¿Cuál debe ser el papel de las mujeres en el budismo?

A woman prays while Thai police block access to the gate of Dhammakaya temple in Pathum Thani province, Thailand February 16, 2017. REUTERS/Chaiwat Subprasom - RTSYWFU

Image: REUTERS/Chaiwat Subprasom - RTSYWFU

Laura Villadiego

La tradición budista cuenta que Maha Pajapati Gotami, tía de Buda y quien lo crió durante buena parte de su infancia, acudió un día a su sobrino y le pidió ser ordenada como monja. Buda, quien ya había llegado a la iluminación, había comenzado las ordenaciones de monjes años antes, pero aún no había otorgado el estatus más alto de la jerarquía budista a ninguna mujer. Sin embargo, el profeta se negó. Pajapati no se dio por vencida; se cortó el pelo y se vistió con una tela amarilla como la que portan los monjes, recorrió casi 250 kilómetros descalza y, con los pies en carne viva y lágrimas en los ojos, volvió a ver a su sobrino. Buda, entonces, aceptó.

Pajapati abrió así el linaje de las bhikkhunis, palabra en pali para las mujeres monje, lo que convirtió al budismo en la primera religión en otorgar a las mujeres la misma posición que los hombres en la jerarquía eclesiástica. Sin embargo, la sociedad tradicional asiática no aceptó que las mujeres dejaran su lugar en el hogar y las bhikkhunis desaparecieron poco a poco en la mayor parte de los países asiáticos, salvo en China.

Durante siglos, los hombres han controlado así la religión budista en los principales países practicantes, como Tailandia, Camboya o Birmania, y han relegado a las mujeres a meras ayudantes de los monásticos. Desde finales de los 90, sin embargo, un grupo de mujeres en diferentes países está intentando revivir una tradición que, según ellas, es necesaria para cumplir con las enseñanzas de Buda. “Buda nos dio el derecho a ser ordenadas […] y estableció que tenía que haber cuatro comunidades budistas”, asegura la venerable Dhammananda, una de las mujeres que más ha luchado por restablecer a las bhikkhunis en su país de origen, Tailandia. Así, Buda estableció que la comunidad budista debía estar formada por los hombres laicos, las mujeres laicas, los hombres monjes y las mujeres monjas. “Mi responsabilidad es continuar lo que Buda nos dio [como enseñanzas]”, continúa Dhammananda.

La lucha de Dhammananda contra las autoridades religiosas en Tailandia pone, no obstante, de manifiesto la resistencia del monacato masculino a que las mujeres recuperen su estatus eclesiástico. Según la tradición budista, para la ordenación de una novicia, es necesario que haya al menos una bhikkhuni que la guíe durante su proceso de aprendizaje. Tras la formación, se requiere además de un consejo de mujeres monje que la ratifique. “Uno de los principales problemas es que el linaje de las bhikkhunis se extinguió en Tailandia”, aseguró recientemente Sathien Wipornmaha, presidente de la Asociación de Académicos del Budismo de Tailandia en un encuentro con la prensa.

El Sangha tailandés, el ente que rige el monacato en el país, se ha negado además a permitir cualquier interpretación a esa norma que pudiera abrir la puerta a la reinstauración de las bhikkhunis. Así, en 1928, después de que un padre intentara ordenar a sus hijas, el Sangha emitió una orden por la que prohibía a cualquier monje otorgar su mismo estatus a mujeres. Según Wipornmaha, los poderes civiles no tienen competencias en las leyes que rigen al monacato y la aceptación de las mujeres monje depende del Sangha, un organismo controlado por hombres. “En Tailandia, las leyes de Buda y las del Sangha son un ente único”, explica Wipornmaha. “Cualquier cambio de esas leyes depende exclusivamente del Sangha”, continúa.

La niña monje más joven, de solo siete años, en el monasterio budista huk-Che Choling, Nepal. Paula Bronstein/Getty Images

“No se puede decir que lo que hagamos sea legal o no. Lo hacemos según las enseñanzas de Buda”, asegura Dhammananda, quien rige el monasterio Songdhammakalyani, a unos 50 kilómetros de Bangkok, en el que sólo hay mujeres. “No estamos haciendo nada mal, si así fuera, podrían venir y arrestarnos. Pero, la ley no nos apoya”, continúa.

Otros países se han mostrado más abiertos, aunque no lo han hecho sin controversia. Sri Lanka recuperó el linaje de las bhikkhunis en 1998, pero lo hicieron gracias a monjas pertenecientes a una rama diferente del budismo. El budismo tiene tres ramas principales. La Mahayana, que conservó a sus bhikkhunis, es menos estricta con las leyes monacales y se practica en países como Taiwan o Vietnam. La Theravada, mayoritaria en Tailandia, Myanmar o Sri Lanka, considera que el monacato es una fase fundamental que definirá la reencarnación posterior. Así, fueron bhikkhunis de la primera rama las que revivieron la orden Theravada en Sri Lanka, mientras que la propia Dhammananda recibió su ordenación en la isla asiática, lo que ha llevado al Sangha a no reconocer su estatus.

En la rama tibetana del budismo, la tercera que sigue viva hoy en día, también ha habido controversia sobre la reaparición de las monjas. Con su linaje femenino perdido, un grupo de un centenar de mujeres están ahora reclamando sin éxito los mismos derechos monásticos en el Instituto de Larung Gar, el mayor centro de budismo tibetano del mundo. El propio Dalai Lama se ha llamado a sí mismo feminista y se ha mostrado favorable a que le suceda una mujer, aunque sus comentarios sobre los atributos físicos que debería tener su sucesora causaron revuelo a finales de 2015. “Esa mujer debe ser atractiva, si no, no es demasiado útil”, aseguró a la BBC. Sus defensores aseguran que los comentarios eran irónicos y que el Dalai Lama siempre ha reconocido el papel igualitario que Buda dio a hombres y mujeres en su filosofía.

¿Una lucha feminista?

“De una manera indirecta, lo que hago quizá puede contribuir a la lucha [por los derechos de las mujeres], pero yo no tengo ninguna intención de hablar de derechos. Hablo de responsabilidad”. Dhammananda sentencia así su opinión sobre la imagen que se ha creado en torno a ella como una de las principales feministas de Tailandia. Para la monástica, la polémica es fundamentalmente teológica, aunque reconoce que la posición de la mujer en la sociedad asiática es una de las razones por las que las bhikkhunis tienen dificultades en ser aceptadas. “En el budismo, el hombre y la mujer son tratados igual, pero la cultura tailandesa tiende a situar a la mujer en una posición inferior”, asegura la venerable Dhammananda

La académica Sutada Mekrungruengkul, especializada en las relaciones entre género y religión, coincide en que no hay diferencias en el debate ya que “el budismo empodera a la mujer […] y es liberador para ella”. Sathien Wipornmaha, de la Asociación de Académicos del Budismo, reconoce por su parte la posición igualitaria de las mujeres y que la discusión es fundamentalmente de procedimiento al no cumplirse los requisitos necesarios para ordenar a mujeres. El académico destaca además las mujeres no están discriminadas porque “pueden practicar los ocho preceptos [del budismo] sin necesidad de ser ordenadas” y, que si quieren obtener el reconocimiento, “pueden ser ordenadas en otros países, pero no en Tailandia”. En el budismo Theravada, sin embargo, ser ordenado como novicio o novicia al menos una vez en la vida y vivir durante algunos días como un eclesiástico es clave para tener una mejor reencarnación.

Sin embargo, en muchos países budistas, la lucha de las bhikkhunis se enmarca dentro del movimiento general de defensa de los derechos de las mujeres. Así, en Myanmar, que vive una apertura política desde 2011, varias mujeres han empezado a reclamar la ordenación y al menos una ha sido arrestada por ello, asegura Dhammananda. En Tailandia, académicas como Sutada Mekrungruengkul se basan en el reconocimiento de la igualdad de género en las leyes para secundar las reclamaciones de las monjas. “La Constitución reconoce la igualdad de género […] No podemos mantener una orden por algo que ocurrió en 1928”, asegura la especialista. La sociedad, dice Sutada, también está más preparada para aceptar un cambio en la composición de las órdenes monásticas. “Ahora hay nuevas interpretaciones sobre la mujer en el budismo y esto hará que la sociedad tailandesa abra sus ojos y comprenda a las bhikkhunis”, explica. Para Dhammananda, no es más que un reconocimiento de un orden que es natural: “Siempre he dicho que si las mujeres pueden ser madres, pueden hacer cualquier cosa”.

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