarte de estabilidad política en África, reputación consolidada en 2016 tras la celebración de un referéndum constitucional en el que los ciudadanos decidieron que los jefes de estado del país no podrán estar en el cargo durante más de dos legislaturas y que la duración de estas se reduciría de siete a cinco años, entre otras medidas para asegurar la buena gobernanza en la nación. El Plan para un Senegal Emergente del presidente Macky Sall, elaborado con ayuda de asesores de la consultora McKinsey, incluye 27 grandes proyectos y 17 importantes reformas que abarcan desde la agricultura a la energía, pasando por la educación, la sanidad, la economía y el turismo. El objetivo principal es aumentar la productividad del país para facilitar la industrialización, favorecer la creación de empleo y lograr que el PIB crezca. De acuerdo con la actualización del Índice de Atractividad de África de Ernst & Young, realizada a finales de 2016, se espera que Senegal, al igual que Costa de Marfil, Etiopía, Kenia y Tanzania, sigan creciendo a buen ritmo durante 2017.

Un posible bache en el camino de Senegal hacia el futuro puede hallarse en el hecho de que el gobierno confía en que la agencia estadounidense de ayuda internacional Millenium Challenge Corporation (MCC) les concederá más ayudas para superar los obstáculos que impiden su crecimiento económico. La MCC seleccionó a Senegal hace un año, pero la decisión por parte del gobierno senegalés de promover y votar a favor de la Resolución 2334 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre los asentamientos israelíes, no solo en Judea y Samaria (Cisjordania), sino también en el barrio judío de la ciudad vieja de Jerusalén, podría causar que el Congreso estadounidense reconsiderara la adecuación de Senegal a los programas de ayuda de la MCC, pues tanto los republicanos como los demócratas apoyaron en la Cámara de Representantes, por una diferencia de 342 a 80, una medida para condenar la resolución de la ONU y la abstención del gobierno de Obama respecto a esta.

Kenia, con una base económica ampliamente diversificada, demostró una gran resiliencia durante la recesión de las economías emergentes del año pasado. Aunque las cifras de finales de 2016 fueron bastante preocupantes, parece que la mayor economía de África oriental creció al menos al 5,9% previsto por el Banco Mundial, y que su media de crecimiento incluso podría acercarse al 6.8% augurado por el FMI en su previsión revisada del pasado mes de octubre. Una de las ventajas de Kenia es su pertenencia a la EAC (Comunidad de África del Este), que ha pasado de ser una unión aduanera a convertirse en un mercado común con aspiraciones a largo plazo de convertirse en una unión monetaria y una federación política. Por otra parte, la incertidumbre, tanto en los ámbitos de la política como en los de la economía y la seguridad, puede ser un obstáculo significativo para este país en 2017: en agosto se celebrarán elecciones presidenciales, parlamentarias y municipales; la organización terrorista Al Shabab de la vecina Somalia sigue siendo una amenaza a tener en cuenta (en 2016, más de 100 soldados keniatas murieron durante el asalto de esta organización ligada a Al Qaeda a una base de fuerzas de paz en El Adde, Somalia), y aún queda por ver el impacto sobre el crédito del sector privado de las leyes aprobadas el año pasado por el presidente Uhuru Kenyatta, las cuales limitaron las tasas de interés al 4% sobre la tasa de referencia del banco central.

Si es capaz de resistir a las crisis políticas que han provocado manifestaciones masivas y la declaración de un estado de emergencia a finales de 2016, Etiopía, según las estimaciones del FMI, ocupará el lugar de Kenia como mayor economía de África oriental durante este nuevo año. Su media de crecimiento anual llegó hasta el 10,8% durante la pasada década, antes de que la sequía hiciera mella en el sector agrícola durante 2016 (y antes de que comenzaran las protestas contra el gobierno). No obstante, la región sigue siendo un imán para los inversores. Según un estudio, la inversión extranjera directa llegó a un total de cerca de 500 millones de dólares el año pasado, y ya se estaban tramitando más inversiones con un valor de aproximadamente 3.500 millones de dólares. Su amplio mercado interno (Etiopía es el decimotercer país más poblado del mundo) y los reducidos costes laborales hacen de ella un lugar muy atractivo para producir bienes de gran consumo. Además, la inversión en energía hidroeléctrica (el mes pasado se inauguró la presa Gibe III, la mayor de toda África, que permite a Etiopía duplicar su producción eléctrica) no solo proporcionará a este país una importante fuente de energía, sino que también puede ayudar a suplir las necesidades de naciones vecinas, como Kenia, que ha llegado a un acuerdo con Etiopía para comprar parte de la energía producida.

Los países africanos se enfrentarán a muchos desafíos a lo largo de 2017, pero muchos presentan dinámicas bastante positivas en lo referente a su economía, como una población activa cada vez mayor, una creciente urbanización y diversos avances tecnológicos.

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