Cómo romper viejos patrones y abrirte a la incertidumbre
Es un hecho que la base de toda sociedad está sustentada en sus valores, creencias, principios, es decir, todo un carnaval de variables que típicamente se ven reflejados a través de su cultura. En este sentido, México y Latinoamérica son el mejor ejemplo de ello, ya que tenemos tal diversidad que solo de imaginarla me abruma: los llamados pluralismos culturales y multiculturalidad basados en modelos híbridos abiertos o sincretismos culturales son el principal componente de su ADN y parten desde el derecho a la libertad de elección hasta la diferencia social a través de políticas culturales construidas para respetar la diversidad y promover la sustentabilidad social en el mediano y largo plazo. En otras palabras: el desarrollo de la cultura es trascendental para desarrollar sociedades y aspirar a ser mejores seres humanos.
Desde el punto de vista empresarial, las corporaciones atrapan a sus consumidores dentro de sus respectivos nichos culturales y orientan su mercadotecnia a través de publicidad en mercados específicos para incrementar las ventas. Sin duda, la diversidad cultural es una estrategia para conquistar mercados. En Estados Unidos, por ejemplo, los afroamericanos y los hispanos constituyen más que grupos o comunidades étnicas, aunque en realidad se ubican en categorías específicas de consumidores (aunque quizás con el proselitismo discriminatorio manifestado recientemente por Trump, en breve, desaparezcan esas clasificaciones).
En las grandes ciudades de nuestro continente, los barrios chinos, italianos, griegos, árabes, africanos, indios, mexicanos etc., son espacios de “identidades” mantenidas y construidas con base a lo que denominamos tradiciones y prácticas culturales, relaciones sociales y mundos simbólicos diferenciados, cargados de distintos significados, pero al mismo tiempo compartidos y, también, promovidos por sus representantes, originando el modelo económico capitalista y neoliberal en el que coexistimos, el cual ha dejado a su paso una serie de factores que incomodan nuestro quehacer de cada día.
Este supuesto se enmarca en la dificultad de establecer patrones de comportamiento si no se tiene suficiente información sobre la cultura y los hábitos de consumo del mercado objetivo, en este sentido, la política económica establecida en nuestro entorno se manifiesta a través de los valores promovidos por la organizaciones. Sin embargo, este modelo suele estar inmerso en un entorno de incertidumbre, donde la probabilidad de los improbables es una realidad, por ejemplo, el fin de semana pasado vivimos un Super Bowl donde los Falcons tenían 25 puntos de ventaja sobre los Patriots en el tercer cuarto, y era improbable que perdieran esa diferencia (similar que Clinton ante Trump).
El juego de la incertidumbre se opone en su definición a la certeza y esto impacta de forma directa el pensamiento colectivo y la diversidad cultural en las sociedades, porque la certeza de que suceda determinado evento es muy difícil de pronosticar, inclusive si integramos más variables a la ecuación se complica aún más.
El factor de incertidumbre juega un papel relevante a la hora de enfrentar nuestra realidad como personas, empresas y sociedades. Cuanto más informados más confundidos. Daryl Corner señala que “la mayoría de los líderes no están preparados para enfrentar la dinámica de estos días porque les falta una apreciación de la tensión que existe entre una demanda cada vez más compleja del entorno y los escasos recursos disponibles para ayudar a las organizaciones. Sobre estas condiciones de ambigüedad e incertidumbre, el autor agrega: “se reducen las posibilidades de predicción, dejando a las personas sin el fundamento para una sensación de control sobre el entorno.”
Marcelo Manucci indica que el entorno de la organización es un continuo de sucesos emergentes. La realidad corporativa no es una fotografía; nuevos e imprevistos significados aparecen en la cotidianidad de los hechos corporativos a partir de las relaciones con los diferentes públicos. Y es que habitamos y convivimos diariamente dentro de un cúmulo de pensamientos sobrecargados de negatividad y, hasta cierto punto, poco elocuentes respecto a la vida, la cual está inundada de estereotipos y mecanismos de defensa que encubren alunas carencias que tenemos como sociedad y las redes sociales son el mejor ejemplo de ello, saturadas de un narcisismo que llega a niveles de imprudencia colectiva.
La incertidumbre se ha convertido en parte de nuestra vida cotidiana, y es tan poco obvia su estructura que hemos adaptado una posición defensiva respecto al futuro inmediato, negamos los resultados cuando nos equivocamos en el pronóstico fallido, o nos sentimos grandes eminencias al comprobar la hipótesis del resultado esperado. Normalmente estamos sumergidos en nuestra propia zona de confort y la incertidumbre está relacionada directamente con lo que se encuentra fuera de nuestra burbuja y salir de la esta zona es más que un reto, es toda una aventura.
No nos confundamos, la incertidumbre es un juego donde nadie gana o pierde, pero siempre se aprende. Salir de tu zona de confort se manifiesta por la falta de certidumbre, y se trata de abrirte a nuevas experiencias llenas de aprendizaje, en donde las personas incuban ideas, las empresas proyectos y las sociedades valores culturales sustentados en el progreso basado en el conocimiento.
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