Cómo aumentar la resiliencia de las áreas urbanas: 3 lecciones de Paramaribo
El cambio climático es considerado como uno de los principales desafíos para el desarrollo. La comunidad científica ha reiterado que el cambio climático antropogénico – aquel causado por actividades humanas (e.g. transporte urbano, producción de energía, etc.) – ha estado ocurriendo a lo largo del último siglo, aumentando la temperatura de la tierra, y en consecuencia la probabilidad e intensidad de los eventos climáticos – precipitaciones, inundaciones, sequías, entre otros. De no tomarse medidas para aumentar la resiliencia de los países de América Latina y el Caribe (ALC), se prevé que el impacto que tendrá el cambio climático en la región será devastador, especialmente en las áreas urbanas.
Según datos del BID, el aumento de 2 grados centígrados de la temperatura media sobre niveles pre-industriales podría causar pérdidas en ALC equivalentes a 100 mil millones de dólares por año para el 2050. Esto significa que el cambio climático podría socavar la capacidad de los países para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y hasta revertir avances logrados en las últimas décadas en materia de desarrollo humano y crecimiento económico.
En este contexto, es importante reconocer que las ciudades son puntos críticos de vulnerabilidad. La frecuencia de los desastres en las ciudades de la región ha aumentado más del doble entre 1970 y 2005. Esto incluye huracanes cada vez más destructivos como Mitch (1998) y Wilma (2005) y dos intensos episodios de El Niño, que, junto a cambios de uso del suelo, han causado pérdidas humanas y materiales importantes. Es por ello que el IPCC destaca en su informe la necesidad de avanzar en el desarrollo de propuestas de adaptación al cambio climático en la escala urbana; esfuerzos tan importantes como aquellos dirigidos a la mitigación.
Sin embargo, estudios recientes concluyen que lamentablemente los esfuerzos en esta dirección son limitados. Las ciudades de la región han sido la fuente de muchas iniciativas, políticas y proyectos dirigidos a abordar el cambio climático, pero estos se han centrado principalmente en la mitigación; es decir, en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (e.g. a través de la modernización de la flota de transporte público por vehículos eléctricos).
Necesitamos un cambio de paradigma, que nos permita incorporar la adaptación al proceso de planificación y gestión urbana. La experiencia del BID en Paramaribo nos muestra algunas ideas.
Surinam está expuesto a varios riesgos naturales e inducidos por el cambio climático, incluyendo inundaciones, sequías, exposición al calor, fuertes vientos y salinización de las aguas subterráneas. Se estima que el cambio climático afectará más del 40% del PIB del país para 2050.
Paramaribo, la capital del país, donde habita el 70% de la población, es particularmente vulnerable a los impactos del cambio climático. El centro histórico de la ciudad – Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO – presenta serios problemas de inundaciones debido a la crecida del Río Surinam como consecuencia de la subida global del nivel del mar. En el último año, el BID, a través de la División de Vivienda y Desarrollo Urbano ha estado apoyando a Surinam para revitalizar el centro histórico e identificar medidas complementarias de adaptación.
Es por eso que, en conmemoración al Día internacional de adaptación al cambio climático, resumimos 3 lecciones aprendidas en Paramaribo sobre cómo nuestras ciudades pueden avanzar hacia una agenda de adaptación.
Un paso crítico para desarrollar propuestas robustas de adaptación al cambio climático incluye la preparación de buenos diagnósticos técnicos y participativos que permitan identificar con precisión las principales vulnerabilidades a nivel local. En el caso de Paramaribo, el BID llevó a cabo un estudio de “Riesgos de desastres y análisis de vulnerabilidad de cambio climático”. Para el estudio se preparó un mapa digital de terreno de la ciudad que permitió analizar los periodos de retorno de inundación en la ciudad a 50 años. Además, se llevaron a cabo talleres participativos para identificar sobre la base de la experiencia de los ciudadanos, las zonas más vulnerables de la ciudad. A través de este diagnóstico, se determinaron las dos principales causas de las inundaciones en el centro histórico: deficiencias en el sistema de drenaje y la ausencia de medidas de infraestructura e infraestructura verde para atender la crecida del Río Surinam.
Las propuestas de adaptación al cambio climático en las ciudades deben conceptualizarse de manera multisectorial en el diseño de la infraestructura sostenible. En el caso de Paramaribo, por ejemplo, las propuestas de adaptación no están aisladas; están estratégicamente vinculadas y son complementarias a las medidas que se están tomando para revitalizar el centro histórico. Al reducir las probabilidades e intensidad de las inundaciones, no solo se está beneficiando directamente a las comunidades vulnerables de la zona, sino que, además, se está permitiendo el disfrute abierto del espacio público a lo largo de la ribera del río.
Uno de los principales retos para las ciudades pequeñas y medianas de ALC incluye el acceso a financiamiento para el cambio climático. Las ciudades pueden invertir recursos propios (e.g. impuestos, captura de plusvalía, etc.), utilizar las transferencias intergubernamentales, y en algunos casos acceder a recursos de organismos multilaterales. En el caso de Paramaribo, dado el contexto de vulnerabilidad y las características de las inversiones, el Gobierno de Surinam decidió solicitar un préstamo de inversión al BID para revitalizar el centro histórico; pero, además, el Banco está explorando cómo movilizar recursos adicionales a través del Fondo de Adaptación (FA). Específicamente, se preparó una propuesta preliminar que se presentó ante el FA para implementar medidas de infraestructura y conocimiento sobre adaptación al cambio climático en el centro histórico de la ciudad.
En resumen, avanzar hacia una agenda urbana de adaptación implica desarrollar buenos diagnósticos que abran un diálogo entre los ciudadanos y las autoridades gubernamentales sobre las acciones a tomar. Las propuestas deben tener enfoques amplios y multisectoriales que se integren transversalmente a los diseños de la infraestructura urbana. Y, por último, se deben evaluar diferentes fuentes de financiamiento, incluyendo mecanismos internacionales, para poner en marcha la ejecución de las obras.
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