11 megavertederos que muestran la otra cara del consumo
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Mucho se ha hablado últimamente de la aprobación por parte de la comunidad internacional de los Objetivos de Desarrollo Sostenible el pasado año. Estas metas que nos hemos marcado entre todos para mejorar la situación de sociedades a lo largo y ancho del mundo y del planeta en sí han generado considerable optimismo y una buena dosis de esperanza.
Sin embargo, los vertederos dejan ver la otra cara del desarrollo y el consumo. Una cara menos amable que la que se nos presenta cuando se habla de las cadenas de valor mundiales, pero sin duda una que está siempre presente al final del proceso de producción y comercio. La gestión de los residuos es particularmente deficiente en los países menos desarrollados, pero también en aquéllos que se consideran emergentes. Un informe de McKinsey&Co demuestra la importancia de la correcta regulación de estas actividades y alerta de sus consecuencias para el desarrollo económico. Aquí está el lado oscuro del consumo.
Mucho se ha hablado de la existencia de una isla en el Pacífico Norte que sería del tamaño de Texas, la llamada Isla de Basura o Great Pacific Garbage Patch por su nombre en inglés, descubierta supuestamente en 1997. Esta isla se habría formado supuestamente debido a la acción de las diferentes corrientes marinas que actúan en el norte del Océano Pacífico. Los desperdicios, mayoritariamente de plástico, que llegan al océano desde Asia Oriental y Norteamérica, se arremolinarían debido a estas corrientes llegando a formar una verdadera isla de plástico apreciable a simple vista.
Sin embargo, numerosos estudios se llevaron a cabo y desmintieron esa creencia. Pese a ello, el riesgo continúa siendo real. Según National Geographic existen dos ‘islas’ que son realmente aglomeraciones de desechos, una en la zona oriental y otra en la occidental del Pacífico Norte. Los residuos de una y otra se mueven debido a las corrientes marinas y crean una espiral de basura que abarca toda la zona septentrional del océano.
El mito de la gran Isla de Basura se convirtió en el símbolo de una degradación innegable que sufren nuestros océanos en todos los puntos del planeta. Un estudio publicado en 2015 en la revista Sciencealertaba de que el nivel de desechos plásticos que los estados litorales vierten a los mares no para de incrementarse, alcanzando hasta 13 millones de toneladas sólo en el año 2010. Es más, la predicción que el mismo estudio se atreve a lanzar para 2025 es escalofriante, con una proporción de 10 bolsas de plástico por cada 0,3 metros de costa. Esto tiene un impacto devastador en la biodiversidad y las condiciones ambientales de nuestros océanos. Por suerte, se han puesto en marcha iniciativas públicas y privadas para la limpieza de esos residuos con resultados esperanzadores.
México es uno de los países que mayor potencial económico presenta en la esfera global. Normalmente, el crecimiento acelerado va de la mano con un mayor consumo y, a su vez, esto provoca un mayor nivel de generación de residuos. Por ello, es clave que las potencias que están adquiriendo más relevancia en los mercados internacionales también presten atención a la gestión de estos residuos dentro de sus fronteras. Ya en 2004, la producción anual de residuos en el país era de unos 34,6 millones de toneladas.
La ciudad de México DF produce, al día, alrededor 12.000 toneladas de residuos y, en gran parte, van a parar al vertedero de Bordo Poniente. Este lugar tiene su origen en 1985, cuando los devastadores terremotos que asolaron la ciudad hicieron necesaria la creación de una escombrera donde depositar los diferentes restos arquitectónicos que habían quedado demolidos por el temblor. Sin embargo, desde 1994 Bordo Poniente se ha estado utilizando como vertedero para residuos sólidos urbanos del DF, provocando importantes daños ambientales en las aguas del Lago de Texcoco. A estos problemas sanitarios relacionados con la salubridad se les unieron los derivados del hedor que desprende el vertedero, afectando incluso a México DF.
Las quejas de los vecinos y la movilización de grupos ecologistas en el país llevaron al Gobierno federal a decretar en 2010 el cierre de Bordo Poniente, actuación que sería efectiva en 2012. Sin embargo, la clausura del basurero se realizó de forma repentina y descoordinada, provocando la aglomeración de camiones que transportaban residuos en la entrada del recinto. Incluso años más tarde de ese cierre, el vertedero sigue siendo el mayor de México y sigue provocando importantes problemas sanitarios. Por tanto, Bordo Poniente es el perfecto ejemplo de que los retos de una correcta gestión de residuos no se terminan con el cierre de la localización, sino que requieren una estrategia a medio y largo plazo con decisiones efectivas en materia medioambiental y sanitaria.
La ciudad más poblada el país, Lagos, se ha convertido en objeto de las miradas de emprendedores y curiosos que se han visto atraídos por lo que muchos ya conocen como el Silicon Valley africano.
Sin embargo, la ciudad está lejos de ser un modelo de habitabilidad, pese a tener una de las tasas de crecimiento demográfico más altas del mundo. Lagos presenta importantes carencias en cuanto a infraestructura básica y a suministro de electricidad, dos aspectos básicos para hacer de una ciudad un nudo logístico y empresarial. Además, alrededor del 25% de los 16 millones de habitantes de la ciudad viven en una situación precaria, normalmente hacinados en barrios marginales como el de Makoko.
Estos problemas se agravan en lo que a gestión de residuos se refiere. Lagos produce alrededor de 10.000 toneladas de desechos al día que van a parar mayoritariamente al gran vertedero de Olushosun. Como en otros ejemplos de esta lista, la acumulación incesante de residuos y la falta de tratamientos adecuados han provocado que las aguas cercanas queden contaminadas con diferentes elementos tóxicos con niveles por encima de los recomendados como saludables por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pese a ello, la Autoridad de Gestión de Residuos de Lagos se ha puesto manos a la obra para buscar soluciones a Olushosun. Una de las opciones es la creación de plantas de transformación de residuos en electricidad, uno de los bienes escasos de la ciudad. Este proyecto se estima que dure cinco años, tras los cuales la autoridad ha anunciado que cerrarán Olushosun para convertirlo en una zona de recreo.
Pese a su nombre, La Duquesa está lejos de ser la imagen de la aristocracia, la riqueza y el bienestar. Al contrario, en él se acumulan alrededor de 15.000.000 de toneladas de desperdicios resultantes de la recogida de basura municipal de Santo Domingo, pero también residuos tóxicos procedentes de industrias de la zona. Pese a ello, La Duquesa ha conseguido atraer la atención de inversores extranjeros dispuestos a hacer negocio con el contenido de este vertedero.
Empresarios de India o Estados Unidos se han mostrado dispuestos a convertir La Duquesa en una planta de tratamiento de residuos con un componente sostenible, normalmente dirigido a la creación de biocombustibles. Sin embargo, estas inversiones nunca se han llegado a materializar, quedando La Duquesa en manos de la empresa Recicladora de Plásticos Dominicana desde 2009. El objetivo de esta concesión era el tratamiento de los residuos para la extracción de biogas, pero medios locales informan de que se ha producido un escaso progreso en el proyecto, tratando únicamente un 1% de todos los residuos reutilizables que llegan a La Duquesa. Aparentemente, la falta de voluntad política por parte de las autoridades de Santo Domingo ha propiciado el bajo rendimiento de este proyecto.
Desde 2010, el Mecanismo para el Desarrollo Limpio de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC) aprobó la concesión de un proyecto internacional con apoyo de Francia y Reino Unido. En 2011, la multinacional HSA Golden ha comenzado a realizar visitas de mantenimiento al vertedero para asesorar a la gestora sobre maneras sostenibles de administrar el lugar. Pese a los esfuerzos por mejorar las condiciones del lugar y la vida de los vecinos, todas estas iniciativas se vieron truncadas en 2014, cuando un inmenso incendio arrasó parte del vertedero por abandono de las empresas encargadas de su gestión. Las autoridades locales y nacionales reaccionaron y declararon que La Duquesa “es un serio peligro sanitario”. Sin embargo, aún hoy sigue habiendo falta de coordinación entre instituciones e inversores.
Aun siendo una de las grandes potencias emergentes, el consumo per capita de India todavía permanece muy por debajo de las economías industrializadas, pero los expertos ya han alertado de los importantes obstáculos y barreras para la realización de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el país.
Un ejemplo de esto es el estado de Ghazipur, uno de los mayores vertederos de India y el principal destino de ese moderado consumo de los ciudadanos de Delhi. Su utilización se remonta a 1984 y ya intentó limitarse su tamaño en 2002. Sin embargo, la falta de alternativas y de voluntad política por parte de las autoridades competentes han alargado su vida útil y sigue siendo destino de alrededor de 3.500 toneladas de residuos al día.
La cara más amarga de Ghazipur se encuentra en las 1.500 familias que viven en el suburbio que se sitúa a sólo 200 metros del vertedero que, a su vez, se convierte en su principal fuente de ingresos gracias a la recolección de chatarra. Dada su situación precaria, no sólo son vulnerables a los peligros que derivan directamente de la insalubridad, sino que estos habitantes de barrios marginales son también víctimas de los abusos de las autoridades. Muchas familias fueron desahuciadas para extender una de las líneas de metro de Delhi.
En 2014, el Tribunal Superior de Delhi declaró que debía limitarse el nivel de residuos que se vertía en Ghazipur e instaba a las autoridades a construir nuevos vertederos para hacer frente al “desastre medioambiental y sanitario” que supone el basurero. Pese a ello, su sobreexplotación ha tocado techo, incluso suponiendo un riesgo más directo a la vida de las familias que viven en sus inmediaciones debido a los numerosos incendios que se originan en el lugar por las altas emisiones de metano.
La capital de Kirguistán, Bishkek, ha superado ya el millón de habitantes y gran parte de ellos viven en suburbios que presentan condiciones infrahumanas. No se sabe con certeza cuántos kirguises residen en estos barrios marginales debido a la dificultad de recoger datos censales.
Pese a la falta de cifras exactas, sí que existe una certeza: el tratamiento de residuos es deficiente. El ejemplo más claro es el vertedero de Bishkek, en el que se acumulan los residuos de una ciudad que no deja de crecer y que carece de los medios para tratar estos desperdicios de una forma salubre y sostenible.
En el caso de Bishkek, su situación en Asia Central ha favorecido la atracción de inversiones públicas de instituciones internacionales, especialmente por parte de la Unión Europea, lo que le ha convertido en uno de los vertederos de esta lista que más proyectos e inversiones ha recibido para la mejora de sus condiciones. En 2010, la Comisión Europea aprobó dos ayudas por una suma de alrededor de 8 millones de euros para la inversión en infraestructuras que mejoraran la recolección de basura y el tratamiento de residuos de acuerdo a los estándares de la UE. En 2013, el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo presentó un proyecto alternativo que era parte de una inversión internacional que sumaba la cantidad de 22 millones de euros. En 2015, se amplió con un presupuesto de 600.000 euros adicionales. El impacto real de estas iniciativas todavía no se conoce.
En el norte de Jordania se encuentra el campo de Al Akaider un macro-vertedero abierto en 1981 para recibir residuos sólidos municipales de numerosas industrias cercanas, desde mataderos hasta industrias textiles.
Según un estudio, este basurero recibe alrededor de 700 toneladas de residuos al día. Pese a no ser el mayordel país, sí se ha convertido en el más polémico dada su situación junto a la frontera sirio-jordana. La acumulación de residuos allí provocó un desbordamiento hacia Siria que afectó a granjas de la zona e incluso contaminó el río Yarmouk, muy cercano a Al Akaider y principal fuente de agua potable de la zona. Esto creó importantes tensiones políticas entre Jordania y su país vecino.
Pese a las dimensiones y a los impactos medioambientales del vertedero, existe poca información sobre Al Akaider y el tratamiento de sus residuos. Sin embargo, la comunidad académica jordana se ha volcado en poner en marcha proyectos para la mitigación de sus efectos adversos en la sanidad y el medio ambiente. Finalmente, se ha programado el cierre del campo en 2020 y, desde 2012, la Unión Europea ha financiado un proyecto para su rehabilitación con la creación de plantas de compostaje y de tratamiento de aguas.
El país más pobre de América Latina cuenta con uno de los mayores vertederos del mundo. Cochabamba ostenta el título de tercera ciudad de Bolivia en términos económicos, pero también es la principal fuente de residuos para K’ara K’ara. Desgraciadamente, la pobreza y la falta de voluntad política han hecho poco por la salubridad del vertedero, provocando que se disparen los niveles de compuestos perjudiciales para la salud como sulfatos y cloruros derivados de las 350 toneladas diarias que allí se depositan.
Estos impactos adversos también se acrecientan en lo referente al medio ambiente. Más concretamente a los escasos recursos hídricos de la región. Bien conocida es la llamada Guerra del Agua en Cochabamba, que ha provocado un conflicto social entre ciudadanos y administraciones. Lasprivatizaciones del gobierno de Hugo Banzer afectaron también al suministro de este recurso escaso, dejando con acceso limitado a agua potable al 60% de la población. Esto desató una respuesta social inmediata que ha continuado hasta hoy día, extendiéndose también a otras áreas económicas como las industrias extractivas.
Este tipo de protestas también se dieron en torno a la gestión de K’ara K’ara, provocando una reacción en las administraciones locales y regionales, que prometieron por primera vez cerrar el vertedero con un proceso que duraría entre 2001 y 2003. Sin embargo, esto no se materializó hasta 2009, cuando se anunció un plan de construcción de un basurero con mejores condiciones sanitarias. Todo quedó en un brindis al sol cuando las autoridades de Cochabamba extendieron la vida útil de K’ara K’ara por tres años más, con un compromiso de mejora en el tratamiento de residuos. Desde entonces, y hasta el año 2015, el vertedero ha continuado operativo, siendo objetivo de protestas y bloqueos vecinales que piden unas condiciones de vida dignas y una solución para su situación precaria. Hoy día K’ara K’ara sigue activo debido a convenios que sortean las resoluciones judiciales y los compromisos políticos.
Pese a la creciente preocupación de los consumidores occidentales por el origen de los productos que compran y por cómo se obtienen sus materiales, poco sabemos sobre dónde van a parar estos utensilios tecnológicos cuando dejan de tener utilidad. Ese lugar será, probablemente, Agbogbloshie. Situado en lo que antaño eran unos humedales, allí se encuentra el vertedero de materiales tecnológicos más grande del mundo.
Pese a que la Convención de Basilea prohíbe la exportación de residuos electrónicos desde países desarrollados a países en desarrollo, el Gobierno de Ghana informó en 2009 que alrededor del 15% de los productos tecnológicos que importa son en realidad residuos. El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) alertó en 2015 sobre el problema que suponía la falta de cumplimiento de estos acuerdos, elevando el comercio de residuos electrónicos hasta los 19.000 billones de dólares.
En Agbogbloshie, niños y adultos intentan aprovechar ese vacío en el derecho internacional para ganarse la vida. El cobre que se encuentra en estos componentes electrónicos se convierte en su vía de escape para poder traer dinero a casa, pero también se vuelve un arma silenciosa contra su salud y bienestar. La extracción bajo procedimientos muy rudimentarios provoca enfermedades, heridas, cortes y quemaduras. Desgraciadamente, la mayoría de los jóvenes que trabajan extrayendo cobre mueren de cáncer antes de cumplir los treinta.
Si vivir en una constante situación de tensión internacional no fuera suficientemente duro para una población sumida en la pobreza, Palestina también se enfrenta a los desafíos de la insalubridad y el deterioro ambiental que presenta la gestión de los residuos municipales. Numerosos problemas han surgido ya debido a la deficiente gestión de residuos en diversos puntos de Cisjordania, donde el 42% de la poblacióndeclara estar sufriendo los impactos negativos de los vertederos a cielo abierto. Recientemente, también Jerusalén Este se ha convertido en objeto de protestas debido a la decisión de Israel de expropiar terrenos a unos 120 beduinos para crear un nuevo vertedero.
Uno de los mayores vertederos de la Franja de Gaza, el de Sofa, cerca de la ciudad de Rafah, supone importantes riesgos para la salud de los palestinos. En la Franja, y teniendo en cuenta la limitación de espacio, se genera alrededor de un kilo de desechos por habitante al día. Uno de los principales peligros de este vertedero es el alto índice de contaminación de agua que presenta. Los agricultores de la zona dependen de esta agua para poder hacer crecer sus cultivos, lo que supone una amenaza directa al bienestar tanto de productores como de consumidores. En abril de 2016, el Programa para el Desarrollo de Naciones Unidas (PNUD) ha puesto en marcha un proyecto para la creación de una planta de tratamiento de aguas en un intento de hacer frente a la insalubridad derivada de la presente mala gestión de residuos.
Los problemas con la gestión de basuras siempre fueron un grave problema en Juba, la capital del estado más joven del mundo. Los residuos llevan desde 2008 acumulándose a cielo abierto en el vertedero de Lagoon, a unos 13 kilómetros de la ciudad, recibiendo unas 500 toneladas de desechos al día. En 2012, unos meses después de que Sudán del Sur declarara su independencia, la empresa que gestionaba Lagoon dejó de operar debido a altos costes y al mal estado de los accesos. Esto dejó la gestión de residuos de Juba completamente paralizada.
La increíblemente delicada situación del país y la abundancia de desechos en Juba empujó a las familias de la capital a dedicarse a la recolección de chatarra o plásticos para poder venderla más tarde a comerciantes de Uganda y Kenia. Gracias a la acción de la ONG local Programa de Rehabilitación Medioambiental (ERP), las mujeres de Juba pueden vender todo lo que recolectan a cambio de suficiente dinero para comprar comida, teniendo efectos beneficiosos en el empoderamiento de las mujeres en la sociedad de la capital. Sin embargo, el trabajo de recolección sigue estando plagado de riesgos sanitarios para ellas, pero también para los niños y jóvenes que realizan también estas tareas. En 2013, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) comenzó a trabajar con ellos para evitar más muertes de niños en Lagoon, que habían repuntado desde la independencia.
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