Geografías en profundidad

Salvar a los refugiados para salvar a Europa

A boy runs inside the Souda municipality-run camp for refugees and migrants, on the island of Chios, Greece.

Image: REUTERS/Alkis Konstantinidis

George Soros

La crisis de los refugiados en Europa ya empujaba a la Unión Europea hacia su desintegración desde antes del 23 de junio, cuando encima impulsó el voto británico por el Brexit. La crisis, y la consiguiente calamidad del Brexit, han dado sustento a movimientos xenófobos y nacionalistas, que intentarán ganar diversas elecciones próximas, entre ellas las nacionales en Francia, Holanda y Alemania en 2017, un referendo sobre la política europea de refugiados que se celebrará en Hungría el 2 de octubre, y la repetición de la elección presidencial austríaca el 4 de diciembre.

En vez de unirse y cooperar para resistir esta amenaza, los estados miembros de la UE se han lanzado a aplicar políticas migratorias centradas en sus propios intereses a costa de sus vecinos (como la construcción de vallados fronterizos), que aumentan la fragmentación de la Unión, perjudican seriamente a los países europeos y subvierten normas internacionales de derechos humanos.

La actual y fragmentaria respuesta a la crisis de los refugiados, cuya expresión máxima es el acuerdo alcanzado hace unos meses entre la UE y Turquía para detener el flujo de refugiados procedentes del Mediterráneo oriental, tiene cuatro defectos fundamentales. En primer lugar, no es una política verdaderamente europea; el acuerdo con Turquía fue negociado e impuesto a Europa por la canciller alemana Angela Merkel. En segundo lugar, está pésimamente financiada. En tercer lugar, convirtió en los hechos a Grecia en una cárcel a cielo abierto, mal preparada para alojar a tantos refugiados.

Peor aún, la política actual no es voluntaria. La UE intenta imponer cuotas a las que muchos estados miembros se oponen tenazmente; obliga a los refugiados a radicarse en países donde no son bienvenidos y a los que no quieren ir; y devuelve por la fuerza a Turquía a los que llegaron a Europa por vías irregulares.

Es una desgracia, porque la UE no podrá sobrevivir sin una política migratoria y de asilo integral. La crisis actual no es un hecho aislado, sino preanuncio de una época prolongada de mayor presión migratoria por una variedad de causas, entre ellas: las carencias demográficas de Europa y una explosión poblacional en África; conflictos políticos y militares sin fin a la vista en el contexto regional amplio; y el cambio climático.

El acuerdo con Turquía fue problemático desde el inicio. Se basó en una premisa fundamentalmente errada: que la devolución de solicitantes de asilo a Turquía respetaba las normas establecidas, cuando para la mayoría de los solicitantes sirios, y sobre todo después de la intentona golpista de julio, Turquía no es un “tercer país seguro”.

¿Cómo sería una respuesta integral? Cualquiera sea su forma final, se apoyaría en siete pilares.

En primer lugar, la UE debe aceptar, en forma segura y ordenada, una cantidad sustancial de refugiados directamente desde los países en la primera línea del conflicto. Esto sería mucho más aceptable para la opinión pública que el desorden actual. Si la UE se comprometiera a recibir apenas 300 000 refugiados al año, la mayoría de los solicitantes de asilo auténticos verían que sus posibilidades de llegar a destino son suficientemente altas para disuadirlos de tratar de llegar a Europa ilegalmente (algo que, de intentarlo, los descalificaría para obtener ingreso legal).

En segundo lugar, la UE debe recuperar el control de sus fronteras. Las escenas de caos actuales sólo pueden provocar rechazo y temor en la opinión pública.

En tercer lugar, la UE necesita financiación suficiente para una política migratoria integral. Se calcula que se necesitarán al menos 30 000 millones de euros al año, por varios años, y las ventajas de invertir una oleada importante de dinero toda junta al principio, en vez de repartida a lo largo de varios años, son enormes.

En cuarto lugar, la UE debe crear mecanismos comunes para la protección de sus fronteras, la evaluación de solicitudes de asilo y la reubicación de los refugiados. La unificación del proceso europeo de asilo desincentivaría los intentos de abuso del sistema (asylum shopping) y recrearía la confianza entre los estados miembros.

En quinto lugar, se necesita un mecanismo voluntario de asignación de destinos a los refugiados. La UE no puede obligar a los estados miembros a aceptar refugiados que no quieren, o a los refugiados a ir a países donde no son bienvenidos. Un esquema como el que usa Canadá podría servir para conocer y coordinar entre sí las preferencias de los refugiados y de las comunidades receptoras.

En sexto lugar, la UE debe ofrecer mucho más apoyo a los países que albergan refugiados, y ser más generosa en relación con África. En vez de usar los fondos de ayuda al desarrollo al servicio último de sus propias necesidades, la UE debe ofrecer a los países receptores un megaacuerdo auténtico centrado en las suyas. Esto implica crear empleos en los países de origen de los refugiados, lo que reduciría la presión por migrar a Europa.

El último pilar es la creación de un entorno abierto a la recepción de emigrantes económicos. Dado el envejecimiento de la población europea, las ventajas que aportan los inmigrantes superan con creces los costos de su integración. Está suficientemente probado que los inmigrantes pueden contribuir considerablemente a la innovación y el desarrollo si se les da la oportunidad de hacerlo.

Estos siete principios, que describo en más detalle en otro lugar, son esenciales para calmar los temores de la opinión pública, reducir el flujo caótico de solicitantes de asilo, garantizar la plena integración de los recién llegados, forjar relaciones mutuamente ventajosas con los países de Medio Oriente y África, y cumplir las obligaciones humanitarias internacionales de Europa.

La de los refugiados no es la única crisis a la que se enfrenta Europa, pero es la más apremiante. Un progreso significativo en esta cuestión haría más fácil encarar las otras, desde la irresuelta crisis de deuda griega y las consecuencias del Brexit hasta el desafío planteado por Rusia. Todas las partes deben encajar, y la probabilidad de éxito sigue siendo baja. Pero mientras haya una estrategia capaz de funcionar, todos los que quieren la continuidad de la UE deben unirse en pos de ella.

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