Una pequeña - y mediana - manera de construir resiliencia climática

A glove lies on the ground at an abandon farm, near the dried up Shiyang river on the outskirts of Minqin town, Gansu province.

El cambio climático podría arrojar a más de 100 millones de personas a la pobreza para 2030. Image: REUTERS/Carlos Barria

Mark Malloch Brown
Member, Global Agenda Council on Global Governance

Las comunidades vulnerables enfrentan el embate del cambio climático -desde los crecientes niveles de los océanos y episodios climáticos extremos hasta sequías e inundaciones prolongadas y severas-. Según el Banco Mundial, sin medidas de mitigación efectivas, el cambio climático podría arrojar a más de 100 millones de personas a la pobreza para 2030.

Para ayudar a las comunidades más vulnerables a volverse más resistentes a los efectos del cambio climático, las instituciones financieras deberían respaldar a las pequeñas y medianas empresas. En las economías emergentes, las PYME representan hasta el 45% del empleo y hasta el 33% del PIB -y esos números son significativamente mayores cuando se incluyen las PYME informales-. Cuando una PYME desarrolla su propia resistencia al clima, puede tener un efecto cascada en la comunidad que la rodea.

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Image: World Economic Forum

Desafortunadamente, los propietarios de las PYME suelen tener problemas para obtener préstamos bancarios y deben recurrir, en cambio, a préstamos informales y fuentes de financiación alternativas que financien sus empresas. Según el Banco Mundial, el 50% de las PYME formales no tienen acceso al crédito formal, y la brecha total de crédito para las PYME formales e informales llega a 2,6 billones de dólares a nivel mundial. Si bien la brecha varía considerablemente de una región a otra, es particularmente amplia en África y Asia.

Las microfinanzas pueden reducir esta brecha al ofrecer los préstamos pequeños que las PYME necesitan para ponerse en marcha y progresar. De acuerdo con la OCDE, las instituciones dedicadas a las microfinanzas, incluidas las agencias nacionales de ayuda externa, los bancos, las cooperativas de crédito y las organizaciones sin fines de lucro, ya ofrecen servicios financieros básicos a más de 100 millones de emprendedores pobres del mundo, 90% de ellos mujeres.

Es preciso definir más concretamente el papel de las microfinanzas a la hora de impulsar la resiliencia de las PYME al cambio climático. En África, Asia y América Latina, las microfinanzas han permitido a las PYME invertir en cultivos resistentes a las sequías, construir mejores sistemas de irrigación y comprar seguros climáticos para proteger los ingresos cuando las cosechas son malas por un exceso, o una escasez, de lluvias.

Estos proyectos ya tienen un historial comprobado. Según una revisión de la OCDE, el 43% de las actividades de microfinanzas en Bangladesh en 2010 había fortalecido la resiliencia de las comunidades. Esos proyectos incluyen programas de crédito para viviendas resistentes a las condiciones climáticas y semillas tolerantes a las sequías y la sal, y mejoraron la resiliencia al cambio climático. En Nepal, las microfinanzas financian el socorro y alerta en caso de desastres, la diversificación de los cultivos y un mejor acceso a la irrigación. Las microfinanzas también ayudan a la transición de las PYME a modelos comerciales con bajo consumo de carbono, al financiar sus esfuerzos para adoptar fuentes de energía renovables y cambiar a cadenas de producción y suministro sustentables.

Las microfinanzas no son la única solución y, en efecto, tienen sus críticos. Para disipar los temores sobre el dinero que se invierte de manera deficiente, las instituciones dedicadas a las microfinanzas deberían recompensar a los propietarios de las PYME que usan préstamos para financiar la resiliencia al cambio climático y los proyectos de energía renovable. Esto no tiene por qué ser un acto de responsabilidad social empresaria. Por cierto, según la Comisión de Negocios y Desarrollo Sustentable, que yo presido, una estrategia de esas características es buena para las propias instituciones dedicadas a las microfinanzas.

El sector privado debería entender que la crisis climática también es una oportunidad, especialmente con respecto a las PYME. Por cierto, algunos en el sector privado ya lo reconocen.

EL GSMA -un grupo comercial que representa a cientos de operadoras de telecomunicaciones y cuyo director general, Mats Granryd, es miembro de la Comisión de Negocios -y sus miembros están facilitando las microfinanzas en zonas rurales. Con teléfonos móviles, los agricultores pueden encontrar rápidamente información que va desde precios de semillas hasta patrones climáticos, y han tenido un acceso inmediato a los fondos que necesitan para llevar a cabo transacciones. Esta información facilitada por la telefonía celular permite una mejor toma de decisiones, haciéndoles ahorrar dinero a los agricultores y mejorando su resiliencia a patrones de condiciones climáticas extremas y sequías. Y, por supuesto, los proveedores de telefonía móvil también se benefician al operar en un contexto rural expandido.

También existen oportunidades en las redes de préstamo entre iguales, en las que los servicios online permiten poner en contacto directo a prestadores con prestatarios. Las plataformas de microcréditos P2P como lendwithcare.org, Lendico y RainFin han demostrado ser populares y podrían re-energizar a la comunidad de microfinanzas y ofrecer un mayor acceso a préstamos para PYME en los países en desarrollo. Los productos financieros como los derivados climáticos -que aseguran las cosechas y emprendimientos de las PYME y a algunas de las personas más pobres del mundo- también tienen potencial.

Si el mundo es serio cuando habla de mitigar los peores efectos del cambio climático, especialmente su impacto desproporcionado en las comunidades vulnerables, los sectores tanto público como privado deberían financiar los esfuerzos para extender la microfinanciación a las PYME. Quienes están directamente involucrados en la protección de vidas y sustentos no pueden obrar sin ayuda de nadie.

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