Dejemos de sobreestimar la amenaza que plantea la guerra híbrida de Rusia
Image: REUTERS/Marko Djurica
El término guerra híbrida –donde una “gran cantidad de medidas visibles y encubiertas militares, paramilitares y civiles se utilizan en un diseño altamente integrado”– parece surgir en todos lados, mucho más tras las elecciones en Estados Unidos y la supuesta intervención de Rusia para influenciar en el resultado.
Esta nueva forma de guerra en ocasiones ha sido descrita como una amenaza existencial, y en otras únicamente como un término general y evasivo para algo que existió hace mucho tiempo. ¿Qué significa exactamente? ¿Alguna de las inquietudes se justifica?
Cuando conceptos estratégicos como guerra híbrida de repente se ponen de moda, existe el riesgo de que se les dé más coherencia y una mayor variedad de usos posibles que los que merece.
Hace dos décadas, el término “guerra asimétrica” comenzó a ser utilizado para describir los medios por los cuales los estados débiles, junto con insurgentes y terroristas, podrían enfrentar las capacidades militares superiores y convencionales de Occidente.
Básicamente, esto significó utilizar fuerzas irregulares en lugar de las regulares, dependiendo de tácticas de guerrilla y emboscadas más que de ataques frontales, y desdibujando los límites entre el ámbito civil y el militar. El concepto quedó validado con los ataques del 11 de septiembre. Sin embargo, como al poco tiempo se indicó, toda guerra es asimétrica en cierto grado, debido a que los estados raramente tienen capacidades o estrategias idénticas. Se intentó darle al concepto una definición precisa, ya que era posible describir cualquier capacidad como asimétrica.
Lo mismo puede suceder ahora con la guerra híbrida. El término puede tener una definición general, que de ser forzada podría comprender la mayoría de las formas de guerra, o una definición específica, que señale algunas de las prácticas actuales adoptadas por Rusia. Debido a que una parte de la combinación –operaciones de información– se supone que ha sido exitosa en los últimos años, este ha sido el aspecto que ha adquirido la mayor atención.
Es momento de analizar de forma crítica este concepto de guerra híbrida y preguntarse si ha funcionado para Rusia, como comúnmente se supone.
El término ganó popularidad después de que Israel fuera sorprendido durante la Guerra del Líbano en 2006 por la combinación de tácticas convencionales y de guerrilla adoptada por Hezbolá. Se refería a un enfoque inspirado en una amplia variedad de instrumentos, incluido el terrorismo, la insurgencia, la criminalidad y las operaciones convencionales, junto con el uso extensivo de las operaciones de información.
Obtuvo credibilidad como definición de una nueva era de guerra, según la describe el general Valery Gerasimov, jefe del Estado Mayor de Rusia. Gran parte de la visión de Gerasimov era similar a la que se veía en los niveles superiores de EE. UU. que se centraban en cómo la guerra convencional ahora puede ser conducida con armas que pueden usarse a grandes distancias y con gran precisión contra muchos tipos de blancos simultáneamente.
Pero también mostró interés en cómo se podrían iniciar formas irregulares de guerra sin un evidente estado de guerra, el uso potencial de civiles armados, además de la importancia de la información y los métodos indirectos. Las actividades en Ucrania parecieron mostrar una guerra híbrida en acción, en especial con la formación de milicias separatistas en Donbáss, el rol de las Fuerzas Especiales y la atención puesta en la información de la campaña. Aquí, a diferencia de Siria, Rusia buscó mantener su rol de forma secreta.
El concepto de guerra híbrida comienza con distintos tipos de actividad militar o de carácter militar para luego buscar cómo pueden combinarse de manera tal que compliquen las respuestas de los enemigos. Dicho de este modo, hay poco de nuevo en el concepto. Después de todo, en las guerras pasadas se ha utilizado una gran cantidad de posibilidades, incluidos bloqueos económicos y propaganda. Los ataques sorpresa comúnmente han dependido de un grado de decepción, y con guerras de desgaste prolongadas, cualquier cosa que pudiera hacer desaparecer al enemigo vale la pena intentarla.
Durante un siglo, los comandantes han combinado formas clásicas de guerra convencional con campañas partidistas por un lado y formas de destrucción civil (como ataques aéreos) por el otro. La experiencia pasada explica por qué estas campañas no son simples. Sin una estructura de mando competente y amplia, puede ser difícil reunir los diferentes grupos de actividades de modo que se consoliden, en lugar de contradecirse entre ellos.
Aún más grave, es indispensable distinguir entre capacidades que son necesarias para alcanzar los objetivos de la guerra –que por lo general implican fuerzas racionalmente disciplinadas y sustanciales, capaces de tomar y conservar el territorio disputado– y apoyar las capacidades que pueden desorientar y desmoralizar a un oponente y desgastar la habilidad de mantener un conflicto en el tiempo (como medidas económicas) pero que no proporcionan por sí mismos un control político.
Esto es especialmente importante cuando se considera la guerra de la información, que para muchos analistas parece ser el ingrediente clave en la guerra híbrida contemporánea.
El interés occidental en este área, al menos durante las campañas de contrainsurgencia en Irak y Afganistán, fue más acerca de una imagen positiva, ayudando a conquistar “corazones y mentes”, y por esa razón han habido varias discusiones respecto a cómo construir una narrativa que convenciera a los indecisos acerca de las buenas intenciones y la disposición para mantener el rumbo.
Los intentos rusos, que incluyen varios recursos, comúnmente parecen significar “guerra de desinformación”. Incluye utilizar medios de comunicación social para difundir falsos mensajes y crear impresiones equívocas con el objetivo de debilitar a los oponentes, en especial con su propia opinión pública.
La Unión Europea ahora habla de “amenazas híbridas” debido a que considera esto como una forma de actividad que puede ayudar a comprometer la seguridad, incluso en momentos de relativa paz. Los intentos confirmados de Rusia durante la elección presidencial de los EE. UU. y la evidencia de esfuerzos similares para influir las próximas elecciones alemanas reflejan esta preocupación.
Se requiere un grado de precaución aquí. En primer lugar, los medios por los cuales los humanos reciben y procesan la información, de forma individual o en grupos, son complejos y no tan fáciles de manipular. La idea de que un enemigo pueda inculcar pensamientos guiados con precisión en la mente colectiva de una población es muy simple. Mientras que esto puede realizarse usando finalmente representantes y formas sutiles de propaganda, las fuentes y sus mensajes deben ser creíbles. La información provista a Wikileaks en 2016 provino de la piratería, de modo que no fue simplemente inventada y, en la medida en que tuvo efecto, se ajustó a otros perfiles de Hillary Clinton.
Cuando las campañas de información se basan más en la decepción y las mentiras, tienden a ser menos exitosas.
En Ucrania, los esfuerzos rusos de decepción por lo general fueron ineficaces, en la medida en que se volvían progresivamente transparentes. La controversia que rodea la caída del vuelo MH-17 de Malaysia Airlines en el verano de 2014 se prolongó más de lo esperado debido al constante rechazo de Moscú de aceptar responsabilidad alguna, pese a la evidencia contra ellos. Un posible éxito fue proyectar una imagen de la fuerza de Rusia más amenazante que la que la real, que sirvió para disuadir a Occidente de elevar el conflicto. Finalmente, la evaluación más segura puede ser que las operaciones de información (aun mejor descritas como propaganda) puedan reafirmar una posición positiva, pero difícilmente sean capaces de ayudar a revertir una posición negativa.
Todo esto se opone a considerar una guerra híbrida como altamente inusual, sorprendente o difícil de lidiar. Es una forma menor de guerra para las formas tradicionales más concretas, en las que grandes potencias intentaron lograr la victoria simplemente con una sucesión de batallas hasta que el enemigo no pudiera luchar más.
Las posibilidades de resistencia popular y, posiblemente más importante, el riesgo de escalamiento hacia la guerra nuclear han hecho cada vez más difícil confiar únicamente en las fuerzas armadas convencionales. Esto ha fomentado medios alternativos para debilitar a un oponente, por ejemplo al centrarse en las fuentes de apoyo social y político de sus enemigos.
Sin embargo, es dudoso que estas medidas puedan hacer demasiado a menos que el apoyo social y político del blanco ya esté debilitado o si la situación militar terrestre es grave y las fuerzas están expandidas. Los involucrados en el conflicto usarán lo que esté a su alcance. Un título como “guerra híbrida” sugiere que lo que comúnmente no es más que un conjunto de medidas improvisadas y ad hoc, es algo más planeado, coordinado y efectivo.
No te pierdas ninguna actualización sobre este tema
Crea una cuenta gratuita y accede a tu colección personalizada de contenidos con nuestras últimas publicaciones y análisis.
Licencia y republicación
Los artículos del Foro Económico Mundial pueden volver a publicarse de acuerdo con la Licencia Pública Internacional Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0, y de acuerdo con nuestras condiciones de uso.
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no del Foro Económico Mundial.
Mantente al día:
Russian Federation
La Agenda Semanal
Una actualización semanal de los temas más importantes de la agenda global
Puedes anular tu suscripción en cualquier momento utilizando el enlace que figura en nuestros correos electrónicos. Para obtener más información, consulta nuestro Política de privacidad.