6 lecciones aprendidas en la transformación de Medellín

Medellín, una ciudad gobernada por el crimen organizado, el tráfico de drogas y la guerra interna en los últimos 20 años del siglo pasado, ha logrado meterse entre los casos de éxito señalados en el Reporte de las Top 10 Innovaciones Urbanas, elaborado por el Foro Económico Mundial. Aunque esto puede sonar a titular noticioso, es mucho más que eso. Es la frase que abre una historia impresionante sobre transformación acelerada, crecimiento e inspiración desde América Latina.

El alcance del logro de Medellín no sólo puede ser medido por su etiqueta como innovación urbana. También se refleja en su reconocimiento como la ciudad más innovadora del mundo en el año 2012., su reputación en la fabricación de textiles, cuyo reconocimiento en la industria de la moda es incuestionable, su aporte al creciente PIB colombiano en más de 8%, y su población amigable y calurosa de 2.49 millones de personas, quienes han contribuido intensamente a la profundización de la rica cultura latina, con exponentes como el famoso artista Fernando Botero.

Ahora bien, el aspecto más importante de este caso de éxito no se encuentra en estos reconocimientos, sino en los pilares sobre los cuales se desarrolló. Esencialmente, la historia de Medellín es la exaltación del concepto de  la ciudad como solución, no como problema, a los retos que enfrentamos globalmente.

De hecho, Medellín es considerada una transformación exitosa por la capacidad que tuvieron todos los actores (sector público, sector privado y ciudadanos) de entender el valor que tenía defender su existencia a pesar de los problemas o limitantes históricos que tenían. Perseguir el sueño compartido de mejorar la ciudad, en vez de destruirla con una posición negativa y frustrada del futuro, fue la única manera de superar sus límites y acercarse a ese sueño. Alternativamente, esta ciudad colombiana demostró que las ciudades son meras víctimas de la carencia de pensamiento creativo e innovador por parte de los individuos que forman parte de las instituciones responsables por su transformación.

Hoy en día, Medellín se ha convertido en un símbolo de lo que el mundo emergente tiene que decir en materia de innovación. Logró forjar su éxito a partir de usar sus graves problemas para diseñar, crear y probar nuevos métodos de desarrollo urbano e inclusión social.

De estos nuevos métodos existen aprendizajes poderosos que se pueden compartir como conocimiento colectivo con el resto del mundo.

Las ciudades no generan pobreza. Las ciudades atraen individuos vulnerables, con recursos escasos, buscando mejores oportunidades para tener un futuro próspero. Por esa razón, su condición debe ser reconocida y su capacidad integrada a la dinámica de la ciudad para apalancar el crecimiento en todo el potencial individual y colectivo que atesoran. Esto lo demuestra el 8.9% de decrecimiento en los índices de pobreza, publicado por el departamento de estadísticas de Colombia.

La arquitectura no puede convertirse en una barrera para la interacción humana. La mejor manera de reducir la desigualdad es promoviendo interacciones cara-a-cara entre los individuos que hacen vida en la ciudad, sin prestarle atención a las diferencias socioeconómicas que existen.  

La educación es el motor del cambio. Construir bibliotecas y activar el patrimonio cultural a lo largo de los sistemas de transporte público fue un elemento central para transformar la mentalidad de la población y unificar la visión alrededor de una nueva marca positiva de ciudad.

La tecnología es un medio, no un fin. Medellín entendió que sea cual sea el avance tecnológico necesario, su aplicación exitosa depende enteramente del valor agregado que ofrece a la sociedad y no del carácter disruptivo, desde un punto de vista científico, que puede demostrar.

Por último, pero no menos importante, colocar la cultura local en lo más alto de las prioridades contribuye inequívocamente a desatar el potencial de los ciudadanos. La cultura juega un rol preponderante en la transformación de una ciudad producto de su capacidad para tender puentes entre las personas, romper con las cadenas de paradigmas clasistas y compartir una visión de futuro alrededor de los valores subyacentes en todos los niveles de la sociedad.

Como emprendedor tecnológico en América latina, estoy emocionado por confirmar que la innovación no conoce de fronteras o límites. Cuando aplicamos nuestra capacidad creativa individual en favor del colectivo, para solucionar los grandes retos globales desde nuestras contribuciones locales, el sueño de tener ciudades más inteligentes se hace cada vez más cercano.

Como joven millenial de un país en el mundo emergente, la historia de Medellín es la historia de lo que será el siglo 21. Un siglo marcado por las transformaciones generadas  por los Tesla, Alibaba y Medellin del mundo. Cada uno con su propia realidad, su propio enfoque, sus propios retos y su propio rol en el propósito común de construir un mundo más igualitario, productivo y excitante.

Autor: Juan José Pocaterra, Co – Fundador y Director de Negocios, ViKua, Venezuela.