Crecimiento Económico

Los costes ocultos de una posible guerra comercial entre EE.UU. y México

The flag of Mexico changes in front of a large U.S. flag in front of the New York Stock Exchange

¿Cuáles serían los riesgos y los costes ocultos de un cambio radical en la política comercial de Estados Unidos? Image: REUTERS/Lucas Jackson

Knowledge @Wharton

En la carrera por la Casa Blanca, tanto el republicano Donald Trump como la demócrata Hillary Clinton han incorporado el escepticismo hacia los pactos comerciales en sus plataformas de campaña presidencial. Aunque Trump haya llamado más la atención que Clinton diciendo que EE.UU. debe considerar seriamente la posibilidad de retirarse del TLCAN [Tratado de Libre Comercio de América del Norte], que consta de tres países, y la Organización Mundial del Comercio, formada por 164 naciones, ambos candidatos han criticado el impacto del TLCAN sobre el incremento de puestos de trabajo en los Estados Unidos y se han opuesto a la entrada de EE.UU. en la Asociación Trans-Pacífico (TPP) con el argumento de que el bloque de libre comercio compuesto por 12 países, que todavía tiene que ser sancionado, tendría un impacto negativo en el crecimiento económico y la creación de empleo.

En el caso de EE.UU. y México, ¿cuáles serían los riesgos y los costes ocultos de un cambio tan radical en la política comercial de Estados Unidos? Los patrones de interdependencia económica y social entre EE.UU. y México se ven, a menudo, eclipsados por la retórica contundente de la pérdida de empleos en Estados Unidos. Sin embargo, el año pasado México fue el tercer mayor socio comercial de productos de Estados Unidos, con US $ 531 millones de dólares en el comercio bilateral de mercancías en 2015, sólo superado en volumen por Canadá y China. Desde la entrada en vigor del TLCAN en 1994, el comercio y la inversión entre EE.UU. y México han crecido a un ritmo espectacular. Las exportaciones estadounidenses a México aumentaron de US $ 41.580 millones en 1993, el último año antes del TLCAN, hasta $ 245.700 millones en 2015, un aumento de casi seis veces. En el mismo período, las importaciones estadounidenses de productos mexicanos aumentaron de US $ 39.910 millones en 1993 a US $ 296.000 millones en 2015, un aumento de más de siete veces. Desde la implementación del TLC, las exportaciones de México a los EE.UU. y Canadá crecieron más de cinco veces, de $ 53 mil millones a US $ 319 millones en 2015.

El volumen de la inversión directa externa de Estados Unidos a México también creció: un total acumulado de $ 17 mil millones en 1994 a $ 101.500 millones en 2013, un aumento de casi seis veces debido a la liberalización, tras el TLC, de las restricciones a la inversión extranjera en México a finales de 1980 y principios de los 90. En el mismo período, el volumen acumulado de IED en Estados Unidos ha crecido ocho veces, desde apenas US $ 2.069 millones en 1994 a $ 17.600 millones en 2013.

Por otro lado, la creciente interdependencia de las economías de EE.UU. y México hace que los dos países sean más vulnerables al impacto de las medidas anticomerciales (“proteccionistas”) impuestas por cualquiera de las partes a ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y México. En general, México es más susceptible que EEUU a las pérdidas derivadas de cualquier posible guerra comercial entre los dos, dice Daniel Villegas, economista de la UNAM, la Universidad Nacional de México. “Trump amenazó diciendo que EE.UU. podría salir del TLCAN o renegociar su participación en el acuerdo, ya que, en su opinión, se trata de un pacto injusto para EE.UU. Para él, sólo México y Canadá se han beneficiado del tratado”. Sin embargo, añade, “uno de los principales objetivos del TLC es crear un flujo libre de bienes” entre los tres países, por lo que el “consumidor se beneficiará al tener acceso a mejores productos a precios competitivos” en los tres países. Sin embargo, añade, “el acuerdo ha sido más importante para México que para EE.UU., ya que más del 95% de las exportaciones de México a países del TLCAN tuvieron como destino EE.UU.”, y no Canadá, dice Villegas.

Para México, cuyos gobiernos siempre han destacado por sus políticas comerciales proteccionistas, participar en varios otros tratados de libre comercio se ha convertido en la piedra angular de su política económica. De acuerdo con ProMéxico, la agencia de promoción de inversiones del país, México tiene una serie de diez acuerdos de libre comercio con 45 países diferentes; 33 Acuerdos de Promoción a la Inversión recíproca y Acuerdos de protección (RIPPAs) con 33 países; 9 acuerdos comerciales dentro de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI). Eso sin contar que México firmó el Acuerdo de Asociación Trans-Pacífico y es un miembro activo de la OMC y la OCDE. Así que México está apostando cada vez más por el libre comercio, mientras que EE.UU. podría estar tomando la dirección opuesta.

Inversiones fuertes en integración

Separar las compañías americanas de sus asociaciones en México puede ser una tarea mucho más arriesgada de lo que imaginan muchos defensores del proteccionismo. Cadenas de suministro integradas conectan ahora a Canadá, EE.UU. y México, y de tal manera que lo que se produce en cada uno de estos miembros del NAFTA se ha importado previamente de sus vecinos, dice Gary Clyde Hufbauer, investigador principal en el Instituto Peterson de Economía Internacional. Por ejemplo, alrededor del 70% del valor de cualquier Honda CR-V montado en Jalisco, México, cuenta con insumos importados por México de Estados Unidos y Canadá. Para establecer esta cadena de suministro, las empresas privadas en los tres países han invertido mucho en sus vecinos: las empresas estadounidenses han invertido alrededor de US $ 387.000 millones en Canadá y $ 108.000 millones de dólares en México. Las empresas canadienses han invertido US $ 348.000 millones y $ 14.800 millones de dólares en México.

Se necesita más inversión para aumentar la competitividad de TLCAN en general y generar más puestos de trabajo de alta calidad que los críticos del TLC ansían, dice Hufbauer. “Cada uno de los tres gobiernos debe aumentar la competitividad económica de su país a través de las reformas internas en áreas tales como la educación, la infraestructura y la política fiscal. Sin embargo, la cooperación —unos con otros, en vez de tratar de proteger sus mercados de la competencia extranjera— “puede incentivar a toda la economía de Estados Unidos”. La mayoría de las grandes empresas son conscientes de las oportunidades que tenemos por delante. Según Kirk Sherr, presidente de Clearview Strategy Group, empresa de consultoría en el área de energía de Virginia, “para la mayoría de las empresas estadounidenses que producen algún tipo de bienes tangibles, la posibilidad de tener una presencia significativa en México es muy alta. La mayoría de ellos tienen grandes inversiones allí, y sucede muy a menudo que las fábricas y la producción de México se encuentran entre las más rentables”.

Además, si el próximo presidente de Estados Unidos decide que el país debe salir del TLCAN, esta decisión puede hacer que el Gobierno mexicano tome medidas de represalia cuyos costes negativos serían significativos para la economía de Estados Unidos y un gran número de empresas estadounidenses que hacen negocios en México. En un escenario posible, dice Hufbauer, el próximo presidente de Estados Unidos podría tratar de usar la cláusula de rescisión de seis meses en el TLCAN para renegociar un volumen suficiente de concesiones por parte de México para impedir a EE.UU. abandonar el TLCAN.

“Creo que es una negociación de tres vías entre el Gobierno de México, Trump o su nuevo zar del comercio, y las compañías estadounidenses”, dice Hufbauer. “Lo que quiere Trump, de hecho, es crear una narrativa en que los empleos son creados en EE.UU.. Hay muchas empresas en EE.UU. que utilizan México como parte de su cadena de suministro, lo cual es esencial para la producción. Posiblemente recurriría a estas empresas para ampliar sus fábricas en Estados Unidos, para construir nuevas fábricas en el país, para entregar números tangibles que sirvieran para alcanzar los titulares de las noticias sobre la creación de nuevos puestos de trabajo en los Estados Unidos a cambio de no imponer nuevas tarifas o aranceles sobre estos productos en particular. Puedo imaginar a Trump haciendo esto y esperando que muchas empresas en los Estados Unidos se comprometan a construir en el país”.

Este tipo de negociación directa puede parecer tentadora, en parte porque ningún Gobierno de EE.UU. la ha puesto en práctica antes, señala Hufbauer, ex profesor de Diplomacia de finanzas internacionales en la Universidad de Georgetown. Sin embargo, “si se da el siguiente paso, es decir, si de hecho se cortan las importaciones procedentes de México, lo que sin duda sucedería después de eso es que México suspendería las importaciones procedentes de EE.UU.. Sería un ojo por ojo, y es difícil saber hasta dónde esto puede llegar”.

La historia demuestra, dice Hufbauer, que “los sucesivos gobiernos de México —entre ellos el presidente Zedillo, Fox y Peña Nieto— toman represalias”. Por ejemplo, aunque el estatuto del TLCAN estableció un calendario de apertura de los estados fronterizos de Estados Unidos a la competencia de los operadores mexicanos en 1995, y en todo EE.UU. en 2000, la plena aplicación de estas disposiciones se ha prorrogado debido a los temores de seguridad de los camiones y conductores mexicanos. El retraso dio lugar a una gran frustración en México que, al final, introdujo aranceles de represalia contra las importaciones estadounidenses. Hufbauer recuerda: “Hubo otras represalias a causa del COOL —etiquetado de país de origen, por sus siglas en inglés— creado por EE.UU”.

Hufbauer advierte: “México no es ingenuo. Por otra parte, el programa de Trump se va a mezclar con un profundo sentimiento de orgullo mexicano”. Dice que si el Gobierno mexicano no tomara represalias “sería muy impopular en México. No creo que sobreviviera políticamente. Sea cual sea el coste de la represalia, debido al orgullo nacional, México lo hará. Por lo tanto habrá fábricas muy específicas en EE.UU. o fábricas que venden cosas a México que verán sus ventas desaparecer. Los mexicanos tienen buenos negociadores, y elegirán productos que son muy perjudiciales para los políticos que apoyan a Trump”, y los tarifarán, o impondrán sobre ellos una cuota para obstaculizar la competencia. “Ellos pueden hacer este juego. Por lo tanto, creo que el entusiasmo en torno a esta estrategia ahora, que se basa fundamentalmente en la idea de que va a traer de vuelta a los Estados Unidos muchos puestos de trabajo en el área de manufactura a coste cero para la economía de Estados Unidos, desaparecerá rápidamente a medida que la realidad se vuelva evidente”.

El coste de salir de la OMC

Los costes ocultos también saldrán a la luz si el próximo Gobierno de Estados Unidos renuncia a su participación en la Organización Mundial del Comercio. Mauro Guillén, director del Instituto Lauder de Wharton, dice que la OMC, creada en 1995, ha jugado un papel destacado en favor de los acuerdos comerciales basados en reglas, y contra el proteccionismo y las medidas contrarias a la competencia impuestas por las naciones de todo el mundo. Guillén advierte: “La OMC funciona sobre la base de un acuerdo multilateral, y EE.UU. ha sido un partidario importante de la organización desde el final de la Segunda Guerra Mundial”, cuando la organización respondía al nombre del GATT (Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio). “Si EE.UU. es capaz de apoyar firmemente los acuerdos comerciales multilaterales, el efecto de esto sería sustancial en el comercio mundial y, en última instancia, en el crecimiento económico mundial. Sin embargo, también es importante tener en cuenta que, en los últimos años, la manipulación de la moneda se ha convertido en un artificio clave de defensa”. Todas estas prácticas generan “miedo”, dijo Guillén. “Las restricciones comerciales empeoraron la Gran Depresión. Esperemos que no ocurra esta vez”.

En parte debido a un menor crecimiento económico mundial, las medidas proteccionistas se han vuelto cada vez más comunes de forma reciente. Según un informe elaborado por el Grupo de Análisis de las Políticas Comerciales de la OMC, de media, 22 nuevas medidas comerciales restrictivas han sido definidas por los miembros de la OMC todos los meses durante los períodos de análisis desde mediados de octubre de 2015 a mediados de mayo de 2016. “Se trata de un aumento significativo en comparación con el período de referencia anterior, que registró un promedio de 15 medidas al mes, que es el promedio mensual más alto desde 2011”, dijo la OMC en un comunicado. Guillén explica: “Se ha producido un aumento de los casos de proteccionismo a través de medidas antidumping y también de controles administrativos u otras medidas que causan demoras en la frontera. Interpreto eso como intentos de los gobiernos a buscar protección sin, de ese modo, violar las reglas de la OMC”.

En cuanto al posible impacto de la salida de la OMC, Jeffrey J. Schott, investigador principal en el Instituto Peterson de Economía Internacional, dijo que si EE.UU. sale de la OMC, los exportadores estadounidenses perderían un acceso esencial al mercado en todo el mundo. “Uno de los principales riesgos de salir de la OMC sería la pérdida de los derechos de ‘nación más favorecida’ (NMF) en otros 163 países; otros exportadores podrían sustituir algunas de las exportaciones de Estados Unidos en estos mercados”, dijo, añadiendo que significaría la pérdida de puestos de trabajo en empresas estadounidenses más competitivas y rentables.

En particular, añade, EE.UU. se enfrentaría al riesgo real de perder el estatus de NMF con las demás naciones extranjeras. Actualmente, Estados Unidos tiene acuerdos de libre comercio (TLC) con sólo 20 países. Esto significa que las empresas estadounidenses gozan de acceso preferencial en los mercados de estos países a tasas prácticamente bajas o nulas, con raras excepciones. Sin embargo, los TLC de Estados Unidos combinados cubren sólo el 40% del comercio bilateral total de mercancías; el 60% restante del comercio de EE.UU. se realiza con socios que no tienen acuerdos de libre comercio. “Para acceder a estos mercados, los Estados Unidos se basan en los aranceles NMF no discriminatorios, pactos celebrados con países bajo los auspicios de la OMC. Así que si EE.UU. deja la OMC, el resto de países del mundo ya no tendrá que someterse a los aranceles NMF en el caso de las exportaciones de Estados Unidos, pudiendo elevar dichas tarifas a cualquier nivel que deseen. Por lo tanto, salir de la OMC y de otros acuerdos comerciales con Estados Unidos reduciría el acceso de las empresas americanas al 96% de los clientes en todo el mundo”. No hay duda de que esto tendría un impacto negativo sobre los exportadores estadounidenses en la mayor parte del mundo, y el empleo en estas empresas.

Por último, algunos economistas señalaron que si EE.UU. saliese de la OMC, significaría renunciar a su derecho a defender el sistema basado en reglas que ayudó a crear, perdiendo el acceso a un foro importante para la resolución de disputas comerciales. La OMC ha sido criticada por el lento progreso en las negociaciones comerciales recientes, léase la Ronda de Doha”, pero su función de resolver disputas fue ampliamente reconocida como un logro importante”, según Chad Brown, otro investigador del PIIE.

Aunque la mayoría de las disputas de la OMC giran en torno a los subsidios y las cláusulas antidumping, muchos miembros también “han desafiado varios regímenes diferentes de tarifas, medidas de seguridad alimentaria, compromisos de calendarios de servicios, normas de etiquetado y envasado, medidas de bienestar de los animales y medidas medioambientales”, según una reciente declaración de la OMC. Por lo tanto, “de los 500 casos presentados, solo más de la mitad llegó a la etapa de litigio, una indicación de que la exigencia del sistema para que los miembros involucrados traten de encontrar una solución a través de la consulta mutua es importante para prevenir que muchos casos lleguen a la etapa de litigio”.

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