La guerra contra las drogas ha fracasado. ¿Ahora que?

América Latina es la región más violenta del mundo. Es hogar de la décima parte de la población mundial, y de más de un tercio de sus homicidios. Brasil, un poder regional, está en la cima de la lista con casi 60,000 asesinatos por año. Colombia, El Salvador, Honduras, México y Venezuela son algunos de los países más peligrosos del planeta. Se estima que al menos la mitad de las muertes violentas que ocurren en la región están relacionadas con las drogas.

La guerra contra las drogas está contribuyendo a astronómicas tasas de violencia letal no sólo en América Latina, sino también en partes de Estados Unidos, Europa, África y Asia. Después de que los gobiernos comenzaron a criminalizar a los productores de drogas, a pequeños distribuidores y a consumidores, las violaciones a los derechos humanos se dispararon. Muchos países experimentaron expansiones dramáticas en sus poblaciones carcelarias. Mientras tanto, las ganancias de los grupos del crimen organizado continuaron aumentando hasta alcanzar 320 mil millones de dólares por año, y su capacidad de sobornar a políticos, policías y jueces también creció.

Virtualmente todo mundo ahora está de acuerdo en que la guerra contra las drogas ha sido un fracaso espectacular en casi todos los sentidos. Richard Branson, miembro de la Comisión Global de Políticas de Drogas, ha dicho que si la guerra contra las drogas fuera un negocio, él lo hubiera cerrado hace 40 años. Incluso la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés) ahora admite de manera pública que el término “no ayuda” y está explorando un nuevo método equilibrado que incluya tanto el cumplimiento de la ley como estrategias de reducción de daños, dándole prioridad a la salud y a la seguridad y descriminalizando a los consumidores de drogas.

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Las malas noticias es que todavía hay algunos gobiernos que creen que la prohibición de las drogas es posible. Insisten en continuar con una guerra fallida lanzada por el antiguo presidente Nixon a principios de la década de 1970. Se aferran a ideas obsoletas. Se basan más en la ideología que en la evidencia. Algunos de ellos simplemente ignoran el daño generado por una política irracional contra las drogas. Así que a continuación ofrezco tres ejemplos sobre cómo la guerra contra las drogas se ha quedado corta en mi parte del mundo. Las consecuencias de estos fracasos no sólo afectan nuestras vidas, sino que también tienen repercusiones sobre otras vidas, las de ustedes.

En primer lugar, la guerra contra las drogas ha fracasado rotundamente en la reducción de suministro de drogas ilícitas en los mercados internacionales. Los programas de fumigación, erradicación y sustitución de cultivos casi no han tenido efecto en la producción agregada de cocaína, heroína o mariguana. A pesar de inversiones masivas por parte de Estados Unidos y otros países en Bolivia, Colombia y Perú –las naciones responsables por casi 100% de la producción de cocaína– el cultivo de coca se ha mantenido estable durante la última década. Si algo han logrado, ha sido volver más miserable la vida de las comunidades y campesinos pobres.

En segundo lugar, las políticas contra los narcóticos tampoco han podido contener el tránsito de las drogas de Latinoamérica a los mercados de Norteamérica y de Europa. Aproximadamente el 90% de la cocaína que se consume en Estados Unidos proviene de Colombia, mientras que el 90% de la cocaína consumida por los europeos es de Perú. Virtualmente todo este producto se transfiere a través de los países de América Central, el Caribe y Sudamérica. No sólo ha permanecido inalterado, sino que su tránsito ha expandido de gran manera la corrupción de políticos, funcionarios de aduana y policías, a la vez que ha propagado la violencia y aumentado el consumo de estas regiones.

En tercer lugar, la guerra contra las drogas ha sido un completo desastre cuando de la reducción de demanda se trata. En 2013 había aproximadamente 246 millones de personas de entre 15 y 64 años de edad que se presume que habían consumido algún tipo de droga ilegal durante el año anterior. Esto representa un aumento, no una disminución, respecto a años anteriores. Y peor aún: el consumo ha aumentado dramáticamente en América Latina. Los programas enfocados exclusivamente en la abstinencia no han tenido impacto alguno en los niveles de consumo. Mientras tanto, las drogas con el potencial de salvar vidas siguen estando bajo pesadas restricciones.

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Las buenas noticias es que hay varias maneras de revertir todo esto. Desde 2011, la Comisión Global de Política de Drogas les ha ayudado a gobiernos, empresas y sociedades civiles a identificar una gama de alternativas a la prohibición de las drogas. Presidida por el ex presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, la Comisión ha emitido informes influyentes, ha iniciado una campaña global para la reforma y ha procurado la participación de los líderes actuales en todo el mundo. En 2016, la Comisión apelará ante la Sesión Especial de la Asamblea General (UNGASS, por sus siglas en inglés) para desarrollar un método más eficaz y humano para la política global respecto a las drogas.

¿Qué es lo que propone la Comisión Global? En su nivel más básico, los veinte comisionados creen que el status quo es inaceptable e insostenible. La prohibición global de las drogas no sólo no pudo lograr sus objetivos originales de erradicar la producción y el consumo, sino que también ha generado alarmantes problemas sociales y de salud. Los comisionados también son optimistas de que las políticas sobre las drogas están cambiando en todo el mundo. Muchos gobiernos ya están adoptando maneras innovadoras y eficaces de reducir el daño social y a la salud ocasionado por las drogas.

La Comisión Global de Política de Drogas le está haciendo algunas muy básicas recomendaciones a la UNGASS. Todas ellas tienen como objetivo hacer lo que las convenciones originales sobre las drogas se proponían: darle prioridad a la salud de las personas, a la seguridad de las comunidades y a los derechos humanos. Las sugerencias clave son directas y se basan en aspectos prácticos:

  • Invertir en prevención, tratamiento y medidas que reduzcan el daño basadas en la evidencia como pilares de la política sobre las drogas
  • Garantizar acceso equitativo a medicinas esenciales que alivien el dolor y el sufrimiento innecesarios
  • Terminar con la criminalización y el encarcelamiento por el consumo y la posesión para uso personal
  • Abolir el castigo capital para los delitos relacionados con las drogas; reorientar la aplicación de la ley de los participantes no violentos en el comercio de las drogas hacia la lucha contra la violencia, la corrupción y el crimen organizado
  • Reequilibrar las políticas represivas de la erradicación de cultivos y el arresto de campesinos y promover el desarrollo comunitario
  • Facultar a la Organización Mundial de la Salud para que revise el sistema de programación de las drogas con base en la evidencia científica

Estas prioridades constituyen un mínimo de la agenda de la UNGASS. La acción hacia la regularización de los mercados de las drogas es inevitable. Sólo al lograr que los gobiernos estén de nuevo en control se podrá también lograr que los grupos del crimen organizado pierdan el poder y que la corrupción y la violencia se reduzcan.

Autora: Ilona Szabó de Carvalho es la directora ejecutiva del Igarapé Institute, un centro de estudios y de acción de Brasil. También es coordinadora ejecutiva de la Secretaría de la Comisión Global de Política de Drogas. Vea su ponencia en TED.   

Imagen: REUTERS/Jorge Duenes

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