Los múltiples rostros de la desnutrición
Image: REUTERS/Erik De Castro
Si usted está sentado con otras dos personas en este momento, es probable que uno de ustedes esté desnutrido. Y tal vez ni siquiera lo sepa. Sí, es verdad: una de cada tres personas en todo el mundo sufre de desnutrición, pero no siempre se ve como uno podría suponer.
Desde los dos mil millones de adultos que tienen exceso de peso hasta los 159 millones de niños con un retraso en el crecimiento, la desnutrición adopta muchas formas. Como médica, veo mujeres que parecen saludables, pero que padecen anemia, debido en parte a una baja ingesta de hierro. Y veo hombres con una condición física relativamente buena con vientres voluminosos, lo que aumenta su riesgo de cardiopatías.
En África occidental se registran algunas de las tasas más altas de desnutrición del mundo. Eso incluye el "rostro" más obvio de la enfermedad: aproximadamente el 9% de los niños menores de cinco años de África occidental están malnutridos o son demasiado delgados para su altura. En los casos más severos, la malnutrición es fatal.
Pero África occidental también sufre muchas otras formas de desnutrición. Un tercio de los niños menores de cinco años en la región tienen un retraso en el crecimiento (son demasiado bajos para su edad), un estado físico con efectos irreversibles en el desarrollo cognitivo. Según los estudios El costo del hambre en África, los niños con retraso en el crecimiento en todo el continente reciben hasta 3,6 años menos de escolaridad que los niños bien alimentados.
El problema no afecta sólo a los niños. La mitad de las mujeres en edad reproductiva en África occidental son anémicas. La anemia no sólo contribuye a casi una quinta parte de las muertes maternas a nivel global; los bebés que nacen de madres anémicas también tienen más probabilidades de tener un peso por debajo del apropiado. El resultado es un ciclo vicioso de mala salud.
Quizás el rostro menos obvio de la desnutrición no sea la subalimentación, sino el exceso de peso y la obesidad. Hoy, el 31% de los adultos en África occidental tienen sobrepeso o son obesos. En Nigeria, mi país natal, el porcentaje es del 33%. Más allá de las cardiopatías, ese peso adicional aumenta el riesgo de diabetes, alta presión arterial y apoplejías, entre otras cosas.
La desnutrición también tiene serias consecuencias económicas. El Informe de Nutrición Global de 2016 estima que, en toda África, la desnutrición resulta en una pérdida del 11% del PIB -más que las pérdidas anuales generadas por la crisis financiera global de 2008-2010.
A nivel individual, los adultos que sufrieron un retraso en el crecimiento en la niñez -un estado físico que ha afectado casi al 70% de la población activa en algunas zonas- suelen enfrentan una capacidad reducida para trabajar y ganarse la vida, debido a los desafíos que sufrieron en su desarrollo. Los efectos de la malnutrición en el desarrollo humano y el progreso económico son casi profundos por igual.
El imperativo de hacer frente a la desnutrición no podría ser más evidente. Sin embargo, el progreso ha sido diverso, especialmente en África occidental.
Sin duda, algunos países han tenido un éxito impresionante, gracias a medidas gubernamentales decisivas. En apenas una década, Ghana redujo el retraso en el crecimiento a casi la mitad, en parte a través de inversiones en áreas que afectan la alimentación, como la agricultura y la protección social. El gobierno de Níger redujo a la mitad la cantidad de muertes de niños de menos de cinco años en un período similar, gracias a decisiones presupuestarias y operativas específicas para abordar el serio problema de la malnutrición.
Pero otros países prácticamente no hicieron mella en el problema de la desnutrición. En Togo, las tasas de retraso en el crecimiento apenas se modificaron en los últimos diez años. En Mali y Guinea, el retraso en el crecimiento está en aumento. Y estos países no son los únicos.
Muchos otros países africanos pueden estar a punto de empezar a escribir sus propias historias de éxito. Costa de Marfil se ha propuesto reducir el retraso en el crecimiento, mientras que Senegal está cerca de iniciar acciones para abordar la malnutrición. En ambos países, una inversión extra -tanto política como financiera- podría tener un impacto enorme.
Sin embargo, los donantes y los gobiernos siguen mostrándose reacios a ofrecer el financiamiento necesario. Según el Informe de Nutrición Global de 2016, los fondos de donantes para intervenciones centradas en la alimentación están estancados en 1.000 millones de dólares. Nueve gobiernos de África occidental invierten, en promedio, apenas poco más del 1% de sus presupuestos en la nutrición.
Y, sin embargo, la nutrición es una de las mejores inversiones que se pueden hacer: cada dólar invertido en nutrición genera 16 dólares en retornos. En muchos países, como la India, las enfermedades relacionadas con la obesidad como las cardiopatías se están consumiendo hasta el 30% de los ingresos anuales de las familias. A menos que los gobiernos africanos comiencen a hacer elecciones e inversiones inteligentes, el continente puede enfrentar un destino similar.
Muchos gobiernos africanos se han propuesto objetivos ambiciosos vinculados a la seguridad, la estabilidad y la prosperidad económica a largo plazo. La alimentación es crítica para alcanzar cualquiera de ellos. Es esencial para el desarrollo de nuestro continente y, por ende, debería ser una alta prioridad para los responsables de las políticas. Millones de vidas dependen de eso.
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