Por supuesto que las redes sociales están transformando la política. Pero no se las puede culpar del Brexit y Trump
Después del Brexit y la elección de Donald Trump, 2016 será recordado como el año de acontecimientos catastróficos para la democracia en ambos lados del Atlántico. Las redes sociales se han visto implicadas en la ola de populismo que caracteriza ambos acontecimientos.
La atención se ha centrado en ellas, con muchos argumentando que los usuarios de las redes sociales viven en burbujas de filtros ideológicos, estrechamente centrados en sus propias preferencias, presos de noticias falsas y bots políticos, reforzando la polarización. Mark Zuckerberg ha respondido con la extraña afirmación de que su compañía (con 5 mil millones de dólares de ingresos publicitarios) no influye en las decisiones de las personas.
Entonces, ¿qué papel jugaron las redes sociales en los acontecimientos políticos de 2016?
Turbulencia política y el nuevo populismo
No cabe duda de que las redes sociales han introducido un cambio en la política. De las olas de protestas y disturbios en respuesta a la crisis financiera de 2008 a la primavera árabe de 2011, ha habido un sentimiento generalizado de que la movilización política está en aumento, y que las redes sociales tienen algo que ver con ella.
Nuestro libro que investiga la relación entre las redes sociales y la acción colectiva, Turbulencia política, se centra en cómo las redes sociales permiten nuevos "actos minúsculos" de participación política (hacer clic en me gusta, twittear, ver, seguir, firmar peticiones, etc.), que transforma la teoría del movimiento social. En lugar de identificarse con los problemas, formar una identidad colectiva y actuar para apoyar los intereses de esa identidad, o votar por un partido político que la apoya, en un mundo de redes sociales, la gente actúa primero, y piensa en ello o se identifica con otros más tarde, si es que lo hace.
Estos pequeños actos de participación pueden ampliarse a movilizaciones a gran escala, tales como manifestaciones, protestas o campañas para el cambio de políticas. Pero no lo hace casi nunca. La abrumadora mayoría (99,99 %) de las peticiones a los gobiernos del Reino Unido o de los Estados Unidos no obtienen las 100.000 firmas requeridas para un debate parlamentario (Reino Unido) o una respuesta oficial (EE.UU.)
Las pocas que triunfan lo hacen muy rápidamente en una escala masiva (las peticiones que desafiaban a los votos de Brexit y Trump juntaron inmediatamente más de 4 millones de firmas, y se convirtieron en las peticiones más grandes de la historia).
Este aumento explosivo, la distribución poco normal y la falta de organización que caracteriza a la política contemporánea pueden explicar por qué muchos acontecimientos políticos de nuestro tiempo parecen surgir de la nada. Puede ayudar a entender las olas de apoyo que lograron el Movimiento de Cinco Estrellas de Italia, Podemos en España, Jeremy Corbyn, Bernie Sanders y, más recientemente, Brexit y Trump; todos los cuales han hecho campaña contra el "establishment" y desafiado a las instituciones políticas tradicionales al punto de su ruptura.
Cada movilización sucesiva ha hecho creer a la gente que los competidores fuera de la corriente principal son viables, y eso es en parte lo que nos ha traído resultados tan poco previstos a ambos lados del Atlántico. Pero no explica todo.
Hemos tenido olas de populismo antes, mucho antes de las redes sociales (de hecho, muchos han marcado un paralelismo entre la política de 2016 y la de la década de 1930). Si bien las afirmaciones de que las redes sociales son la peor amenaza para la democracia, llevando a la "desintegración de la voluntad general" y a la "polarización que fomenta el populismo" abundan, evidencia concreta es difícil de encontrar.
El mito de la cámara de eco
La explicación que se proporciona con mayor frecuencia para la aparición de este tipo de sucesos es la existencia de cámaras de eco o burbujas de filtro. El argumento es que las primeras plataformas de redes sociales alimentan a las personas con las noticias más cercanas a su propio punto de vista ideológico (estimadas a partir de sus patrones de consumo previos) y, segundo, que las personas crean sus propios entornos de información personalizados a través de su comportamiento en línea, seleccionando amigos y fuentes de noticias que respaldan su visión del mundo.
Una vez en estas burbujas ideológicas, las personas son presa de falsas noticias y bots políticos que refuerzan aún más sus puntos de vista. Por lo tanto, algunos sostienen que las redes sociales refuerzan los puntos de vista de las personas y actúan como una fuerza polarizadora en la política, lo que significa que “la exposición a contenido político aleatoria ha desaparecido de nuestros medios de información”.
¿La exposición es menos aleatoria que antes? Seguramente el ejemplo de la cámara de eco más perfecta sería alguien que solo leyó el Daily Mail en los años treinta, con pocas posibilidades de ver otras noticias, ¿o alguien que solo vea el noticiero de Fox? ¿Puede nuestro nuevo hábitat en las redes sociales ser tan cerrado como estos entornos, cuando nuestras redes digitales son mucho más grandes y heterogéneas que cualquier otra cosa que hayamos tenido antes?
La investigación sugiere que no. Una reciente encuesta a gran escala (de 50.000 consumidores de noticias en 26 países) muestra cómo los que no usan las redes sociales en promedio encuentran noticias en un número significativamente menor de diferentes fuentes en línea que los que usan las redes. Los usuarios de las redes sociales, encontró la encuesta, reciben un "impulso" adicional en la cantidad de fuentes de noticias que utilizan cada semana, incluso si no están realmente intentando consumir más noticias. Estos hallazgos son reforzados por un análisis de los datos de Facebook, donde se hicieron 8,8 mil millones de publicaciones, clics en me gusta y comentarios sobre las elecciones en los Estados Unidos.
Las investigaciones recientes publicadas en Science muestran que los algoritmos desempeñan un papel menos importante en la exposición a un contenido desafiante que las propias decisiones de los individuos y que "en promedio, más del 20 % de los amigos de una persona en Facebook que afirman tener una afiliación ideológica pertenecen al partido opositor", lo que significa que las redes sociales exponen a los individuos a, al menos, algunos puntos de vista ideológicamente transversales: "El 24 % del contenido duro compartido por los amigos de los liberales es transversal, comparado con el 35 % de los conservadores" (las cifras equivalentes serían del 40 % y 45 % si fuera aleatorio).
De hecho, las empresas no tienen incentivos para crear cámaras de eco con sellos herméticos (como he oído decir a un comentarista). La mayoría de los contenidos de las redes sociales no se trata de política (lo siento chicos), la mayor parte de los 5.000 millones de libras de ingresos de publicidad no provienen de las organizaciones políticas. Por lo tanto, los incentivos que las empresas tienen para crear cámaras de eco, para fines de publicidad dirigida, por ejemplo, tienen más probabilidades de relacionarse con las preferencias de estilo de vida o de entretenimiento que con las actitudes políticas.
Y donde las burbujas de filtro existen, están constantemente cambiando y deslizándose, fácilmente perforadas por un elemento de tendencia cruzada (cualquiera que haya visto #Election2016 poco antes del día de votación habrá visto una rica mezcla de puntos de vista, mientras tenía pocas dudas acerca de la inminente victoria de Trump).
Por supuesto, incluso si las cámaras de eco político fueran tan eficientes como algunos piensan, hay poca evidencia de que esto es lo que en realidad da forma a los resultados electorales. Después de todo, por definición, las cámaras de eco predican para los convertidos. Son las personas indecisas las que (por ejemplo) las campañas de Brexit y de Trump deberían alcanzar, y no está claro si lo logran.
La investigación sugiere que lograron hacer precisamente eso. Una avalancha de evidencia sugiere que dicha publicidad fue efectiva en las elecciones generales del Reino Unido de 2015 (donde el Partido Conservador gastó 10 veces más que el Partido Laborista en publicidad en Facebook), en el referéndum de la UE (donde la campaña Leave también se centró en los anuncios pagos en Facebook) y en la elección presidencial, donde a la publicidad en Facebook se le atribuyó la victoria de Trump, mientras que la campaña de Clinton se centró en anuncios televisivos. Y, por supuesto, las técnicas publicitarias avanzadas podrían centrarse realmente en los votantes indecisos tomando en cuenta sus conversaciones. Esta no es la movilización política de abajo hacia arriba que generó el apoyo a Podemos o a Bernie Sanders. Se trata de grandes dólares de publicidad de arriba hacia abajo.
Irónicamente, sin embargo, estas enormes campañas de publicidad política de arriba hacia abajo tienen algunas de las mismas características que los movimientos de abajo hacia arriba discutidos anteriormente. Las innovadoras campañas de Barack Obama sobre las redes sociales en línea, las microdonaciones y el apoyo correspondiente fueron milagrosos, pero la medida en la que desarrolló el gobierno digital o la formulación de políticas impulsadas por los datos estando en el poder fue decepcionante. Hacer campaña digital, gobernar en analógico podría ser el nuevo mantra.
Pluralismo caótico
La política es mucho más confusa en la era de las redes sociales de lo que solía ser. Si algo despega y consigue ganar masa crítica esto es mucho más aleatorio de lo que creemos.
En Turbulencia política, queríamos identificar el modelo de democracia que encapsula mejor la política entrelazada con las redes sociales. La dinámica que observamos parece conducirnos a un modelo de "pluralismo caótico", caracterizado por la diversidad y la heterogeneidad, similar a los primeros modelos pluralistas, pero también por la no linealidad y la alta interconectividad, haciendo a las democracias liberales mucho más desorganizadas, inestables e impredecibles de lo que los arquitectos del pensamiento político pluralista jamás imaginaron.
Tal vez, en lugar de culpar a las redes sociales por socavar la democracia, deberíamos pensar cómo podemos mejorar el papel (inevitablemente importante) que desempeñan.
Dentro del pluralismo caótico, existe una necesidad urgente de rediseñar las instituciones democráticas para adaptarse a nuevas formas de compromiso político y responder al descontento, las desigualdades y los sentimientos de exclusión, incluso de ira y alienación, que están en la raíz del nuevo populismo. Deberíamos estar utilizando las redes sociales para escuchar (en lugar de simplemente hablar) la manifestación de estos sentimientos públicos, y no solo en el momento de las elecciones.
Muchas instituciones políticas, por ejemplo, el Partido Laborista Británico, el Partido Republicano de los Estados Unidos y el sistema electoral de sufragio directo compartido por ambos países, están en crisis, precisamente porque se han alejado demasiado de las preocupaciones y necesidades de los ciudadanos. El nuevo diseño tendrá que incluir las plataformas de las redes sociales, que se han establecido rápidamente como instituciones de la democracia y estarán en el centro de cualquier resurgimiento democrático.
A medida que estas plataformas finalmente comienzan a admitir que son empresas de medios de comunicación (en lugar de empresas de tecnología), deberemos exigir intervención humana y transparencia sobre los algoritmos que determinan las tendencias de las noticias; la verificación de hechos (en lo que Google tomó la iniciativa); los algoritmos que detectan noticias falsas; y posiblemente también bots de "interés público" para contrarrestar el incremento de la propaganda computacional.
Mientras tanto, lo único que realmente podemos sostener con certeza es que sucederán cosas impredecibles y que las redes sociales formarán parte de nuestro futuro político.
El Wall Street Journal destaca cómo Roosevelt se las arregló para gobernar entre los extremos de izquierda y derecha porque sabía que "los sentimientos públicos de ira y alienación no deben ser menospreciados o desestimados, porque sus causas pueden ser legítimas y sus consecuencias poderosas". Ante el populismo y la polarización, las redes sociales presentan una vía para escuchar, entender y responder a estos sentimientos.
Esta publicación se basa en la investigación de Turbulencia política: Cómo las redes sociales modelan la acción colectiva (Princeton University Press, 2016), por Helen Margetts, Peter John, Scott Hale y Taha Yasseri.
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